—¡Explícate! —Pido desentendida, o tal vez negándome a entenderlo., y devolviéndole inmediatamente el artefacto electrónico.
—Char., ésto... — Puntualiza observándome como si de una potencial tonta me tratara, —Es la definitiva solución a tus problemas. —Rueda los ojos desdramatizando la escena que se ha tornado tensa y añade feliz, —¡A una vida que te lleva la soga al cuello y lo que te devolverá esa hermosa sonrisa de forma permanente!
Tanteo los dedos contra el buró de cemento y miro alrededor varias veces —E-eso... Eso es prostitución. —Por lo bajo agrego, —Me has mostrado una página web para escorts de la alta elite.
—¡No seas idiota Charlotte! —Reprende pellizcándome el dorso de la mano. —No resulta tan siniestro como tu inocente mentecita lo idealiza...— Sonríe con picardía y lo comprendo. Entiendo a la perfección de dónde ha salido el flamante audi perlado que Ámbar conduce y el cuál, cuándo en horarios coincidimos me lleva a casa. También el último modelo de teléfono móvil que ni siquiera se puso en venta al mercado americano, pero que ella sí lleva en el bolsillo trasero de sus jeans. Deduzco incluso el motivo de aquella tarjeta de crédito platino con dinero ilimitado, y de la que se ofreció innumerables veces a darme efectivo. De igual forma interpreto los incontables detalles que consideraba consecuencias del arduo día laboral, y que ahora acaban reduciéndose a una sola conclusión asentada en mi cabeza con abrumadora sorpresa: Ámbar Reggins, es una de esas despampanantes y asquerosamente llamadas "bebé de azúcar." —¡Enana! —Llama cortando de tajo las revelaciones que el cerebro en silencio va procesando, —Es lo mejor que te podría ocurrir, ¡créeme! Eres hermosa., una absoluta belleza. Tendrías el globo a tus pies si enviaras los datos allí y...
—¿Y rotularme una puta Ámbar?— Interrumpo molesta, hiriente y carente de tacto, —No soy quién para juzgar nada. Para decir lo que está bien o mal... ¿Pero por qué no confiaste en mí?, ¿por qué no me confesaste que formabas parte de algo así?
—¡Dios santo!— Estalla tan irritada como yo lo estoy, —¡En serio que a veces pecas de ilusa Charlotte! ¿Te piensas que un mísero sueldo de mesera me llevaría a conducir semejante vehículo?, ¿a pagar la matrícula de la universidad?, ¿a vacacionar o mantener cada capricho en mi familia?, ¡no seas estúpida y baja a la tierra cruel, materialista y real de una vez por todas! —Suelta bufidos agobiados, cabreados, sentenciando con una frivolidad que me paraliza, —No lo hago por necesidad si te lo estás preguntando. Soy una Sugar Baby porque me encanta. La ambición me puede Char. Adoro la idea de tenerlo todo., lo que se me antoja dando a cambio algo tan simple como lo es mi cuerpo.
Trago saliva anonadada debido a lo que oigo, indudablemente sin dar crédito a algo semejante —No... No sé qué decir.
—No tienes que decir ni una sola frase.— Masculla levantándose del asiento, pretendiendo abandonar el patio y posterior universidad. —Porque es un estilo de vida que me gusta. ¡Yo los elijo! —Espeta regia, olvidando completamente que aún restan tres asignaturas más, optando concluir clases por el día. —¡Yo decido a quién entregarme y de quién percibir cada gusto que deseo cumplir!
Imito el gesto suyo sin saber a ciencia cierta dónde ir. Luego del trago un tanto sorpresivo ni siquiera considero la idea de dirigirme al aula —P-pero... Pero Ámbar y... —murmuro contrariada, siguiéndole el trajín. —¿Si un día añoras una relación seria o formar una familia...
—Ésto es lo que añoro rubia,— corrige mordaz, —no me interesa la mierda del amor cuando soy feliz así: teniendo lo mejor del mundo. Señalando al hombre con el que me iré a la cama, al que me someteré con placer y el que con un simple chasquear de dedos cumplirá los caprichos de su linda y morena bebé de azúcar.
Parpadeo boquiabierta ante la inmensa cantidad de información que intento analizar —D-dices... ¿Someter?
Asiente arribando finalmente luego de transitar interminables pasillos, al audi perlado brillante e imponente que yace aparcado en el estacionamiento exclusivo del recinto estudiantil —Hay un cierto reglamento que este tipo de relaciones exige. —Sisea mientras quita la alarma y se acurruca en el mullido asiento de cuero y fragancia a vainilla. —Uno del que estás de acuerdo cuándo envías tus datos buscando ser tenida en cuenta, para torcer el rumbo de una vida miserable hacia los lujos y bellezas subliminales. —La portezuela del acompañante abre automáticamente Reggins enciende el tablero electrónico y hace rugir el potente motor. —Anda Charlie., sube te llevaré a casa. Detesto cuando te pones de terca y subes al inmundo autobús. —Puntualiza con su particular parsimonia matizada de arrogancia que ya conozco de sobra en Ámbar.
—Que... ¿Qué reglamento dices?— Cuestiono colocándome el cinturón de seguridad, ignorando el hecho de que ella detesta el transporte público y también, evitando confesar que los autobuses deberán esperar a la próxima semana cuándo la fecha de cobro avecine.
—Sería lo ideal que leyeras las pautas en la página Char...— Maniobra el volante adentrándose en las aceras y esbozando sonrisas pícaras, casi maliciosas añade, —Aunque pensándolo mejor... ¿A qué fin investigar si ni de broma has considerado formar parte de ésto? —Percibo la mirada fulminante de la morena en mi perfil escudriñándome breves instantes las facciones —¿O sí?
—¡No!— Asevero certera., negando varias veces, —Pero... Tenía curiosidad simplemente.
—La curiosidad mató al gato querida amiga. —Contraataca burlesca. —Y no le veo sentido detallarte algo a lo que ni siquiera piensas acceder.
Afirmo a modo de contestación, me encojo en el asiento de forma tal que parezco un ovillo y reparo la vista en las calles atestadas de comercios.
<<¡No quiero saber nada de ello!>>