El destino de todos dio un giro en cuanto una nueva compañera arribó para con ellos, pues las explicaciones de su aparición, debían exponerse ahora mismo. Sin más que perder, tanto Alan como Talía tomaron asiento, pues así se les había indicado, además, la ajena a ellos también copió su acción, y empezó con la tan esperada charla.
—Bien, como ya les había dicho, me llamo Dina, soy nueva aquí, y formé parte de la resistencia a la guerra alguna vez.
—¿La resistencia a la guerra? ¿Existen cosas como esas sabiendo que se enfrentan a armas biológicas? —preguntó Alan desconcertado.
—Sí. Sé por parte de Seitán que ustedes están en esto antes de que todo pasara, aunque también existen otros tres grupos aparte de ustedes, y yo soy parte del segundo.
—Vaya, no me esperaba eso. Pensé que éramos los únicos elegidos —dijo con cierto tono de decepción la castaña.
—No digas eso, en realidad es mejor no ser los únicos —la regañó suavemente Alan.
—Los otros grupos tienen asignados otros objetivos, que son luchar contra aquellos monstruos que han aparecidos. Ustedes son el único grupo que tiene como asignación purificar el planeta, aunque por lo que sé, no han avanzado nada en ello.
—Es imposible avanzar debido a todo lo que ha ocurrido. Como puedes ver, nosotros somos los dos únicos que están en pie ahora —le comunicó el pelinegro.
—Sí, Seitán nos mantuvo al tanto y supo que algo como esto iba a pasar. Esas criaturas buscan a toda costa evitar que purifiquen el planeta, aunque su número no ha dejado de crecer desde los últimos días, y aún no sabemos de dónde vienen.
—Quizás alguien las está creando —se horrorizó la compañera del chico.
—En realidad creemos que es lo obvio, pero aún no hemos encontrado al culpable.
—Entiendo, pero… ¿cómo terminaste aquí? —otra vez le preguntó el muchacho.
—Sí, lo siento, me fui por las ramas. Verán… yo era parte de ese cuerpo de resistencia. Sé que era imposible luchar contra el gobierno, aun así, a pesar de ser un grupo muy cerrado, queríamos paz, y especialmente queríamos salvar el mundo de su destrucción total. A pesar de eso, nuestros esfuerzos fueron en vano, y mataron a algunos de nosotros por el simple hecho de oponernos a ellos. Momentos después, cayó una de las bombas cerca de nosotros, de ahí todo se volvió oscuro, por lo que no sé qué pasó con el resto de mis compañeros, lo que sí sé, es que ahora tengo un nuevo clan que está encargado de enfrentar a esos salvajes animales. Los tres grupos están conformados por cinco integrantes, es decir, al igual que el suyo. Y creo que no hace falta aclarar quién nos reclutó.
—Es una larga y terrible historia. No me imagino cuanto tiempo estuvieron luchando —se lamentó el de ojos castaños.
—Fue alrededor de dos meses, y por lo que sé, ustedes estuvieron inconscientes durante todo ese tiempo.
—¿Qué? —dijeron al unísono.
—Sí, ¿acaso ella no se los había dicho? —les consultó confundida.
—No, no nos había dicho nada, sólo nos explicó que había ocurrido algo terrible y que teníamos que ayudar a salvar al mundo, y antes de hacer más preguntas, Abel aceptó como si fuera el cabecilla del grupo —explicó Talía.
—Deberían de ser más cuidadosos, de todas formas, es un inconveniente para nosotros que no hayan logrado purificar nada aún. Necesitan reagruparse y resolver ese problema —ella se puso de pie, y probablemente, con la intención de retirarse.
—¡Espera! ¿Y cómo es que nos encontraste? —preguntó Alan estirando su mano para que aguardara.
—Fácil, usé mi reloj. Tengo un rastreador de monstruos, además, Seitán nos dijo que uno de nosotros debía estar cerca siempre de su grupo por si algo les pasaba.
—Comprendo, ¿entonces ya te vas? —asintió ella después de la última pregunta del chico.
—Sí, debo irme. Aún tenemos mucho trabajo que hacer. Ustedes recupérense y busquen la manera de hacer que todo funcione —se despidió de ellos, y se fue a meter dentro del cuarto de transportación, el cual le permitiría regresar con sus principales compañeros para, finalmente, retornar a sus labores.
Una vez ella desapareció, ahora era un buen momento para preguntarse qué hacer. La mayoría del grupo de Abel, estaban inconscientes, y lo habían estado hace un buen rato, así que, tal vez lo más indicado era ir a cerciorarse cuál era el estado de todos.
—Vamos a verlos Talía. Quizás ya estén despiertos —se levantó del asiento.
—Está bien, espero que ya todos se encuentren mejor —hizo lo mismo que él para luego seguirlo.
Una vez en la sala de recuperación, se encontraron con la sorpresa de que Abel y Misa estaban hablando entre ellos; a primera vista, eran los primeros en despertar, pero Yamil aún no lo hacía, así que era probable que le tomara más tiempo. A pesar de ese pequeño detalle, se acercaron y festejaron su recuperación repartiendo abrazos a sus allegados, ya que se encontraban contentos por verlos a salvo.
—Me alegra que estén bien. ¡Esta aventura nos matará a todos de seguir así! —dejó escapar un profundo suspiro el rubio.
—Y que lo digas, por cierto. ¿Cómo está tu mano? —Alan estaba bastante preocupado por su lesión, pues recordaba bien la expresión de dolor que él había puesto cuando el reloj le explotó en la mano.
—Me encuentro mucho mejor. Gracias por preocuparte Alan —le sonrió al morocho mientras hacía girar su muñeca haciendo sonar la misma. Era evidente que esa sala producía excelentes resultados, puesto que no le había dejado ninguna marca de esa terrible quemadura. Si esa clase de tecnología estuviera para todos en el planeta, seguro que no habría enfermedades, o por lo menos es lo que llegó a pensar Abel con esta reciente experiencia.
—Bien, tenemos que contarles lo que ha pasado —frunció el ceño el amigo del rubio, pues estaba preocupado por la situación.
—No pongas esa cara que me provocas temor Alan, pero, por otra parte, adelante, cuéntanos qué ha pasado.