Sugar Baby Libro 2

CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

VARIAS HORAS ATRÁS, POR LA NOCHE

JORDAN

Estiro las piernas y le doy una calada al tabaco.

Corro la esterilla que cubre la ventana y miro hacia afuera.

Es de noche, hay demasiado ruido, mucho flujo de tránsito.

Una puta mierda.

Miro el tabaco y juego con él entre mis dedos. Es de lo mejor. Me lo trajo un amigo mío, que llegó de la Habana, hace unas semanas.

Apoyo la nuca en el respaldo del sillón, entornando los ojos.

Cada vez que lo hago ella se me aparece y tengo que abrirlos, pestañear y repetirme a mí mismo que ya no está. Que se fue. Que aunque la extraño como un demente no va a regresar. Que a pesar de todos mis intentos por recuperarla, ella no va a volver conmigo.

Cierro la mano y admiro mis nudillos.

Bueno...

Si no va a ser mía... No va a ser de nadie.

Vuelvo a darle una pitada al puro, y agarro mi celular de la mesilla, que ha empezado a sonar.

—Diga. 

—¡Hijo mío! —es mi madre. A estas horas es mi madre, jodiendo.

—¿Qué se te ofrece?

Me estiro en el sillón de un solo cuerpo y bostezo.

Ella me aburre. Mi familia me harta.

—Estoy muy preocupada por ti —es verdad.  Se le escucha.

Sonrío porque por alguna razón medio retorcida, me gusta hacerla sentir pésimo. Disfruto con su malestar.

—No deberías. Estoy muy bien.

—¡Claro que no! No estás bien, Jordi.

Tenso la mandíbula. Desde siempre odié que me dijera así.

—¿Me llamaste para esto? ¿Para sermonearme?

—Hijo —suena a lamento y eso me pega en las bolas. Detesto su blandeza y su misericordia—... Desde que rompiste con Charlotte y se separaron, no estás bien.

Aborrezco que me hable de Charlotte. No soporto que mencionen su nombre cuando ni siquiera la puedo sacar de mi cabeza.

—Conversamos otro día.

—No, por supuesto que no. ¿Porqué no vuelves a Manthattan? Necesitas regresar a terapia y recomponerte.

—No se me canta la gana. Aparte tengo asuntos qué solucionar acá.

—¡Por amor al cielo! La última vez que te deprimiste causaste estragos, Jordan Hayden, ¿lo olvidas?

—No estoy deprimido —afirmo, viendo por la ventana.

Empiezo mi desquite que es distinto.

—¡¿Hay oportunidad de que te arregles con Charlotte?!

—No sé qué tanto interés si nunca la quisiste. Ni a ella ni a nuestra hija. Para ti, Charlotte siempre fue poca cosa, una humillación para el apellido y el seno de la familia.

—Jordi —mi madre carraspea—, no me importa su procedencia ni lo que tenga para ofrecerte. Vale que pueda hacerte feliz. ¿Se van a dar otra oportunidad?

Inconscientemente sonrío.

Ella, Madison y yo, otra vez siendo una familia feliz.
Charlotte durmiendo desnuda, enredada a mí. Llevar a la pequeña a la escuela. Y deshacerme de la gata asquerosa esa.

Lo primero que haré cuando traiga a mis chicas de vuelta, será asfixiar al puto gato blanco que siempre me tuvo hasta los cojones.
Madison va a necesitar reglas y límites y el número uno va a ser sin asquerosos animales en la casa.

—Jordan te estoy hablando —su tono de voz se alza.

—Estaba pensando, ¿qué dijiste?

—Que si hay oportunidad de reconciliación.

Mi sonrisa se ensancha.

—Por supuesto. Charlotte y yo estamos hechos el uno para el otro.

Cuando el corazón de Henderson deje de palpitar, no va a tener de otra que recurrir a mí.

Con mi chiquita no voy a ser considerado ni benevolente. Ya fui bueno con ella una vez y me pagó mal, así que ahora le va a tocar ganarse mi confianza otra vez. Si pretende estar conmigo va a tener que comportarse a la altura de las circunstancias y sobre todo amarme como los primeros tiempos.

Si no cumple... Se lo voy a dejar bastante claro. Me voy a encargar de cobrárselas a Madison, o a Alexandra.

—¿Cuando vas a venir a visitarnos?

«Cuando te retuerzas en la tumba»

Tomo aire. Mucho aire. A veces, ciertos pensamientos llegan a perturbar mi tranquilidad.

—Por ahora no va a ser posible. Estoy bajo una investigación de rutina. No puedo dejar la ciudad. No hasta que me absuelvan.

—¿Es algo... Grave? ¿Qué tipo de investigación?

—Corrupción pero nada de qué alarmarse. Le ha tocado a casi todos mis colegas pasar por la investigación. Ya sabes cómo está el sistema de coludido. Nada que mi equipo no pueda arreglar con un tronar de dedos.

Mi madre se ríe y yo tengo que rechinar los dientes.

La puta y maldita investigación.

Ciro Walker es otro al que apunté en mi lista negra. Sólo por meter la nariz en donde no debe, ayudar a quien no tiene que ayudar y no menos importante, ponerle los ojos a mi mujer.
Ni hablar del Juez Hopkins. Si ese llega a fallar en mi contra... Lo único que quedará sin ser trozado en pedazos, van a ser sus dedos.

—Está bien mi cielo. Eso me tranquiliza. Aunque si necesitas ayuda podemos decirle a tu padre que...

—No, pero te agradezco —miro la hora en mi reloj—. Mamá, te llamo otro día, ¿vale?

—Sí, sí. Cuídate mucho, te amamos.

Evito esa mierda de cursilería que se me hace de cuarta y apago el celular.

Mi cigarro se consumió así que agarro otro. Del bolsillo de mi pantalón saco el encendedor y enredado en él está su prenda.

Mi sonrisa, enferma, lasciva, deseosa y morbosa, surca mi cara, cuando entre mis dedos estrujo la tanga que conservo de mi chica.

Blanca, de encaje, cara, sexy, diminuta.

Me relamo y es inevitable. Es volver a sentirla, es imaginarla acostada, medio tapada, con el culo en pompa y estas tangas que me mojan el boxer.

Me muerdo los labios y acerco sus bragas a mi nariz.

Inspiro profundo y me lleno de su aroma. La mezcla de sus jugos y esa crema humectante que me hacía desear morderla toda.




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