Sugar Daddy Libro 1

PRÔLOGO

Acá estoy, sentada frente a él. 
 


 

Me citó a mediodía en su oficina; su enorme despacho en el último y vigésimo piso de uno de los edificios más reconocidos de la década: el área administrativa y comercial de la mejor empresa vitivinícola de Estados Unidos. 
 


 

Una mesa de brillante madera nos separa, mientras que el jefe de jefes me analiza detenidamente con sus enormes ojos color caoba, en tanto sus dedos golpean el escritorio. 
 


 

—¿Estás segura, Charlotte? —me pregunta—. Porque una vez firmes mi contrato de exclusividad no habrá marcha atrás. 
 


 

Inhalo hondo y me cruzo de piernas. 
 


 

¿Que si estoy segura? 
 


 

La verdad, no. No es ésto lo que quiero a corto plazo, pero es lo que la circunstancia me obligó a decidir. 
 


 

—Si acepté una reunión con usted es porque estoy totalmente segura de lo que pienso hacer —digo, procurando sonar convincente y siguiendo paso a paso, las intrucciones de mi mejor amiga, quién lleva más de dos años gozando de los privilegios del mundo azucarado. 
 


 

«Ropa provocativa. Actitud provocativa. Una seguridad que arrase con lo que tenga delante» 
 


 

Eso mismo me repitió Ámbar varias veces, antes de entrar a la recepción del edificio. 
 


 

«Ellos nos buscan jóvenes, hermosas, sexies, y principalmente seguras de lo que somos y de lo que queremos»
 


 

Él se afloja un poco el nudo de su corbata y suspira. 
 


 

—El trato será beneficioso para los dos. Yo te daré todo lo que desees: viajes, dinero y propiedades, hasta el mundo si tú lo quieres, pero a cambio, tú estarás disponible para mí cuando yo quiera, el día que quiera y a la hora que quiera; y cumplirás cada una de mis exigencias.  
 


 

—Bien —contesto, inclinándome hacia adelante—. Supongo que es un negocio justo: mi cuerpo por tu dinero. 
 


 

Apenas me escucha, niega con la cabeza. 
 


 

—No quiero sexo —recalca con seriedad, desconcertándome—, y tampoco tu cuerpo. 
 


 

Trago saliva con inquietud; con muchísima inquietud. 
 


 

—No estoy entendiendo. 
 


 

A modo de respuesta pone un documento sobre el escritorio. Una hoja en la que figura una especie de contrato; uno perfectamente redactado que yo debo firmar y en donde aparecen no sólo mis datos personales y los suyos, sino también que el vínculo que me relacionará con éste empresario se reducirá a la compañía; a ser su dama de compañía. 
 


 

—¿Dama de compañía?
 


 

—No quiero tus servicios sexuales, no me interesa y no te pagaré por eso —esboza una media sonrisa—. Te pagaré para tenerte a ti, a mi entera disposición. Créeme que será más que suficiente.  
 


 

—Me va a dar lo que le pida, solamente por estar a su lado... ¿Solamente acompañándole? 
 


 

—¿Estás insinuando que traigo segundas intenciones? —curiosea con una mezcla de ironía, mordacidad y diversión en la voz. 
 


 

—No —contesto con franqueza—. Imagino que la suerte se pone a mi favor demasiado pronto. Nada más.  
 


 

—¿Por qué mejor no somos honestos? —se levanta de la silla y rodea el escritorio hasta llegar a mi lado. Se recarga en el filo de la madera y enfatiza—. ¿Cuál es la verdadera razón que te trajo a mi despacho? 
 


 

Respiro profundo—. Porque lo necesito. 
 


 

Mi familia lo necesita. Mi casa lo necesita. Nuestra comida lo necesita. 
 

—Entonces, Charlotte Donnovan, nuestro acuerdo llegará al mejor puerto te lo puedo asegurar —se siente complacido, tal parece ha recibido la respuesta que esperaba escuchar. Me ofrece la mano y dudosa, la estrecho—. No te asustes, los dos ganaremos en éste negocio. 




 


 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.