NICOLAS
Con el pasaporte en una mano y los deditos de Madison en la otra voy caminando por la sala de embarque mientras Charlotte termina de hacer el check in y habla por teléfono.
Los muchachos andan en las de ellos. Sacándose selfies y riéndose.
—¿Jean? —Madi suelta mi mano y sacude mi blazer con ahínco.
—¿Qué pasa princesa?
—Cuando le dé a Lola a las azafatas... ¿En dónde la van a poner? ¿Irá en los asientos con nosotros?
Su mirada denota curiosidad y desconfianza.
A su costado, la caja de viaje de osa blanca, que está disfrazada de Lady Gaga y usando los lentes de sol no para de emitir ronroneos.
—No lo sé... Creo que van a su sector especial para mascotas —contesto retirando un mechón de su frente.
—Cuando vinimos a Seattle en el avión Lola no viajó conmigo. Christopher me dijo que meten a las mascotas en las cajuelas. Que no les dan comida y que allí hace mucho frío.
Achino la mirada hacia la pequeña sabandija que justo ahora le mira el culo a una cuarentona cuya vestimenta no deja mucho a la imaginación.
—¿En serio te dijo eso?
—Sí —su voz suena acusatoria y se me encoge el corazón de la ternura.
—Pues te engañó. Van a un sector VIP del avión donde reciben un trato selecto y sublime.
—¡Ay, que suerte! —dice, soltando el aire—. Por un momento pensé que tendría que esconderla en la maleta de mamá.
Aguanto una sonrisa y le pego con la punta del dedo en la mejilla.
—¡Nick, Nick! —me giro a donde proviene la alegre voz de Charlotte.
Corre hacia mí, con Chase todo apresurado siguiéndole de atrás.
Está feliz. Pero total y genuinamente feliz.
Sus ojos chispean, su sonrisa es gigantesca, su trote enérgico y...
—¡Ey, tú! —un tipo me observa con cara de espanto porque lo pillé de inmediato—. ¡Sí, tú! ¿Se te perdió algo en el vestido de mi mujer?
—¡Por Dios, ¿podrías dejar de celarme un rato?! —se prende a mi cuello como una sabrosa garrapata.
Sus brazos rodean mi nuca y su beso en mi mejilla adornada de barba me hace olvidar que un tipejo viejo y panzón tuvo una erección en público gracias al exuberante vestido floreado, corto y con volados de mi preciosa nena.
—¿Estás así de contenta porque... Hiciste el check in? ¿Porque mandaste a embarcar las maletas? ¿O me estoy pasando por alto alguna cosa?
—¡No! ¡No es por eso! ¡Bueno sí tienes que ir a corroborar los pasajes y el número de vuelo, pero en realidad —besa mi mejilla de nuevo, sonsacándole a Madi varias carcajadas—. ¡Estoy malditamente feliz! ¡Me acaba de llamar Ciro!
Me tenso con la mención de ese nombre.
La separo de mí para ojearla de arriba hacia abajo.
—¿Y? —susurro muy despacio.
—Jordan no tuvo derecho a fianza y quedará retenido en el pabellón psiquiátrico de Rixton —su alegría me encandila y me hipnotiza—. ¿Te das cuenta de lo que eso significa?
Me contagia su algarabía.
Indudablemente la estrecho en mis brazos con fuerza y una extraña sensación de desahogo.
Mi lado optimista se moría por oír eso. No es ni de asomo lo que anhelo para ese hijo de puta pero al menos es tranquilidad.
—Significa que vamos a tener un poco de libertad y aire, bruja —la aprieto contra mí y apoyo el mentón en su coronilla—. Después de todos estos malditos años años vamos a tener nuestra pizquita de libertad.
Sus manos acarician mi espalda—. Nos la merecemos.
—¿Sabes cuándo es la primer audiencia?
—Se fijó para dentro de una semana —responde—. Natasha, Harper, yo. Investigan el paradero de Sienna, Tamara y otra mujer más de identidad desconocida —su nariz roza mi blazer—. Oscar va a tener justicia. Y quien quita que Kion logre salir de la cárcel.
La separo apenas de mí.
—¿Cómo es que sabes eso? —indago.
—Ciro me lo dijo. Crimen organizado de Nueva York trabaja en conjunto con la policía de aquí y cedió los derechos para que Jordan sea enjuiciado en la ciudad.
—¿Y la familia de ese maniático?
Su espectacular sonrisa se ensancha, embobándome.
—Detenidos. También serán enjuiciados. Ciro presentó una larga lista de cómplices a fiscalía y todos serán investigados. La Corte Suprema se va a devorar al psiquiátrico porque la noticia armó un revuelo inmenso en la gente.
—Ojalá le den la pena de muerte a ese gusano de mierda —mascullo, mirando a Madi.
No quiero que me escuche pero es mi mayor deseo.
Que sufra lentamente y con mucho dolor.
Que lo tajeen, lo ultrajen y lo torturen de la misma forma que ha hecho con cada una de sus víctimas.
Que mi amigo tenga paz y justicia y que se eche un vodka allá en el cielo, brindando porque al cabrón que le arrebató la vida le tocó pagar y con creces.
—Pasajeros del vuelo 874 de American Airlines con destino a Orlando, Florida por favor aproxímense a sector de abordaje.
La voz de informes repite varias veces lo mismo, así que con esa prisa y los indescriptibles nervios que me generan el subirme a un avión, suelto a Charlotte y le aviso que voy a corroborar todos los datos del vuelo para poder subir cuanto antes al mamarracho ese que personalmente detesto.
Con el papeleo en orden y de la mano de mis dos chicas, recorremos el túnel y cruzamos el umbral del Boeing, dónde una estilizada azafata con cara de muñeca nos recibe amablemente.
Bienvenidos. Bienvenidos. Buen viaje. Se queda con Lola.
Bienvenidos, buen viaje.
Lola se queja del mal trato recibido y Madison y Charlotte miran a la azafata como para matarla.
Podrán meterse con cualquiera, pero no con Lola. Se desataría una batalla campal en un pestañeo.
Pasamos por el estrecho pasillo y nos detenemos en las filas de nuestros asientos.
Es primera clase, las filas se contabilizan de dos en dos y están bastante espaciadas entre sí.