Sueños bajo el agua

Capítulo 30: "Solos los dos"

Era de esperarse que la pelea iba a ser difícil de asimilar, puesto que Alan nuevamente estaba bastante herido, sin embargo, su espíritu protector hacia a Abel, le permitía levantarse una vez más sin importarle los dolores por los que pasaba.

—¡No lo hagas Alan! ¡Esto será difícil de ganar! —el rubio sabía lo que decía, puesto que a ambos lados de ellos se encontraba un vacío formidable, y ni siquiera podía distinguirse la caída por éstos. Aunque el otro tenía en consideración la opinión contraria, lo único que hizo fue observar de reojo el lago de niebla que estaba a sus costados, y entonces le respondió poniendo nuevamente su atención a su contrincante.

—Estoy consciente de eso, pero supongo que es un elemento que hará más emocionante esto —sonrió, y de pronto, recibió con su katana el ataque del otro, por lo que de ahí empezaron a saltar chispas frente a los roses de las armas. Como ya se sabía, el pelinegro no era tan buen espadachín, no obstante, poseía algo que también su mejor amigo portaba, y eso era su determinación como ingenio.

El protegido de ese novato, empezó a retroceder haciendo una carrera, para darle espacio al morocho, así él tendría la oportunidad de pelear con más facilidad, además, evitaría ser un estorbo para él.
Las Katanas chocaban estrepitosas, y con gran furia, aun así, las chispas de las armas no era lo único que volaba en ese momento alrededor de ellos, puesto que la sangre caía por cada movimiento que hacía Alan imitándola a su vez el sudor que se desprendía de sus poros: cuando se arrodillaba, esquivaba, e incluso, al arremeter.

—Estás peleando como una cucaracha. ¡No puedes superarme! —por obviedad, el compañero de Abel estaba obteniendo más cortadas de las que le generaba a su rival, y de no ser porque ambos eran unos inexpertos en batalla, el morocho hubiera ya sucumbido ante la hoja del pelirrojo.

—Esta pelea apenas… ¡empieza! —hasta ahora, no había hecho más que defenderse del desalmado ataque, sin embargo, un impulso ajeno a él había logrado hacer que empezara a avanzar con decisión, y casi como si sus habilidades estuvieran naciendo forzadamente en base a la presión, ambas hojas chocaron con mayor intensidad demostrando la enorme opresión y las ansias de Alan por derribar a su ex compañero.

—Pero, ¿qué…? —Yamil no comprendía cómo era que estaba empezando a perder el ritmo de la confrontación, y ahora era él quien estaba siendo humillado.

Esta vez, las heridas le fueron devueltas al hermano de Misa en un número equitativo, y poco a poco, aquellas tomaron un mayor significado para él. Las lesiones le quitaban algo de aire, dando como resultado su inevitable fatiga. De un momento a otro, el de ojos dorados se detuvo, y quedó sobre el suelo completamente inclinado, tratando de recuperar algo de aliento.

—Creo que tengo un Déjà vu —mencionó Alan con cierto tono de burla; él estaba tan cansado como Yamil, aun así, mantenía su guardia alta—. Ahora… ¿abandonarás la idea que te metió Seitán en la cabeza, o esperarás que nos matemos mutuamente? —le preguntó el morocho buscando una posibilidad de hacer que todo culminara de la mejor manera.

—¿Crees… que voy a traicionar a mi líder como ustedes? —respondió mientras se tomaba de uno de sus brazos en lo que sonreía de lado, y en ese momento, se miraron entre ellos confundidos. ¿Cómo era eso de que la habían traicionado? ¿Él estaba hablando enserio? No obstante, podría ser posible, pues estaban tratando de escapar de la feroz trampa que ella misma les había impuesto, por lo que era quizás aceptable ser considerados traidores, aunque en realidad, lo único que ellos deseaban era sobrevivir, y si había la posibilidad, retomar sus vidas a pesar de que ahora sólo se tuvieran mutuamente. Invadidos por esa desafortunada nube de dudas, el pelirrojo aprovechó para retomar la iniciativa en la lucha, y así intentó rebanar la cabeza de Alan al levantarse de forma precipitada. Si no fuera porque Abel se dio cuenta de aquella maniobra, quizás no la estaría contando ahora, pues, él con su gran valor, corrió hacia Alan, lo hizo inclinarse, y luego lo apartó de él al sujetar las manos del asesino en potencia.

—¡Detén esta locura Yamil! —le volvió a rogar Abel, aunque muy en el fondo, sabía que él no le haría caso.

—¡No me molestes! ¡Una vez termine con tu amigo lo haré contigo! —en lo que hacían contra fuerza mutuamente, se notaba quien era el que poseía ventaja contra quien, aun así, Yamil no cedía y seguía tratando de soltarse del agarre de Abel. Pero como era de esperarse, el chico rubio golpeó varias veces contra la baranda de hierro la mano del muchacho para que soltase su arma, y lo repitió hasta que al fin obtuvo el resultado deseado. La espada del pelirrojo cayó por el terrible precipicio, dejando así desarmado a su dueño.

—Esta me la pagaras Abel —se le escuchó decir con un tono amenazante. Para cuando Alan se dio cuenta de la situación, notó cómo Yamil lograba soltarse, y tomó de las ropas a su ex camarada, en respuesta el rubio hizo lo mismo, acto seguido, lo obligó a inclinarse hacia un lado junto a él, por lo que no tuvo que hacer mucho esfuerzo para que inevitablemente empezaran a caer ambos hacia el acantilado.

—¡ABEL! —gritó con gran fuerza Alan, y reaccionó lo más rápido que pudo para sujetar a su aliado de la camisa—. ¡Ni se te ocurra caer! —la situación era realmente peligrosa, puesto que él no tenía mucha fuerza debido a la reciente confrontación, y su amigo parecía que no quería soltar a su opuesto.

—¡No te sueltes Yamil! —se le escuchó decir al rubio.

—¿Qué estás diciendo?, debes soltarlo, ¡o caeremos los tres! —le exclamó.

—¡Pero Yamil no tiene la culpa! ¡Está siendo controlado por Seitán! —le respondió con la voz quebrada, y sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas.

—Nunca me soltaría aún si desearás lo contrario. ¡Morirás conmigo Abel! —le dijo con mucha ira.




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