Sugar Baby Libro 2

CAPÍTULO DOS

MADISON

—Madi, ¿te cepillaste los dientes?

Mamá está vuelta loca recogiendo mis cosas por todos lados y las suyas también.
Nuestros abrigos, mi mochila, su bolso, y aparte siguiendo a mi tía que hace media hora está encerrada en el baño.

Frunzo mis labios y enredo mis dedos. Todavía no me cepillé los dientes y creo que vamos tarde a la escuela.

—Mami, aún no me los lavo. Es que Alex no sale del baño.

Se acerca a mí, deja las cosas apoyadas en la mesa del comedor y se inclina con una linda sonrisa en los labios y mi cepillo celeste en la mano.

—No te preocupes mi cielo, vamos a la cocina. Yo te cepillo allí —me tiende la mano—. ¡Alexandra, apúrate o no te llevo!

—¡No me lleves! ¡Iré en autobús! —se queja—. Estoy pintándome un poco. Tengo práctica con las animadoras y el equipo de futbol entrenará con nosotras.

Mamá me agarra en brazos y me sienta sobre el fregón.

—¡No quiero verte salir con kilos de maquillaje Alexandra Donnovan!

Escucho que mi tía se queja, gruñe a lo lejos y la llama bruja.

—¡Ay, esta muchacha! —le pone pasta a mi cepillo y se para delante de mí. Con suavidad peina mis dientes. Se toma su tiempo a pesar de que es bastante tarde.

Abro bien grande la boca y mientras me lava, miro sus ojos.

Son tan bonitos, muy celestes. Pero lo que más me gusta de ellos son sus pestañas cuando las pinta. Sus ojos se parecen a los de una verdadera princesa de Disney.

—Muy bien, toma un trago y enjuaga —me da un vaso con agua y obedezco.

Hago buches y escupo en la pileta. Me limpio con la manga de mi buzo y ella me mira como para regañarme.

—Madi no hagas eso —dice bajándome.

—¿Ya nos vamos? —pregunto viendo que guarda un sandwich en mi lonchera e intenta abrir mi mochila—. No, yo me lo guardo.

Me observa sorprendida cuando le arrebato mi mochila y yo misma pongo la lonchera en el interior. Es que no quiero que vea que también me guardé una rebanada del pastel de mi cumpleaños, que sobró de ayer.

Agarra mi abrigo, lo extiende. Meto un brazo, luego el otro y me subo el cierre.

—¿Te vas en autobús, entonces? —vuelve a preguntarle a mi tía.

—¡Que sí, Charlie!

—Espérame aquí un momento, Madi —besa mi cabello y camina hasta el baño—. ¡Alex, sal que quiero verte!

Sonrío y me quedo sentada en el sillón del living, esperándola.

—Hola linda —alguien más besa mi cabeza y me giro para verlo.

—Hola papá —se para delante de mí y desde su gran altura me mira, haciéndome un guiño mientras se acomoda la corbata.

Amo a Jordan, a pesar de que no es mi padre de verdad.

Mamá me explicó un montón de veces que Jordan es mi padre del corazón, pero no el que me creó. Sin embargo lo amo con toda mi alma. Es que a su manera me cuida, me da lindos regalos, y me trata bien.

—¿Y mami dónde está? —me pregunta, poniéndose la chaqueta.

—En el baño con la tía.

Él mira por el pasillo pero no pasa mucho que escuchamos a mamá discutir.

—¡Te dije que no vas a salir así, Alexandra! Lávate eso de la cara que pareces una bailarina de carnaval.

Llega al living, le da un beso en la mejilla a Jordan y se cuelga mi mochila al hombro.

—Puedo llevarlas a la escuela y a ti al despacho.

—Vamos en mi auto. No te preocupes —se envuelve el cuello con una mascada roja que huele riquísimo, agarra las llaves del coche y me toma de la mano—. Nos vemos  en el buffete.

Salimos de la casa no sin antes escuchar las órdenes del día: que el almuerzo para mis tíos en la heladera cuando lleguen del instituto. El dinero para Alexandra y su desayuno en la prepa. Y que cierren bien todo después de salir.

Vamos al garage, quita la alarma del carro, me siento en mi silla y me pone los cinturones.

Al lado está el automóvil de papá, es mucho más moderno y brillante, pero a mí me gusta más viajar en el de mamá. Ella siempre pone mis canciones preferidas, él sin embargo nunca enciende el reproductor y cuando conduce se la pasa hablando por teléfono.

Tiene mucho trabajo, pobre, pero me molesta que no me hable a mí cuando a veces me recoge de la escuela sino a su celular.

—¿Quieres una galleta, Madi? —me pregunta después de ponerse en marcha.

La escuela está cerca de casa. Es grande y hay muchos niños y muchas maestras.

—No —miro por la ventanilla.

—¿Qué oiremos hoy?

—No quiero música.

Sin poder evitarlo observo el espejo retrovisor. Ella me está mirando por allí.

—¿Qué pasa cielo? ¿Porqué traes esa cara? —se coloca lentes de sol. Le quedan bonitos—. ¿Tuviste problemas en la escuela?

—No —suspiro—. Es que anoche, después de que todos se fueron escuché que papá te decía que quiere mudarse de casa. ¿Nos vamos a mudar?

Así como se los puso, se quita los lentes y frena en un semáforo.

—¿No te gusta nuestra casita? —se preocupa—. Ahí naciste y creciste.

—Amo mi casa. Mamá yo no quiero irme. Me gusta mi vecindario y mis amigas.

—Tranquila, que yo tampoco me quiero ir —me regala su sonrisa más bella y sigue conduciendo.

—Pero papá dijo que la casa era muy pequeña y que...

—Papá Jordan dice muchas cosas absurdas, Madi —se calla un momento—. Él está acostumbrado a casas grandes y autos bonitos porque su mamá y su papá así lo criaron. A nosotras nos encanta nuestro jardín, nuestra huerta y nuestra lola.

Lola es mi gatita. Toda blanca con pintitas grises.

—Sí —afirmo—. Amo a Lola.

Vuelve a mirarme por el espejo y me guiña el ojo.

—Entonces, ¿qué escuchamos hoy, Dj Madison?

—Moana —digo.

Ella se ríe y enseguida "Cuan Lejos Voy" empieza a sonar.

Me pongo a cantar. Canto todas las canciones de Moana que me aprendí después de haber visto muchas veces la película y cuando se reproduce la número seis, mamá estaciona, frena y me dice que ya llegamos.




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