Sugar Baby Libro 2

CAPÍTULO CINCUENTA Y NUEVE

Me muerdo los labios al despertar y verlo sobre mí.

—¿Es que no te cansas? —mi voz sale ronca y somnolienta—. ¿Eres en serio tan insaciable Nicolas Henderson?

Sonríe y reparte besos por mi busto, mi abdomen, mis brazos.

—No me gusta mentir —susurra, fulminándome con esos ojazos verdes llenos de vetas marrones—. Contigo y después de haberte perdido de vista por ocho años, soy un muerto de hambre.

Viene a mi boca y la devora. Me besa con la apetitosa urgencia suya que me calienta incluso sin querer. A mí también me ha hecho tanta falta que ahora siento que lo necesito todo el tiempo. Cuando me da una caricia, me toca o me besa de inmediato me lo quiero follar.

Y eso no es normal.

¿O si?

Voy a tener que aumentar mis citas a la psicóloga, porque mi lado sexual está siendo trastocado.

—Te levantaste juguetón —bromeo acariciándole el cabello, la fina línea de su mandíbula y sus mejillas adornadas de una barba suave y sutil.

—¿Qué te puedo decir? —su nariz pega con la mía y su lengua paseándose por la comisura de mis labios hace que retenga el aliento—. Estoy morboseándote con la mirada desde hace un buen rato... Ya no me podía aguantar más.

Apoya las manos a mis costados y la ligera presión que hace su cuerpo sobre el mío me obliga a acoplarme a sus formas.

Estamos desnudos.
Nos dormimos desnudos.

Nada impide otro revolcón. Uno mañanero. Uno bueno para arrancar el día enérgica, si total las ganas me sobran, me desbordan.

—Bruja —dice en mi oído con matices de exagerado y sensual asombro—. ¿Así vamos a comenzar el día?

Enredo mis piernas en las suyas y su cadera, me arqueo contra su pubis y hundo los talones en su apetecible trasero.

Redondo, turgente y musculado.

—Sí bebé —si él juega a provocarme yo también puedo hacerle frente—. Vamos a empezar con sexo, ¿me lo vas a dar o será que no te alcanzan las energías?

Me puntea con su erección dura.

Eso me encanta en él.

Siempre dispuesto, siempre caliente. Siempre un semental con la parte de su cuerpo que es mi favorita lista para hacerme volar la puta cabeza.

—Energías me sobran, nena —se resbala, untándose de mis jugos.

Es que con Nick no logro contener la calentura. Me toca, me besa y me mojo como una promiscua adolescente de hormonas alborotadas.

—Nunca me decepcionas —paso mis dientes por su mejilla y chupo su cuello. Succiono con fuerza y lo marco.

De la misma manera que me marcó a mí aquella vez, chupeteo su garganta para que las benditas animadoras del hotel vean su cuello moretoneado y a su mujer al lado.

—Me estoy volviendo demente —sigue besándome, dejando lengüetazos que hierven por mis tetas, mis costillas y mi abdomen.

Gruñe y gime pura mierda que a mí se me hace de lo más obsceno y sexy.

Se masturba mientras me besa, sus ojos me comen y el fuego en sus labios me pone a arder.

—Tu coño, nena... —pasa la lengua por mi pelvis, estremeciéndome—, tu coño es todo mío —me abro de piernas y estrujo las sábanas sumida en éxtasis.

No para de decirme que le prende el sabor de mi humedad y eso me pone a diez mil.

Levanto la cadera para que chupe, lama y me haga perder la cordura.

Se prende como poseso de mi clítoris. La punta de su lengua pega como latigazos y no contengo los gemidos.
Me muerdo el dorso de la mano porque lo que hace está brutal.
El toqueteo hincha mi punto erógeno y me tensa las piernas.

—Eso amor... Eso me mata —suelto las sábanas y me arrastro contra su rostro.
Toco su corto cabello y jugando a darme más de lo que tanto me gusta, sube mis piernas a sus hombros abriéndome el coño para invadirme con los dedos.

Primero dos, luego tres. Su boca se cierra en mi clítoris y lo maltrata, cada lengüetazo me sube y sube a la cúspide del placer.

No quiero que se detenga.

Arqueo la espalda y mis talones se hincan en sus omóplatos.

Mi respiración se va al demonio igual que mis latidos y mi juicio que ya lo perdí hace siglos.

Mis expresiones le roban una sonrisa maliciosa en un instante que levanta la vista y besa mis muslos.

No se imagina cuánto estoy disfrutando de esto.
Mi sexo está ardiendo y mis pliegues se empapan con la exquisitez de sus labios.

—Dime lo que quieres —su voz es casi imperceptible. Ronca, excitada y quebrada.

Los dedos me embisten con brutalidad y vehemencia. Me retuerzo en la cama porque el orgasmo se está arremolinando en mi vientre de una manera arrolladora.

—Si no me lo dices te voy a castigar y te voy a dejar con las ganas —advierte enseñándome una mueca de deseo y penetrándome sin parar, entrando y saliendo con frenesí, mojándose con mis fluidos.

—Quiero correrme en tu boca —jadeo fuerte cuando el estrellón se torna pausado pero profundo.

—Buena chica —se agacha y sus labios haciendo magia se apoderan de mi centro.

Su mano que no deja de masturbarme y su boca chupando me llevan a la cima del mundo.

Mi coño le aprieta los dedos y mi clítoris potencia un orgasmo que me sacude como nunca y me hace acabar en él.

Se relame y gateando viene a mí. —Vamos a darnos una ducha —agarra mi mano y tira, enderezándome en la cama.

Podría quejarme y decirle que se tome un momento...

Pero ni momento ni mierdas. Yo quiero más.
Siempre estoy lista para más y en el sitio que sea.

—¿Me vas a coger en el baño? —lo desafío. 

Me carga sobre su hombro. Pone mi culo en pompa, cerca de su rostro y sus dientes muerden mi nalga.

—¿Alguna objeción con eso? —su dedo va por toda mi raja, lubricándose con mis fluidos y paseándose por mi canal.

Gimo en susurros y me contoneo cuando lo hace—. No... Ninguna... De momento ninguna.

—Así me gusta —me baja recién al meternos en el cubículo. Abre el agua y esta se templa enseguida—. Pero tampoco me provoques —advierte en tono lascivo—. Porque si se llega a caer el jabón te juro por Dios que no me voy a resistir.




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