Sueños escabrosos de las noches de agosto

Noches en primavera

Se escuchaba un murmullo a la orilla del estanque, era la hierba que danzaba o los grillos cantando bajo el brillo de la luna, era una araña tejiendo pausadamente o el ulular de un lejano búho, era la primavera y sus mágicas noches en el campo.

La luna placida escuchaba la rondalla, esa serenata que la naturaleza le ofrecía. La tibia brisa jugaba acariciando cada flor del jardín había fulgor en la atmósfera de aquel lugar, los jacintos perfumaban tenuemente y nada podía ser más perfecto.

—Cualquier mortal se gozaría de una noche como esta—se decía la luna al ver el jardín vacío— ¿Es acaso que mi brillo les disgusta? ¿Han hallado en su morada noche más grácil que esta?

Y observaba desde el cielo la luna inquieta a la casita de madera más cercana al jardín.

—La chimenea está encendida, debe estar en casa ¿Si le pido a la brisa que sople fresca a su ventana, saldrá a mirarme?

Y así lo hizo, la luna le pidió a la brisa que soplara tan fuerte sobre aquella casa fue tan brusca que al momento sus ventanas se abrieron, pero ningún morador de aquella casa salió a contemplarla, fue entonces que al ver la luna su orgullo herido bajó del cielo en un fino rayo de luz, cautelosa recorrió el estanque y este brillaba cual diamante, visitó a las flores y eran joviales y bellas, presenció la orquesta de los grillos y todos ellos entonaban a la perfección.

—¿Qué puede ser lo que no les agrada a los mortales de esta espléndida noche que he preparado?

Cabizbaja la luna se posó en la hierba cuando de pronto una tierna canción la cautivó y curiosa se acercó con suavidad hasta la ventana de aquella casita, ciertamente la luna no esperaba aquella escena pues era a decir verdad mucho más preciosa y cautivante que el estanque del jardín, o las flores y la hierba.

Sonrió enternecida la luna al ver a una mortal mecerse junto al fuego de la chimenea, cantándole a su vientre redondo y magnifico como la luna llena. Esa noche los mortales no se deleitaron en un jardín primaveral, sino que era el jardín y todo su fulgor que se deleitaba en una joven dama que gestaba en su interior la mas preciosa gracia que enamoró a la vanidosa luna y a todos los demás.  




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