Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO DIECIOCHO

—¡No! ¡No es nada! —La oigo exclamar ya exhausta de sus reiteradas arcadas. Pausando las letras para recobrar el aliento, y logrando únicamente retorcerse del dolor estomacal, que parece propagarse a cada ápice de su cuerpo. —Sólo déjame dormir. —Pide cortada., creyendo que es a una idiota a quién le habla., y olvidándose que moriría de pena si algo llegase a ocurrirle, más aún si de imprudencia o negligencia se tratase.

 

—No. —Resuelvo tajante. Seria. Sosteniéndole la quijada, buscando que su mirada conecte con la mía y entienda que me rehúso a hacerme la tonta. —Iremos al hospital ahora mismo.

 

Gira bruscamente la cabeza y la escucho sollozar de bronca. Conozco a Sam., es terca, orgullosa, se cree invencible, una mujer desbordada de salud cuándo la realidad evidentemente dista muchísimo de algo semejante. ¡Y no tengo derecho a quejarme! ¡La terquedad viene de herencia!

 

—Por favor Charlotte. —Susurra sombría, llenando los pulmones de oxígeno para así ponerse de pie como si nada sucediera. —No tenemos dinero. No quiero ir al hospital.

 

Niego varias veces, desestimando sus palabras cargadas de capricho o temor.

 

—Quédate sentada. —Advierto al notar que pretende no sólo pararse, sino también limpiar el desastre que personalmente me produce náuseas, inmensas náuseas que aguanto. Las tolero porque amo a Samantha y haré exactamente lo mismo que ella con nosotros cuando éramos unos críos: limpiar nuestras enfermedades, desastres, y caos., cuidarnos, protegernos y velar por cada uno de los Donnovan. —Iré a buscar algún paño mojado. —Recalco.

 

Sin permitirle mediar contestación, cruzo el marco de la habitación tan rápido como los pies admiten. Abordo la cocina y escucho, mientras lleno a tope un balde de agua fría la puerta de entrada abrirse de par en par, junto a las vocecitas de mis tres renacuajos malditos.

 

—¡Yo no soy una ñoña!

 

—¡Sí que lo eres!, ¡una ñoña tonta y fea! ¡Muy fea! —Frunzo el ceño y cierro el grifo. <<¡Christopher con su loca manía de desquiciar a la pequeña amante de los pony!>> —¡Eres horripilante Alex! —Ríe maquiavélico, y agrega saludando el demonio de nueve años que adoro: —¡Hola Char! ¿Verdad que Alexandra es una niñata espantosa? —Pregunta tras abrazarme la cintura, allí donde alcanza su altura máxima.

 

—¡Deja de molestarme! —Refunfuña mi sirenita que en nada se asemeja a mamá. La infante de seis, resulta el fiel calco de Douglas: piel aporcelanada, ojos avellana, cabello entre dorado y cobrizo. —¡Charlie, dile que no me moleste! —Pide ella estrujando el afelpado osito incondicional que la acompaña cada jornada estudiantil., —O le daré una patada. —Sentencia adorable, maliciosa, y la mezcla peligrosa de carácteres inestables.

 

 

Carcajeo revolviendo el cabello ondulado de Christopher para luego acercarme a mi hermana menor., quitarle el atuendo distintivo de la escuela y alzarla en brazos —¡No debes pegarle a Chris! —Reprendo mientras le beso sus cálidas mejillas.

—¡Pero él es un idiota! —Rechista obligándome a abrir los ojos anonadada.

—¡Alexandra Donnovan! —Chillo tras las risas fuertes del renacuajo provocador, —¡de dónde aprendiste esa palabrota!

Arruga el ceño irritada. Enojada al ser sermoneada —¡Sara se lo dice todo el tiempo a su hermano! —Objeta justificándose. —¡Y christop es un idiota!

—¡Aunque Sara lo haga, tú no debes imitarla! —Espeto situándola de pies contra el piso. —¡Y tú futuro corredor de rallys! —señalo hacia el primogénito de satán., el otro heredero Donnovan que augura desde infante ya, causarnos miles de líos mentales. —¡Cómo vuelvas a burlarte de tu hermana... Te la verás con mi chancla!

Amedrentado consecuencia de la falsa amenaza, calla inmediatamente y ambos pequeños encomiendan el trote apresurado al cuarto de baño, para lavarse las manos y tomar la merienda que, no se les ha pasado por alto husmear en la cocina.

Niego varias veces bajando el balde de agua fría al suelo y pongo la leche chocolatada a hervir.

<<¡Demonios traviesos! ¡Cuánto los amo!>>

Sonrío levemente, y dando pequeños puntapiés al recipiente pesado, buscando trasladarlo al dormitorio de Sam., la voz ronca, esa que atraviesa el cambio hormonal de la niñez a la adolescencia interrumpe absolutamente cualquier accionar.

—¿Qué estás preparando? —Indaga Liam obviando los buenos modales que se nos inculcaron desde la cuna.

Giro el rostro en su dirección. El demonio que más amo luce cambiado., y el cambio no me gusta.

—Se dice "Hola", Liam. —Corrijo observándole a detalle.

—¡Ay ya Lotte no me vengas con la porquería de educación! —Masculla adoptando el mote horrible, (que sabe, detesto) y encima la postura arrogante que nunca caracterizó al primer varón descendiente.

—Chocolate caliente. —Murmuro indiferente. Pasándole por al lado y notando él, mi esfuerzo al intentar llevar el cubo. —Budín también.

—¿A dónde vas con eso? —Cuestiona bajando los decibeles de altanería., socorriéndome en la travesía de pocos pasos.

—Pretendo dejarlo frente a la puerta de mamá. —Digo simplemente.

—Perdón Charlie. No quise ser odioso. —Susurra entibiándome el alma, retomando el matiz vocal dulce que acostumbro escuchar. —Perdón, ¿si? No te enfades conmigo. 

Detengo el trajín y cojo el brazo delgado de mi hermano. Podría apostar la vida a que dentro de unos pocos años, Liam será el causante de varios suspiros entre las chicas. Es alto, con apenas catorce me saca al menos diez centímetros de ventaja y su contextura física, aunque luzca frágil, indica que luego del desarrollo le ensanchará espalda, extremidades y muslos.

<<Generalmente los Donnovan solemos poseer esa cualidad en la anatomía: un porte bien marcado, curvilíneo en mí y seguramente Alexandra., robusto en Liam y Christopher.>>




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