Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO VEINTIUNO

—No... No me digas eso. —Susurro quitando de un jalón apresurado la mano de sus garras cálidas y suaves.

—¿Sigues poniéndote nerviosa Rapunzel? —Pregunta entre dientes., percatándose de que las miradas atentas se posan en el gerente y la idiota secretaria, bajo una distancia para nada prudencial cuánto al esquema laboral refiere. —Pero tranquilita... —Concilia finalmente separándose, permitiéndome respirar con normalidad. —No pretendo causarte incomodidad. —Se cruza de brazos y la tela fina azul marino marca de una forma atrapante los músculos bien trabajados de sus extremidades. —Te morderé únicamente con tu consentimiento, algún día de éstos. —Añade guiñándome el ojo.

—Nicolas —,interrumpe el accionista tanteando los dedos sobre la mesa de cristal alargada, amplia que junto a una pantalla de diapositivas adorna la sala. —no tenemos mucho tiempo. ¡La prueba de cosecha y cata de vinos es la semana entrante!

Tuerce el perfil molesto por la interrupción, que personalmente agradezco y alza una ceja acaramelada en dirección al impertinente empresario —¿Y? —Masculla altanero.

Relame los labios intimidado ante el tono empleado, optando rascarse el bigote mostacho nervioso, que denota su amor asqueroso por el tabaco o habanos caros: —Es una selección importantísima, fundamental para promocionar la nueva botella. Debemos ultimar detalles...

—De eso se encargará relaciones públicas y el presidente. —Corta frío, acomodándose la chaqueta y obligándome a mí., a entender que el daddy del infierno aguarda su café de porquería. —¿Algo más que desees acotar? —Cuestiona severo. Adoptando un semblante profesional que llama mi atención, pero al mismo tiempo me  proporciona el escape ideal hacia el umbral y posterior pasillo.

Entre gestos amables, doy la vuelta cumpliendo exitosamente la tarea encomendada, atravieso el marco y suelto el oxígeno de los pulmones en su totalidad cuando la mirada de Niko no vislumbra al alcance del radar.

Observo hacia todos lados, buscando indicios de maquina de café, cafetería, o un milagro inexistente.

Mordisqueo el borde inferior frustrada y decidida presiono el botón del elevador. Tal vez alguien amable en alguna de las plantas de abajo sepa orientarme, pues retornar a la sala de juntas y exponerme a otra ojeada del fulano fanfarrón no es lo que necesito para iniciar la jornada laboral.

Las puertas del ascensor se abren y me inmiscuyo en el interior. Taconeo recordando que la infusión debe ser fuerte, doble, sin azúcar y con varias gotas de veneno mortal.

Agacho la cabeza esperando el trajín de la máquina y únicamente pienso en mamá. Aprovecho los instantes de soledad y me pregunto si habrá alguna novedad., si ya la habrán trasladado al centro hematológico., si estará despierta., si sabrá que solamente ansío correr a sus brazos y besarle la frente.

Cierro los ojos mientras me recargo contra la pared fría y un sonido seco obliga a que bata los párpados molesta.

Lo que definitivamente no me gusta Rapunzel... Es que me dejen con las palabras en la boca.

Entorno las orbes rápidamente una vez le escucho dirigirse a mí. Lo veo allí parado, deteniendo con su mano la puerta corrediza del ascensor, analizándome de arriba hacia abajo con una sonrisa estampada en el rostro y la superioridad dibujándole las facciones.

—¿Podrías dejarme en paz? —Pregunto carente de cordialidad. Limpiando una pequeña lágrima que resbalda sobre la mejilla.

Se endereza con elegancia y haciendo caso omiso aborda completamente el cubículo, permitiéndole reanudar la marcha.

—No tengo ganas de dejarte en paz. —Sisea colocándose a mi lado e imitándome la posición. —¿A dónde ibas?

Le miro de soslayo achinando las retinas. ¡Caramba que sabe cómo importunar!

—Por un café.

Ríe fuerte, realmente divertido ante mi respuesta y le ojeo aún más asombrada.

—¿Qué te causa tanta gracia? —Indago seria, —Pues si es un chiste cuéntamelo y me río también.

Las carcajadas se tornan intensas, periódicas y niega varias veces.

—No tienes porqué bajar diez pisos Rapunzel, hay una express en la última planta.

Refunfuño apenas oigo aquello. <<¡Bendita manía de malgastar el tiempo! ¡Ni se le vaya a ocurrir al maquiavélico sujeto de azúcar, obligarme a lustrarle los zapatos por la demora!>>

—Excelente. —Rechisto presionando el botón del nivel superior nuevamente, despertando agradables carcajadas de Niko.

—Genial. —Exclama carraspeando, volviendo a su postura serena pero atractiva. —Te acompañaré., se me antojó un buen capuccino.

Ruedo los ojos —A veces siento que me persigues. —Espeto aceptando con mínimo gozo la distracción que su presencia imparte para mí. Una que al menos durante minutos me ayuda a suprimir el calvario de las palabras recitadas por David Henderson, la angustia de imaginar a mamá con su malestar diagnosticado., o puntuales hechos del pasado que si no comienzo a develar, acabarán enloqueciéndome.

—A veces siento lo mismo. —Afirma falsamente pensativo.

—¡Es que eres más insportable de lo que aparentas! —Sostengo mientras observo el elevador llegar al destino erróneo. Cerrar sus puertas y encomendarse al pent house empresarial.

—Te corrijo nena... —Murmura con narcicismo. —Soy más encantador de lo que aparento.

—¡Ay dios! —Chillo percibiendo la diversión ingresar por mi torrente sanguíneo. Luego de mucho, mucho tiempo una situación logra provocarme deseos de reír.

—¿Ves? —Pregunta zafando de la posición cómoda y colocándose delante mío, —Ésto quería visualizar.

Arrugo el ceño sin entender, —¿Qué?

—Tu sonrisa Charlotte. —Puntualiza galante, sincero, amable.

—No sabes lo que dices. Igual gracias. —Siseo deteniéndome en cualquier rincón del cubículo que no sea su rostro de piel trigueña, nariz respingona, y mandíbula filosa.




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