Sueños de Madrugada

Finales

Había una vez, un muchacho, que pasaba el tiempo leyendo y viendo películas; pero cuando llegaba el final, toda emoción, todo suspenso, todo sentimiento desaparecía, y la historia se sentía vacía. Decepcionado de esos finales aburridos, empezó a escribir, a imaginar mundos como los de esas historias. Aunque sus relatos eran pobres, a medida que se acercaba la conclusión, se iban complejizando y llenando de detalles, y luego de cada "FIN", agregaba un dibujo, cargado de tantas emociones, como su correspondiente final. Con el paso del tiempo, su escritura fue mejorando, transmitiendo emociones desde el principio, con una explosión de estas en el final. Sus dibujos parecían fotos, pero que hacían sentir mucho más que la escena real.

Un día, conoció a una chica, que le apasionaba filmar, y de esa pasión se enamoró. Le mostró sus historias a la chica, quien había perdido la inspiración. Ella le propuso filmarlas, y en cada toma logro transmitir la misma emoción que él en cada palabra puso. Los videos tuvieron tanto éxito que a ella la contrataron en un estudio de Hollywood. Él se sintió triste de que ella tuviera que irse y dejarlo. Devastado, dejó de escribir, guardó sus historias y se dedicó a ver las películas que tanto le decepcionaban.

En una ocasión, encontró una película dirigida por su amada ausente. Al verla logró sentir la emoción de sus anteriores trabajos, y llegando el final se largó a llorar. Tras pasar los créditos, su emoción se duplicó: una dedicatoria, dirigida a él, de parte de ella. Tras ese día, el muchacho volvió a escribir, como lo hizo desde la primera vez. Le envió una obra terminada por correo a ella.

Un mes más tarde, recibió una carta, acompañada de un pasaje de un vuelo a Los Ángeles. En la carta se leía:

 

"Querido Heber,

Leí tu historia y me sentí contigo otra vez. Me di cuenta de que quiero volver a formar parte de tu vida, y comenzar una nueva etapa juntos. Pero para hacerlo, hay que darle un cierre a esta, y por eso el boleto a L.A., porque como me dijiste una vez, una buena historia se vive, pero un buen final se siente.

Te amo, y te estaré esperando.

Yua."

 

Él se sintió muy feliz. Armó sus maletas y tomó el vuelo a Los Ángeles. Pensaba si en verdad lo estaría esperando.

Al salir de la terminal, no vio ninguna limusina ni nada que hubiera podido esperar; en cambio la vio a ella, vestida de blanco, en un altar improvisado en medio del estacionamiento. Cuando ella le sonrió casi se largó a llorar. Soltó las maletas y corrió hacia su amada, la besó y le dijo:

-No puedo creer que te inspiraras en mi historia.

-El final más bello quería que fuera nuestro.




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