Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO QUINCE

—¿Y bien baby? —Vuelve a preguntar impaciente, expectante, deseoso de escuchar algo que quizá ya se imagina. —Estoy esperando por ti.

—Yo... —Balbuceo obligando a la saliva descender forzadamente por mi garganta. —Yo., yo necesito...

—Qué preciosa... —Insiste entre mascullas. —Dime., dile a tu daddy lo que necesitas.

Alzo la vista y allí me topo con el semblante indiferente de Patrick., ese que solamente aguarda la calma de mis acelerados nervios para marchar de una buena vez.

—Dinero. —Confieso al mismo tiempo que humillantes lágrimas me resbalan sobre las  mejillas. —Un adelanto de dinero.

—Mmm... —Le oigo murmurar al otro lado de la línea. —¿Y no piensas que es un poco apresurado... Bebita?

Suelto de a poco el oxígeno de los pulmones. Busca doblegarme., someterme al extremo., manipular mi desesperación y ya tan poco importa que con tal de obtener el sustancioso adelanto lo haré: me serviré en bandeja a sus comentarios sarcásticos, mínimamente mal intencionados.

—Lo necesito Dav...

—Daddy., linda. —Corta sereno. —Si leíste el contrato cuál muy dispuesta estás a firmar., sabrás que debes referirte a mí como daddy., aunque papi... ¡También me agrada! —puntualiza carcajeando.

Muerdo la punta de la lengua conteniéndome de mandarlo a la gran mierda y obedezco —Daddy... Lo necesito. —Digo percibiendo el tinte de súplica inundarme la voz. —El hogar de mi madre, y mis hermanos pende de un hilo. ¡Realmente me urge su ayuda!

—¡Quién iba a decirlo Charlotte! —Exclama disfrutando el demostrar que sí tiene poder, y sobre todo sí puede determinar el destino de otra persona. —A fin de cuentas, ¿ves que llevaba la razón? —Objeta triunfante. —Solamente una cosa mueve a éste mundo de porquería: los billetes.

Limpio rápidamente cualquier indicio de amargura o sufrimiento con el dorso de la mano, evitando así llamar más aún la atención.
Hago total y absoluto silencio, procurando sea él quién prosiga el monólogo atestado de sorna y revanchismo., recordándome también, bastante certero, las palabras que pronunció cuándo me contactó: aquellas aseverando de la codicia que rodean el planeta, y de la que yo me jactaba hasta hoy, nunca formar parte.

—¡No te lo tomes personal bebita! —Continúa burlesco., como si se llevase a cabo la mejor broma de todas. —Anda., confiésame cuánto efectivo precisas., sería muy triste que tus tres hermanos menores pasaran fuera la noche de mañana. —Hace una pausa y evidenciando la extensa información que maneja de mí sentencia: —Pronostican que será la más fría de lo que va del mes.

Detengo nuevamente la vista en el cobrador maldito, mientras jugueteo con la mano libre de móvil, a doblar el borde de la camiseta informal que visto.

<<¡De cualquier manera obtendré ese dinero! ¡Me vale mierda si tengo que lamerle los zapatos luego, para así equiparar el dicho del "favor con favor se paga"!>>

Levanto un poco el mentón y mirando desafiante a Patrick respondo tajante, sin dubitar —Cuarenta mil.

Le oigo soltar un bufido a través de la comunicación y falsamente asombrado, instalándome el puñal de dudas sobre si él mismo llevaba orquestado ponerme en la cuerda floja, cuestiona —¿Cuarenta mil dólares linda? Eso es mucho, ¡muchísimo dinero! —chasquea la lengua añadiendo: —muchísimo dinero para un adelanto.

Rápidamente descarto tal posibilidad. Podrá resultar un tipo experto del negocio y las tretas empresariales que le ayuden a conseguir lo que desea., pero de ahí, a manipularme y ejercer presión extra con algo tan delicado., ¡dios que no lo creo capaz! ¡No sería capaz de comportarse así de cruel y despiadado!

—Por favor... —Susurro, —decidí firmar el convenio, haré lo que usted me pida. 

—¿Qué dijiste? —Pregunta alzando el timbre vocal., —Si fueses amable, ¿me repetirías un poco más alto lo que murmuraste? ¡Es que no te oí bien!

<<Hijo de puta.>>

—¡Por favor! —Chillo despertándole nuevamente la fascinación, tras lograr ese propósito oscuro de pisotearme. —¡Es urgente el que pague la hipoteca!

—¡Qué linda mi inocente preciosidad! —Espeta mofándose. Deteniendo el tiempo para mí, cuándo en realidad transcurrieron no más que pocos minutos. —Sólo porque me conmueve tu nobleza inmaculada, tienes un cheque disponible en cualquier cajero automático, a cobrar ya mismo si gustas.

Cierro los ojos, suspiro aliviada y sonrío. Después de bastante, sonrío libre de cargas y culpas. ¡Lo hice!

¡Salvé mi casa!

¡Me humillé y lo repetiría cien veces más! Sin dudarlo, lo repetiría cien veces más.

—Gracias. —Confieso al borde del llanto desconsolado que ayude a desahogarme. —Muchas gracias.

—No me lo agradezcas. —Intercede adoptando ese tono amable que le caracteriza. —Porque nada es gratis en ésta vida y la caridad no es mi punto fuerte. —Carraspea y escucho el pasar de varias hojas al fondo del auricular. —Mañana te quiero en mi oficina, como mi secretaria Charlotte. Allí veremos la forma de pagarme el favorcito. —Ríe estremeciéndome, asustándome también ante lo que se le ocurra añadir y murmura: —¡Felicidades! ¡Tienes un nuevo empleo bebita! Uno del que varias matarían por poseer., así que aprovéchalo. Si eres inteligente, aprovéchalo.

—Está bien. —Objeto rendida., únicamente resuelta a dejarme llevar., —Debo trabajar entonces mi último día aquí en la cafetería...

—¡De ninguna manera! —Corta imponiéndose su voluntad, —Irás a la caja de ese lugar de mala muerte, y presentarás ahora mismo tu renuncia. Recuerda que la exclusividad en todo ámbito, es el motor fundamental de nuestra relación poco convencional, y ello incluye tus labores.

Ladeo el perfil nerviosa y reparo donde Giselle, hasta hoy mi jefe, me observa con altanería y cientos de órdenes atoradas en la garganta, a modo de castigo tras la demora.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.