Sueños de Humo

5.-Necedad.

El sonido de los cubiertos amenazaba con volverlo loco. A la mesa se sentaban, su padre, mejor conocido como el Conde de Beverley, su madre la Condesa, y el hermano menor de Charles, William. A pesar de que podía presumir tener una relación socialmente aceptable con su familia, Charles extrañaba el calor de los Vasco de Avellaneda. Podía simplemente ver las diferencias entre las dos familias, por mucho que se odiara al hacer la comparación. 

El único ruido además de los cubiertos, eran los sirvientes entrando con los diferentes platos, seleccionados cuidadosamente por su madre, quien siempre había medido el contacto físico y las palabras de aliento con sus hijos y esposo. 

Charles respiró profundo y bebió vino de su copa, su hermano William le dio una ligera sonrisa. 

Era demasiado joven para entender, demasiado inocente para marcharse de esa casa con sus escasos años. Podría pedir a su hermano que viviera con él, que se fuera de ese lugar antes de que comenzara a destruir su alma, tal y como lo hicieron con Charles, más dudaba que William quisiera retirarse. 

Esa mañana, Charles había recibido un mensaje de uno de los sirvientes de su madre, era una invitación a cenar esa noche, y no podía rechazarla, pues su padre, el Conde, tenía algo importante que decir. 

Si tan solo pudiera saltar la cena e ir al meollo de la situación, pero no, como familia aristócrata de Inglaterra, tendría que quedarse incluso a tomar el té. 

― ¿Te aburrimos?― preguntó su padre con molestia cuando Charles suspiró por quinta vez. 

―Me temo que el tema de conversación no es de mi agrado― respondió con un toque de ironía―. Y ciertamente mi respiración no queda con los armoniosos sonidos de este lugar. 

―Charles…― murmuró su madre. 

Él estaba seguro, de que si ese comentario hubiese sido hecho en la mesa de los Vasco de Avellaneda, habría sido seguido por risas y no por un reproche. 

―Tu familia te necesita aquí, Murphy― comentó su padre con calma, mas podía ver la vena marcarse en su frente, haciendo acopio de toda su paciencia. 

Charles odiaba que lo llamaran Murphy, pues era el nombre de su abuelo y de su padre. El disponer de ese nombre era como si su destino ya estuviera decidido. 

―Estoy aquí― replicó―. Aunque me temo que no por mucho tiempo si esta conversación se dirige a donde pienso que lo hace. 

― ¿Te marcharas tan pronto?― preguntó su hermano con tristeza―. Esperaba poder mostrarte mi nueva colección de… 

― ¡Calla, William!― exclamó el Conde de Beverley. 

El hermano menor cerró la boca y bajó la mirada a la mesa. Los sirvientes que continuaban entrando para retirar los platos de la mesa, intercambiaron miradas, sabían lo que significaba despertar la ira del señor de la casa. 

Mas Charles disfrutaba despertar esas emociones en su padre, al menos así sabía que podía sentir algo. 

―Ha sido una velada estupenda― ironizó Charles, dejó la servilleta y empujó la silla hacia atrás para ponerse de pie―. Aunque me temo que podré ver tu nueva colección en otra ocasión, William, cuando padre se encuentre de mejor humor. 

―Te prohíbo que te marches― espetó su padre, golpeando con ambas manos la fina madera sobre la que estaba tallada esa mesa. 

Charles ya le daba la espalda, caminando en dirección a la salida del comedor para dirigirse al pasillo a recoger su abrigo. 

Giró lentamente ante la invitación en esas palabras. 

― ¿Me prohíbes?― inquirió, sintiendo la sonrisa tirar de sus labios―. La última vez que osaste prohibir algo, me marché de esta prisión. 

―Es necesario decidir acerca de tu porvenir…― intervino su madre, ya que el Conde no podía hablar debido a la furia. 

― ¿Mi porvenir?― replicó, soltando una ligera risa―. No, lo que les importa es el título heredado de esta familia porque saben que William es muy joven para recibirlo. Y lo último que quiero es estar atado a las órdenes y favores de cualquier persona en la aristocracia. Así que me marcho. 

Subió los tres escalones que lo separaban del pasillo, ignorando los gritos y llamados de su padre en el comedor, tomó su abrigo de uno de los sirvientes que lo esperaba al lado de la puerta ya abierta para él. Charles la atravesó y soltó un suspiro de alivio al escuchar la lluvia caer y el ruido de los coches contra las calles. Miró hacia atrás, a la puerta ahora cerrada, a los pilares en la entrada, los vitrales perfectos y la gran casa de descanso de sus padres en la ciudad, la mansión de la cual Charles había escapado, se encontraba en el campo. 

Caminó en dirección a las calles, con los coches salpicando agua sucia sobre su pantalón y botas. Él ocultó su rostro de las miradas curiosas dentro del cuello del abrigo, la lluvia mojando su castaño cabello, volviéndolo de color negro, tan oscuro como las plumas de un cuervo.  

Sonrió  a  pesar  de  su  temperamento.  Catarina  lo  había  comparado  con  un  cuervo, quizás  ella  tenía  razón,  después  de  todo,  solamente  cargaba  desgracias  en  su  espalda.   

Algunas  personas  en  la  ciudad  sabían  quién  era  Charles,  a  que  familia  pertenecía  y  del  favor de  quien  gozaban.  A  otros  no  les  importaba  pues  estaban  ocupados  en  sus  labores  diarias. Y  había  una  parte  de  la  ciudad,  en  la  que  justamente  había  comprado  su  casa,  ahí  donde simplemente  era  un  joven  en  busca  de  oportunidades,  viviendo  en  el  anonimato,  sin sirvientes,  tomando  la  comida  de  una  posadera  y vistiendo  ropas que  en  otra época  habrían avergonzado  a  su  madre. 

Caminó  por  las  mojadas  calles  con  las  manos  dentro  de  los  bolsillos  del  abrigo  y  la  cara oculta  en  el  cuello  del  mismo,  alejando  a  los  otros  caminantes  con  miradas  de  desprecio  o ademanes  despectivos.  Era  lo  único  que  había  bien  aprendido  de  su  padre. 

Tal  vez,  Charles  hubiera  sido  un  caso  completamente  perdido  en  la  aristocracia,  de  no  ser por  el  hermano  de  su  abuelo,  el  amable  tío  Emmett,  quien  no  había  heredado  un  título, quien  había  dedicado  su  vida  a  la  música  y  la  escritura,  convirtiéndose  en  un  famoso pianista,  ganando  su fortuna  de  esa manera,  fortuna que  al  morir, había  heredado a  Charles para  liberarlo  de  las  responsabilidades  de  su  familia,  fortuna  que  él  mismo  pensaba compartir  con  William  y  hacer  crecer  a  través  de  comercio…  y  tal  vez,  solo  tal  vez,  en  un futuro  poder  aprender  acerca  de  los  inventos  de  esos  hombres  a  los  que  llamaban  locos, saber todo sobre el globo aerostático y los barcos  de vapor. Incluso poder llegar a otra forma de  sustento  que  acabara  con  la  caza  de  ballenas  y  la  pérdida  de  vidas  de  muchos  marinos.   



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En el texto hay: familia, romance

Editado: 08.06.2021

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