Corro sin rumbo alguno por las calles de Buenos Aires, mi respiración agitada y mis piernas cansadas me piden que pare, pero con solo mirar atrás ya tengo motivación suficiente para seguir.
No hay ni un alma por las calles, pero para mi buena suerte las luces están prendidas. Vi a lo lejos un subte y pensé que sería buena idea refugiarse ahí, mire hacia atrás (como toda una boluda) para ver que tanto me había alejado de esa mierda y me arrepentí al instante.
Ese monstruo, demonio, espíritu o lo que sea; me estuvo persiguiendo como por media hora y justo ahora me alcanzo, tomo mi pierna y me mordió el pie izquierdo.
Pateé a la chabona con todas mis fuerzas y raje de ahí. La rubia simplemente se quedó estática y al ver que ya no me perseguía, me le quedé mirando (como una ¡boluda!).
De la nada, empezó a sonar una música típica de comercial y la demonio sacó (de quien sabe donde) una aspiradora…… ¡Una puta aspiradora!
La loca empezó a hablar de porque tenía que comprarle esa cosa y a nombrar las setecientas funciones que supuestamente tenía. Su pinta de demonio retorcido nunca se fue, pero hablaba con una voz más normal y todo el ambiente se había vuelto más alegre, hasta se hizo de día.
Volví a rajar y corrí más rápido que cuando voy llegando tarde a clases, la chabona me perseguía mientras sostenía la aspiradora y de paso me insistía para que se la compre. Ya no temo por mi vida, pero si por mi billetera.
Editado: 16.03.2024