DAVID
Llevo mirándola fijamente, contados diez minutos, aguardando oír de una vez por todas, una explicación que no sea balbuceada.
Jugueteo con el borde de la taza mientras la analizo detalladamente. Escudriño las venas azuladas de sus manos saltar embravecidas a medida que estruja los delicadísimos dedos de porcelana., la forma en que su garganta pasa saliva con dificultad., o las repetitivas ocasiones que humedece su labio inferior.
—¿Y bien bebé? —Pregunto disfrutando del momento. Un instante retorcido, porque adoro llamarla así. Aunque el mote me repugne, o parezca libidinoso, toda ella da la sensación de una niña., una bondadosa y pulcra bebé que sin vérselo venir, será corrompida. Me lo propongo para obtener el fin deseado: sacar a relucir la mujer espectacular que Charlotte Donnovan tiene dormida. Una dama en sociedad, una profesional en su carrera, una señorita avasallante, manipuladora, sagaz, pero dulce. Cautivadora, aún manteniendo la chispa de encanto inocente que sé, lo pondrá a él., a sus pies.
—¿Qu... Qué Daddy? —Cuestiona nerviosa, cabizbaja, indicando en carteles fluorescentes que miente.
<<Miente puesto que conozco de sobra a mi ratoncito de laboratorio, la situación que le rodea y la demora en el hall de descanso.>>
—Todavía espero tu respuesta verdadera. —Respondo golpeando el bolígrafo contra el escritorio. Ocasionando una rítmica de sonidos que únicamente la agitan, la perturban. —Porque algo me dice que no debo creerte. —Anuncio alzando una ceja. Escudriñándole las divinas facciones que admiro en tan joven muchachita, pero también odio. Desprecio ya que es verla a ella y evocar a la orgullosa Samantha Houston. A la brava Samantha y el canalla Douglas Donnovan., ellos que me deben mucho. Muchísimo y pretendo cobrármelo ahora, con abultadas creces.
—No estoy mintiéndole. —Susurra en el máximo estado de timidez y vulnerabilidad.
<<¡Claro que lo está!>> Pienso mientras río a carcajadas por dentro. Pero me encanta que así sea, pues ello implica avances. Grandísimos avances y a pasos agigantados.
—No deberías. —sugiero triunfante. —No tienes motivos para mentirme, ¿cierto? —. Niega rápidamente, casi frenética, —¡Perfecto! —objeto radiante. Comprendiendo que ésto será más sencillo de lo que estipulé en un principio. Que la preciosa Charlotte., mi salvamento y quizá su propia destrucción terminará confirmando lo elocuente: es la chica perfecta.
—E-entonces. —Dice temerosa, buscando restarle importancia al hecho de que pretendió engañarme, cuándo conozco el panorama de antemano. —Usted mencionó de una ayuda en leyes.
Finjo un bostezo y estiro las extremidades disimulando extremo agotamiento.
—Así es. —Espeto. —como te lo mencioné en el contrato redactado, pretendo adjudicarte una pasantía y becas con las que logres obtener tu reconocido título de abogada.
—¿Eso...
—¿Qué tiene que ver con lo que te diré? —Redondeo victorioso de constantemente llevar las de ganar. Siempre cuál buen amante del ajedrez, analizando el paso a dar, incluso antes siquiera de considerar darlo. —Simple. —me limito a agregar encogiéndome de hombros. —Te brindaré la oportunidad aquí, en Wine Enterprise.
—¿Pasantía... De abogada? —Musita atónita. Iluminándosele el rostro de emoción a causa de la novedosa noticia., y estrujándoseme el pecho a mí, de una ligera culpa al proporcionarle ésto no por el convenio., caridad, o su labor a emplear, sino por lo que vendrá después. Porque aunque soy fiel apostador, a que con un último manotazo de ahogado conseguiré salvarlo, el terrible daño colateral será inevitable.
—Sí. —Respondo secamente.
—¿Y... Cuándo? —Insiste visiblemente emocionada. Asentándome la conclusión de que resulto un jodido criminal inescrupuloso, un manipulador, un tipo que con tal de salir a flote él y los suyos, es capaz de hundir al mundo en pura mierda.
—Dadas tus excelentes calificaciones académicas, me gustaría involucrarte en el buffete cuánto antes. Obviamente aprenderás de a poco, y en paralelo a la universidad. Tienes unas aptitudes espectaculares que merecen ser explotadas.
—Gracias. —Le oigo susurrar nerviosa.
—Ya te recalqué: nada de agradecimiento, —reprendo con sutileza, —Porque vas a pagármelo. —Redondeo serio.
—¿C-cómo? —Interroga transmutando su semblante alegre, a uno pálido e inquieto.
—¡Puedes estar tranquila! —Carcajeo, —Nadie tocará tu cuerpo. —Fijo la mirada en ella y cojo la taza dándole un sorbo a la asquerosa bebida, únicamente para amedrentarla un tanto, y acabar de confirmar mis sospechas: Jean le puso el ojo. —Nadie. Que te quede bien claro. —Asiente dubitativa, permitiéndome continuar, —Dentro de dos semanas se realizará una cata, en los viñedos al sur de California. —recito ante su atención inmaculada. —E irás allí en mi lugar. Yo debo viajar al extranjero y no podré presentarme.
—¡No tengo absolutamente idea de vinos! —Chilla asombrada, pero también levemente negada a obedecer la orden laboral.
—Pues no asistirás como experta en cata de vinos bebé. —Siseo sereno. —Simplemente serás mis ojos, mis oídos, mi voz y mi paladar. —La vislumbro realizar una genuina mueca de asco y levanto la ceja inquisitivo, —¿Acaso no te gusta el alcohol? —Cuestiono, vislumbrándola negar rápidamente. <<¡Qué curioso! Ha fallado el de tal palo, tal astilla en los Donnovan.>> —Entonces a partir de ahora, tendrá que empezar a gustarte. —Puntualizo tranquilamente.
—¡No puedes obligarme si no quiero! El contrato dice claramente: no bebidas alcohólicas. —Escupe embravecida, regalándome fugaces destellos de su carácter fuerte, encantador.
—El contrato estipula que durante seis meses hasta tu alma me pertenece. —Corto con frivolidad, causándole cierta impresión, —Un auténtico pacto con Satanás, preciosidad. —Asevero, —Y si se me antoja la reverenda gana que bebas tres botellas de licor tinto, te las beberás sin rechistar.