Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO DIEZ

Las palabras de Ámbar danzan de forma peligrosa en mi mente y no sé a causa de qué, las alertas empiezan a encenderse.
Desentiendo los motivos puesto que pura tontera y ridiculez sugirieron sus cuerdas vocales.

Elegir... Entre alguien que vi una sola vez., y alguien que aún no he visto.

¡Qué estupidez!

   *** 

 

Un leve pellizco va a parar de lleno a mi brazo y suelto quejidos a modo de protesta. —¡Charlotte por favor no me hagas ésto, despierta!

 

—¡Algodón! —Exclamo alejándola tras varios manotazos.

 

<<Sé que estoy soñando.>>


—¡¿Algodón?! —Chilla zamarreándome de un lado hacia otro con vehemencia. —¡Más que algodón voy a patearte el culo! —Gruñe, —¡Llegarás tarde a tu reunión! ¡David Henderson te espera a mediodía y debes alistarte! —Carraspea corrigiendo el parafraseo anterior y sentencia, —Mejor dicho: debo alistarte.

Bato las pestañas tan rápido como la reacción lo permite y analizo el rostro urgido de atención personal.

—¿Qué hora es? —Jadeo.

—Casi las diez. —Responde preocupada.

—¡Mierda! —Bramo molesta, poniéndome de pie en un solo movimiento.

—¡Métete a la ducha! —Ordena,  —Yo me encargo de elegirte algo qué usar.

—Pero, ¿y la universidad? —Objeto inquieta. Negándome a faltar.

—¡Ay! —Escupe enviándome entre suaves empujones al cuarto de baño, —No vas a reprobar por ausentarte un día. ¡Ésto es más importante!

Siendo prácticamente lanzada al cubículo de cerámica abro los grifos y me despojo de espaldas a Ámbar, del atuendo cotidiano con que caí dormida anoche.

Mi cuerpo se estremece ante el contacto del agua templada y visualizando a la morena abandonar el lugar declaro —Amiga...

—¿Qué? —Pregunta mirándome de soslayo.

—Si... Si vas a prepararme la vestimenta... —Trago saliva rememorando la última frase que oí de él y añado, —Deberá ser rosa.

Sonríe deslumbrante afirmando —No esperaba menos. —Objeta retomando el andar, —Es el color apropiado para ti.

Ella desaparece y nerviosa comienzo a lavar cada parte de mi cuerpo. Froto ambas manos frenética desde la raíz del dorado cabello hasta la planta de los pies. Formo capas de blanca espuma producto del jabón abundante y enjuago tramo por tramo, la piel de azúcar que próximamente pasará a tener dueño.

Cierro la llave de pase y envuelvo la fisonomía delgada, curvilínea en una enorme toalla que Reggins depositó encima del lavabo.
Se siente suave, cálida al tacto y tan afelpada su tela que seca la tez al instante.

—¿Será que estoy más nerviosa que tú? —Chilla taconeando impaciente tras verme ingresar dentro del dormitorio gigante, divino y nada que comparársele al mío. —¡Uf! ¡Minutos que parecieron siglos allí mujer! ¡Mediodía!

—Am. —Concilio aproximándome a ella., observando con asombro un exquisito vestido rosa estirado en el amplio lecho de dos plazas. —Tranquila.

—¿Tranquila? —Pregunta golpeando la cama, instando me acomode, y deje mi arreglo personal a su cargo. —¡Muero por escucharte confesar luego del encuentro, que David Henderson se mantiene tan bueno como el vino añejo! ¡Mejor dicho, muero porque todo salga de mil maravillas y...

—¡Espera! —Corto tajante, ruborizada al notar que de una delicada bolsa plástica saca un fino conjunto de lencería rosa. —¿Qué es eso?

—¡Una tanga, Charlotte! —Dice rodando los ojos. —Una sexy tanga rosa. —Se corrije ojeándome traviesa.

—¡Ni loca lo usaré! —Rechisto avergonzada. —¡Tengo prendas interiores en la cartera!

—Lo elegí especialmente para ti apenas supe de tu curiosidad acerca del negocio azucarado, consideré que era hora de poner manos a la obra y anticiparme cuando el instante llegara. —Sentencia tendiéndome el ropaje que muy poco deja a la imaginación: un costoso conjunto de encaje diminuto pero magnífico.

—No me hagas ésto. —Suplico cohibida. —Ni que fuera a... — Insinúo comprendiendo verdaderamente la magnitud del tema. Aterrorizada de suponer que si firmo el contrato, quizá el sujeto quiera ir más allá de una simple primera cita.

Pon muchísima atención a lo que te explicaré. —Reprende severa, obligándome a coger el obsequio sensual. —No deseo sonar superficial pero así va la vida: es una gran mentira que el hombre se siente atraído hacia nuestros pensamientos, sentimientos, e inteligencia. ¡Una gran puta mentira de mierda! —Gira aseverando que voy a colocarme la lencería y quedando de espaldas prosigue, —La primera impresión significa todo, implica el éxito rotundo y que caiga a tus pies, o por el contrario un fracaso enorme y que jamás quiera volver a contactarte. Debes explotar tus atributos y enloquecerlo de cualquier forma., porque así se doblega a los hombres linda., brindándoles de buenas a primeras lo que ellos pretenden ver... Belleza, exuberancia, sensualidad.

—¡Bien! —Resuelvo deslizando la delicada ropa interior por mi tez, y luego el vestido ceñido, terso, provocativo. —Bien, tú ganas Ámbar. Tú ganas.

—¡Bravo! —Ríe maquiavélica, volteando con secadora y rizadora en mano. —Siempre quise ondear tu melena hermosa y también horrible. —Canturrea analizando cómo me sienta la elección sexy, demasiado incitadora. —O colocarle capas y capas de rímel a esas pestañas. ¡Caramba que la indumentaria fue diseñada expresamente para ti!

Suspiro resignada y omito decirle que no gusto de verme así., aún sin visualizar la imagen completa, aún sin reparar en el espejo, la sola idea de lucir tan atrevida me asquea.

Los minutos empiezan a transcurrir y la impaciencia porque no acaba más con la tarea agobia.

—Calma. —Advierte armando abundantes bucles que después de largo rato pudo formar. —Déjame ponerte algo de perfume y prestarte mi blazer. —Dicta trotando hacia el despampanante armario y retirando de él un lindo, largo, sobrio sacón que resta extravagancia al atuendo en general. —Ahora mírate. —Insiste, —Establece la diferencia. —Jala suavemente mi brazo y conteniéndose de entregarme el ligero abrigo, me direcciona al cristal de varios cuerpos. —Observa a la Charlotte que hoy enterrarás en el olvido y saluda a la nueva Donnovan. A la mujer que podría guardarse el mundo entero en el bolsillo si se lo propusiera.




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