Sueños de Madrugada

Control en Tierra

- Control en tierra, responda control – el capitán del transbordador Singularity trataba en vano de contactar con la base. La lluvia de asteroides había dañado las comunicaciones, así como los propulsores de la nave – Nada. ¿Qué se ve en el radar? – preguntó volteando hacia el copiloto, Randall.

- El objetivo se acerca velozmente, Capitán – respondió el joven copiloto –. Si no logramos reencender los propulsores, con su trayectoria y velocidad actuales, calculo el impacto en dos minutos.

- ¿Daños estimados? – cuestionó el capitán.

- Señor, si no abandonamos la trayectoria de colisión, no sobreviviremos al impacto – contestó Herim, el piloto.

El capitán Griss se limpió el sudor de la frente con desesperación. Debía pensar un plan para evitar chocar con ese asteroide y rápido. Sacó el manual de emergencias de debajo del tablero, diablos que era gordo, no tenía tiempo de ponérselo a leer por completo. Lo abrió en la última página, un plano de la estructura de las alas. “Los planos”, pensó esperanzado, “tal vez con ellos podamos averiguar como resolver nuestro problema”. Comenzó a buscar los planos de los propulsores. ¡BINGO! Un esquema extremadamente detallado del sistema de propulsión. Se soltó de su asiento y comenzó a flotar.

- Creo que puedo averiguar cuál es el problema – dijo impulsándose hacia la puerta de la cabina. Los otros dos lo siguieron con la mirada – Suboficial Randall, mantenga vigilado al objetivo.

- A la orden, Capitán – aceptó este último volviendo la mirada sobre el radar.

- Teniente Herim, la mano en los controles. A mi señal, acelere a fondo.

Este último asintió y se preparó, al tiempo que el capitán salía de la cabina en dirección al compartimento del sistema de propulsión.

- Capitán, menos de un minuto para el impacto – La voz de Randall resonó en los comunicadores de la nave.

- Enterado.

El capitán no tardó en llegar a la puerta del compartimento, pero al intentar abrirla, pudo notar que se encontraba sellada. Se asomó por la ventanilla de la compuerta. Su rostro se ensombreció al ver lo que estaba pasando. Uno de los meteoritos que se cruzaron antes había perforado el tanque de combustible. La fuga era tan grande que, aun si la pudieran reparar, no sabría siquiera si el combustible restante seria suficiente para propulsar la nave.

Derrotado, el capitán volvió a la cabina. Sus compañeros no comprendieron la verdad hasta que lo vieron amarrarse a su butaca, con la mirada perdida en la inmensidad del espacio.

- Una fuga, la cámara esta sellada.

Fueron palabras más que suficientes para que los otros dos entendieran lo grave de la situación. Imitaron a su capitán, acomodándose en sus butacas, contemplando la inmensa belleza del espacio, a la espera de lo inevitable.




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