Sueños bajo el agua

Capítulo 33: "Sólo por ti"

La sangre no deseaba coagularse, y eso significaba que las matanzas eran inevitables, por lo tanto, ¿ahora seguiría la vida de Abel? Opciones tales como la muerte, no eran parte de los planes del rubio. Sin embargo, no se podía negar que estaba algo embobado por la imagen que entraba desde sus cuencas, pues era tal el nivel de morbo que presentaba, que ni siquiera podía parpadear al respecto.

—Él ha muerto —se dijo a sí mismo, ya que de manera inconsciente buscaba reaccionar, pues sabía que, si se quedaba atrapado en esa escena de terror, sería su perdición. En lo que trataba de escapar de las cadenas del horror, sus oídos no dejaban de mostrarse muy atentos, y escuchaban los terribles sonidos de la muerte, aquellos que podrían describirse como el masticar de la carne humana—. ¡Él está muerto! —gritó, y a continuación una imagen de Alan le llegó a su mente: lo veía plantar la penúltima semilla, seguido después del momento en que hablaron a solas en su habitación, y adelante de esos recuerdos, vinieron otros más. Las lágrimas no tardaron en surcar las mejillas del muchacho, y el cuerpo le empezó a temblar—. Hasta la persona más valerosa no puede dejar de llorar —murmuró en lo que se daba cuenta de que llegaba al final de su historia. Después de aquella revelación, le siguió una última visión que obtuvo de su amigo, la cual tenía que ver con su promesa, y al rememorarla, la sonrisa de éste lo conmovió, logrando también llenarlo de un nuevo valor—. No puedo rendirme —aseguró, así que giró rápidamente alejándose de ese ser monstruoso que, definitivamente, más tarde lo perseguiría.

Su huida se dio paulatinamente; no tenía idea sobre qué más hacer, por lo tanto, sólo podía creer en las palabras de Alan. Llegar hasta el final ahora no parecía un camino sin salida, y lo más probable era que se había convertido en una opción. Pero… ¿qué podría hacer estando solo en este momento? No había otra existencia más que la de él en el planeta; eso era lo que creía. Estar completamente desamparado era un impedimento más, sin embargo, aún estaba su instinto de supervivencia que lo impulsaba a la lucha, sin mencionar, la promesa que a duras penas estaba logrando mantener con vida.

En lo que Abel intentaba buscar respuestas en su interior, el ser sobrenatural comenzaba a retomar perezosamente su forma, obteniendo de nuevo su aspecto original, cuyas características se destacaban por ser: innumerables brazos, ojos, cabezas y bocas. La piel del monstruoso individuo era tan oscura como la noche, pero extrañamente reflejaba la luna, de ahí que resultara fácil divisarlo entre la oscuridad.

—Tengo que plantar esto en algún lugar —se dijo a sí mismo mientras trepaba una pequeña colina velozmente, la cual atravesó entre tropezones hasta llegar al otro lado. Mientras tanto, el ente endemoniado por fin entró en acción; sus manos puntiagudas como garras, se posaron en la superficie del agua como si fuera un suelo firme, y lentamente, comenzó a salir de entre las aguas, dejando atrás esa desagradable mancha de sangre, que probablemente no desaparecía.

Nuestro héroe no tenía idea que detrás de él venía la abominable criatura pisándole los talones, ¿o quizás tenía esa sensación y la ignoraba? Fuera como fuese, la realidad era que la oscuridad deseaba devorarlo hasta no dejarle ni los huesos, así que debía apresurarse. De improvisto, justo en la lejanía, apareció un pequeño rayo de luz, y aunque sostenía sus dudas respecto a su origen, fue en dirección a la dichosa.

Llegó a su destino bastante agitado, luego volteó a sus alrededores para evitar ser tomado por sorpresa por quien lo acechaba, y observó ahora más detenidamente a su frente. Justo delante de sus ojos, se encontraba una pequeña y tenue luz que salía del suelo; era tan diminuta, que le parecía realmente sorprendente que pudiera atravesar la penumbrosa noche. Sin embargo, no tuvo tiempo de meditar más sobre aquel fenómeno que se le presentaba, ya que detrás de él, unos jadeos aterradores propiamente inhumanos se manifestaron.

—No puede ser —su voz se escuchaba claramente temblorosa, pero no era sólo eso, sino que su cuerpo también tiritaba, pues el miedo lo poseía de nuevo, y aunque no quisiera, debía girarse, lo cual era la parte más difícil de su situación, pues no quería encontrarse de pleno con esos dientes afilados que llegó a ver cómo masticaban la carne de su mejor amigo.

 Sin importar la decisión que tomara, la criatura rugió contra su espalda, de ahí que el muchacho pegó un salto hacia delante para luego: salir corriendo, tropezarse, y finalmente girarse una vez estando en el suelo. Ahora, teniendo frente a él a la bestia, ésta intentó encararlo con un feroz zarpazo, y en respuesta, el rubio se cubrió con su antebrazo, el cual poseía el reloj, e inesperadamente, el objeto de su muñeca empezó a brillar, lo que hizo que la masa de maldad se retorciera, y la obligó a retroceder en lo que soltaba un alarido enfadoso. Abel no se hizo preguntas en ese momento, puesto que vio la oportunidad de hacer algo contra esa cosa, y la mejor solución que vio en ese instante, era enterrar la semilla.

El rubio abrió sus piernas, y cavó rápidamente de una sola vez un pequeño hoyo, el cual fue más que suficiente para meter ahí dentro sus esperanzas. Ni siquiera tuvo que esperar a cubrirla con la tierra, pues apenas el cascaron tocó el suelo, las raíces salieron estrepitosamente, comprometiendo así al chico a retroceder con extrema rapidez, pero él no fue el único en hacerse hacia atrás. La endemoniada sombra, se cubrió con sus espantosos brazos y huyó despavorida, pues la rosa gigante se manifestó en esa pequeña isla, volviendo a purificar todo otra vez.

Al haber completado su misión, el planeta ya se encontraba purificado, el viento volvía a soplar, y las aguas que permanecían inmóviles volvieron a danzar. Sin embargo, no podía relajarse tanto como quisiera, ya que el vacío en el corazón de Abel no iba a llenarse con nada, debido a que sabía bien que luchó mucho, y que todo ese esfuerzo dedicado, no le fue retribuido como él esperaba.




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