NICOLAS
Todavía no se me pasan los escalofríos ni el temblor de mis piernas. Tengo la boca seca y las sienes me punzan.
Esta mañana fue una puta mierda.
La peor.
Pero tuvo el mejor desenlace.
Ella le ganó.
Ella cumplió su palabra y me salvó el culo.
También me volvió a romper el maldito corazón al devolverme el anillo. Me rompió los pedazos de corazón cuando se puso fría y distante. Y me hizo mierda haberla visto descompensada, aturdida, colapsada, y no haber actuado de la forma en que hubiese querido.
Trato de respirar profundo pero el peso extra del agobio me aplasta el pecho.
¿Qué voy a hacer ahora?
Después de conocer a la fiera que me defendió frente al mismísimo Estado, ¿cómo hago para traerla de nuevo a mí?
No hay manera.
Por primera vez me sentí diminuto cerca de Charlotte.
Me sentí poca cosa.
Un tipo que no se merece una mujer como esa, y tampoco, la hija que ambos tenemos.
Me paso la mano por la cabeza y miro para todos lados.
Me arde la garganta, estoy a la deriva, desorientado.
La sala se vacía. Charlotte salió, al igual que mi hermana y mi padre.
Estoy yo, algunas personas más, un par de policías y la jueza que todavía no se retira.
—¿Henderson? —ella; Jules Cabott, se aproxima a mí—. Aborrezco las relaciones entre abogado y cliente en mi Corte —trago saliva con dificultad. Me siento un bicho—. Sin embargo, hoy tuve mi excepción —palmea mi hombro y se dirige a la puerta de salida—. Pórtese bien y cuide a esa muchacha. No cualquiera arriesga su carrera sin siquiera haberla empezado.
El sol da de lleno contra las ventanas y achino los ojos al voltear y encandilarme.
No sé qué demonios hacer.
Yo la quiero; la amo.
Joder, la amo.
Dentro de mi estupidez y mi rareza la amo con egoísmo, con deseo, con mi alma.
La sigo amando.
Meto la mano en el bolsillo, saco su anillo, lo observo, lo vuelvo a guardar y abandono la sala de audiencia.
No veo a Hayden en los pasillos y eso me molesta. Después de que la quiso humillar en el estrado, mis ganas de darle una paliza se duplicaron.
Me paro a mitad de corredor y la busco; no la encuentro.
Bajo las escaleras al piso donde dispusieron su despacho y cuando estoy en el último escalón me congelo.
Ahí está, de cuclillas, con los brazos abiertos; sonriendo como nunca antes la había visto sonreír y recibiendo a mi hija con un fuerte abrazo.
Mi congoja me aniquila. Ellos están ahí. Orianna, mi padre, Charlotte, sus hermanos. Se ríen, se palmean las espaldas... Y yo estoy acá, parado como un tarado mirándolos. Deseando por un segundo estar allí. En medio del cariño y la contención.
«Hace apenas una semana y algo más que estás de regreso y no paras de lastimarme»
La frase de Charlotte martilla mi cabeza mientras los analizo.
¿Realmente es lo que soy?
Aprieto los labios y cierro mis manos en puños.
Lo soy.
Soy dañino hasta para la mujer que amo.
Lleno mis pulmones de aire y cuando me decido a pasar en medio de la gente y esquivarlos a todos, una mano se posa en mi brazo.
—No te recordaba como el hombre que se esconde de las personas o de los problemas.
Giro lentamente la cabeza y con asombro y confusión escudriño al muchacho que tengo a mi lado y que me habla con tanta familiaridad.
—Te... ¿Te conozco? —si lo conozco mi memoria es una porquería.
Atlético, rubio, pelo desordenado.
Nah
Ni sé quién es.
—Admito que no me caías bien en el pasado, pero en mi defensa diré que soy celoso de los novios de mis hermanas.
Parpadeo varias veces y cuando caigo en cuenta de quien se trata, esbozo una gran sonrisa.
—Liam —con nostalgia lo estrecho en un abrazo apretado que para mi asombro corresponde; por lo menos no me llevé una piña como saludo.
—Me alegra volver a verte y, felicidades por tu libertad —se ríe—. Mi hermana se ha peleado con medio mundo en estos años, defendiendo tu inocencia. Nos lavó el cerebro a todos.
—Lástima que las cosas ya no sean como antes.
—Pues para nosotros siguen tal cual —lo ojeo, está mirando al frente, a sus hermanos—. Christopher y yo tenemos gratos recuerdos de ti. La brava es Alex; sí que te odia.
—¿Qué? —esto sí que me ha sorprendido—. ¿Cómo es eso posible?
De los tres, la hermana menor de Charlotte era la que más apego tenía conmigo.
—No fue fácil para ella —hunde los hombros—. En resumidas cuentas nunca logró comprender lo que había sucedido y pues ahora te odia con todas sus ganas. Digamos que si te estuvieras ahogando y ella tuviera un salvavidas... Lo desinflaría frente a tus ojos —alzo mis cejas—. La verdad es que si estoy acá, interrumpiéndote es porque... Amo a mis hermanos más de lo que nadie se imagina. Y sé que quisiste muchísimo a Lotte —se calla unos segundos—. Me hubiera gustado que Jordan jamás hubiese aparecido en su vida. Llegó para asfixiarla. Nunca me agradó —lo noto tenso y muy serio—. Había algo en él que no me gustaba. Sus celos. Era muy celoso y dominante con Charlie, aunque tenía cara de no matar una mosca.
—Fue su decisión dejarlo entrar a su vida.
—Fue una decisión equivocada y estúpida —me mira—. Ella no dejó de pensar que algún día ibas a regresar y eso lo volvió loco. Crió a Madison con las verdades claras y eso también lo enloqueció. Creyó que mi hermana era suya y que tu hija también. Cuando se le vino la realidad encima la lastimó —se gira hacia mí y me toca el hombro—. Y la va a seguir lastimando.
—Eso no va a pasar. No voy a dejar que pase.
En mi mano pone un pequeño papel—. Es mi número de teléfono. Sé dónde vive Jordan —mi respiración se acelera—. Si alguna vez piensas cobrarte las que le hizo a mi hermana, pues te voy a ayudar a hacerlo.