Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO SEIS

<Varita mágica. Que la suerte me ha tocado con una varita mágica.>>

Muerdo la cara interna de mi borde inferior y reprimo insultos hacia la conclusión ridícula e incoherente, que escuché de la morena.

Simplemente callo y me repito cuánto necesito sus abrazos., sus consejos, y sobre todo oír. Poner especial atención a lo que en primera instancia y cuestión de horas atrás aborrecí, para llevar a cabo de la mejor manera posible tal encuentro.

—Por favor. —Musito avergonzada., —No continúes.

—¡Ya se me olvidaba que hablo con mi mejor amiga la monja Charlotte! —Refunfuña ese matiz suyo, dónde no distingo el límite establecido entre la ironía y la diversión. —¡Te estaré esperando! ¡Gracias a Dios bendito Carlo accedió a mandar a mis padres lejos un par de semanas! —Le noto enmudecer varios segundos que me permiten fruncir el ceño asqueada. Planteándome con convicción que si acepto la misteriosa propuesta de David Henderson ni de broma abusaré de su poder monetario. Únicamente negociaremos lo justo y necesario. ¡Me niego a contagiarme de Ámbar!

—Entonces si aguardas por mí, buscaré un suéter y salgo enseguida. —Corto tajante, añorando cesar bajo cualquier método las infidencias del que hasta hoy creía su joven y apuesto novio mediterráneo. Uno al que jamás conocí en todos estos meses que lleva de materialista relación, y del que menos imaginaba, sería un daddy azucarado.

—¿No prefieres que vaya, Charlie? —Pregunta cambiando rápidamente el rumbo de la conversación., obviando las retóricas del Daddy azucarado y preocupándose por mi bienestar tras unas pocas aceras que deberé recorrer. —¡Ya ha oscurecido!, podría ser peligroso que camines sola en una avenida tan oscura. —Puntualiza inquieta.

Esbozo una mueca de suficiencia mientras abro mi precario clóset buscando el ligero abrigo deportivo color gris, que fue posesión de Liam durante largos años.

¡Tantos salarios, jornales, vacaciones llevo sin percibir dinero extra con el cuál adquirir alguna que otra prenda! ¡Consume tanto la mantención del hogar familiar, que las doce horas diarias de mesera en la cafetería contigua a la universidad, a duras penas cubren el gasto de luz, alquiler y putas deudas a prestamistas bancarios, con los que mi difunto padre se encargó de hipotecar la casa de una sola planta!

Me he acostumbrado a utilizar la indumentaria desgastada, masculina de mis hermanos, (por lo menos de la abrigo)., pues ni siquiera las propinas que recibo brindan la posibilidad de invertir en un ropaje color coral, entallado y que muy de moda se encuentra ahora.

Respiro profundamente.

Si logro dejarles el pan cada mañana, el tazón de tibia leche, y los vegetales a Sam para preparar la tediosa sopa de pollo, cualquier sacrificio vale la pena, todo vale la pena y es un honor rezagar mi juventud dándoles incluso hasta lo que respiro a mis grandes e infinitos amores.

Parpadeo tragándome la creciente angustia que el cúmulo de sensaciones amargas provoca, y borro la tortuosa pregunta que a diario termina vanagloriándose por mi mente, sombría, siniestra y aumentando el deseo de lanzarme bajo un automóvil.

¿Qué haría si un día cualquiera ya no tuviese al lado a los renacuajos? Si no oyese los chistes malos de Liam., observara a Christopher pintar y dibujar bocetos de flores silvestres, algún pajarito libre de cargas o el atardecer., e incluso comprendo lo difícil que se me haría la rutina si no pudiese apreciar la melodiosa voz de Alexandra interpretando cada canción de Disney.

—Definitivamente no, Ámbar. —Espeto destrozando el júbilo mental de tormento, tras imaginar hechos a los que me niego atravesar. —No te inquietes por mí., sé caminar sola bajo la oscuridad. No olvides que lo hago generalmente al terminar el turno. —Quito el abrigo deportivo del armario, lo estiro sobre la cama y sentencio, —Tranquila. Nos vemos dentro de unos minutos.

Sin permitirle mediar otra frase corto la comunicación y cojo la cartera enorme donde guardo, no sólo el apartado destinado para la universidad sino también el uniforme del empleo, y ahora, mi cepillo de dientes, el pijamas de dos piezas con estampados leoninos y el cargador del teléfono móvil.

Suspiro profundamente mientras me coloco el holgado suéter, y dando la vuelta analizo la imagen que devuelve el espejo. Ese cristal tan desgastado, como todo lo que rodea mi existencia. El mismo que denota la panorámica de una preciosa chica de diecinueve años, inundada de pena.

Poseedora de la más envidiable melena dorada pero que nada resalta en el conjunto de ojeras marcadas, un perfil pálido y las retinas apagadas, sumamente tristes.

<<¡Pensar lo que representaba dos años atrás! ¡Lo que éramos los Donnovan dos años atrás!>>

—¡Ay Papito si supieras! —Bufo negando repetidas ocasiones.

Apago el interruptor de la luz, ahorrando al máximo posible lo que acarree consumo excesivo de electricidad. Me cercioro de dejar la habitación en orden y satisfecha encamino el trajín hacia la cocina donde mamá lava los tazones.

—¿Ya te vas Charlie? —Pregunta de espaldas mientras pasa la esponja frenética por una cuchara.

—Sí mamá. Volveré mañana en la madrugada. —Declaro besándole fugazmente el hombro.

—¿Tan tarde hija? —Vuelve a cuestionar perpleja. Cesando momentáneamente la tarea.

—¡Tengo doble turno! —Espeto frotándole los brazos cariñosa. —Luego de la universidad iré directamente allí. Recibiré paga extra y es algo que venimos necesitando. Por lo menos para respirar tranquilas hasta el mes próximo.

¡A no ser que mañana mismo la rutina de una chica sacrificada cambie tétricamente y no requiera de labores como camarera!

<<¡No, no!>> Pienso, <<Desinteresada del desenlace, exigiré continuar con mis labores. Exigiré sentirme un tanto normal., tal vez mejor persona al regocijarme en que aunque negocie mi cuerpo, mantendré intacto el amor propio. Ese que pide incansablemente luchar., luchar por no caer en la fácil tentación del dinero sencillo.>>




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