Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO VEINTIOCHO

—¡Uh princesa, tienes razón! —Concuerda sonriente mientras juguetea con la golosina sabor naranja, que bien impregnada su dulzura se me ha quedado en los labios. —Vamos por tus hermanitos. —Añade girando el volante hacia la izquierda, rascando el muslo enfundado en el pantalón azul marino de etiqueta como si de esa forma descargara ansiedad o adrenalina.

—Gracias. —Musito saboreando aún lo que su lengua experta, cálida, invasiva dejó: un leve toque de azúcar. Más que caramelos, miel. Más que un arrebato, deseos cómo él., de subir el nivel.

—¿Por qué mejor no paras de agradecerme y vienes a besarme de nuevo? —Pregunta fanfarrón, incitador a obedecerle o., ganarse una serie de cuantiosos insultos.

—¡Yo no haré semejante cosa! —Refunfuño cruzándome de brazos, observando el panorama delantero, e indicandole entre señas las avenidas a tomar.

—¿Por qué no? —Repite inquisitivo.

—Porque no se me da la reverenda gana. —Exclamo asombrándome inclusive a mí misma la contestación, y despertando en mi chófer hipnóticas carcajadas.

—Menudo carácter te tienes guardado muñeca. —Asegura negando.

Ruedo los ojos.

<<¡Claro que se me da la reverenda gana besarlo!>>

<<¡Pero, la cautela ante todo!>>

<<Cautela y rezos al cielo, porque David no siga mis pasos.>>

—La próxima., a la derecha. —Espeto indiferente a sus provocaciones.

—Eres una fierecilla... —prosigue importándole muy poco el hecho de que ya no le presto atención., o finjo no hacerlo. —Y me encanta. Una mujer completa Charlotte... Eres una tentadora mujer completa.

—Las tentaciones son peligrosas Niko. —Vocifero percatándome del centro estudiantil primario donde Alex y Chris aguardan por su libertad., de fachada sencilla, algo descuidada pero el recinto ejemplar en que con mucho amor y dedicación reciben las mejores clases académicas. —Es aquí.

Estacionando lentamente, apagando el motor y ojeándome triunfante puntualiza —Pues a mí me fascina el peligro, linda. Amo tener lo que deseo, lo que quiero, lo que necesito, y tú representas las tres.  Créeme que ninguna prohibición o lejanía que pretendas imponerme logrará frenar los impulsos.

—Regresaré a casa caminando. —Anuncio quitándome el cinturón de seguridad, abriendo la portezuela del deportivo blanco y abandonando, con el calor embargándome de pies a cabeza, el vehículo.

La brisa ahora relativamente fresca del atardecer me golpea las facciones, así que recurriendo casi al malabarismo, sostengo mi cartera y opto colocarme el ligero abrigo que traje de paseo.

Los pies han comenzado a dolerme producto de la falta de costumbre en usar tacones, aunque sean de escasa plataforma. Estiro la falda de tubo negra y ladeo la cabeza en dirección a la plaza que rodea el colegio de los demonios Donnovan. Allí que luego de algunos juegos, y arbustos se encuentra el secundario donde Liam cursa su tercer grado.

Tercer grado, y asignaturas más bajas que la temperatura del frío invierno.

Agudizo la vista mientras fricciono mis extremidades y lo pillo a él, fuera del horario escolar. Las piernas flaquean, cuando reparo en las otras tres personas que le acompañan: Liam Donnovan ensimismado en una conversación con James. El cerdo James, que junto a sus colegas pandilleros buscó... Violarme noches atrás.

Mi hermano, (que prometió mantenerse alejado de los problemas), encantado de romper juramentos, o tomarme el pelo, simula estar hundido hasta el fondo, de jodidos dramas.

Cierro las manos en puños, y como si supiera que alguien le observa desde la lejanía, el rubio rebelde voltea inmediatamente, quedando de frente a mí.

Sus ojos se abren al igual que la boca en claro gesto de asombro, y yo no puedo más que negar decepcionada.

Furiosa porque lo quiero lejos de esa porquería.

—Pensé que te despedirías de... —Escucho mofarse a Nicolas., siendo cortado, por la apariencia de mi semblante seguramente rabioso. —¿Ocurre algo? —Pregunta imitándome la acción, observando el punto idéntico que yo.

—No... —Respondo analizando el apretón de manos que el varón Donnovan estrecha con semejante criminal, y la forma ágil, temerosa en que cruzando la plaza se aproxima.

—¿El muchacho es...

—Liam. —Corto tajante. Esperando llegar a casa y largarle una retahíla de sermones a rubiales. Dando la vuelta decidida a retirar a los tesoros de la familia.

—Charlotte. ¿Tu hermano se codea con el hijo de puta de James? —Indaga lúgubre, sin moverse del lugar en que se ubica estático, justo al borde de la acera.

—Qué irónico parece, ¿no? —Ironizo percibiendo los asustadizos dedos de Liam sujetarme el antebrazo. —Pues me vengo a enterar recién hoy, que quién me prometió alejarse del problema, aún se relaciona con cerdos criminales. 

Lotte... —Murmura aprehensivo el heredero menor.

—Será mejor para ti, que te calles. —Amenazo olvidándome completamente de la presencia de Nicolas. Aunque mamá no esté presente, por saberme la mayor y la que vela cada instante por ellos, el derecho de reprenderlos cuánto sea necesario lo traigo ganado. —En casa vamos a hablar. Tú y yo seriamente vamos a hablar.

—¡No hacía nada malo Charlie! —Se defiende infantil, entre tonadas altas que la campana de salida escolar silencia. —¡Sólo le dije a James que no me molestara más!

—¿Sonriéndole y saludándole tan amistoso? —Interrogo recriminatoria. —¡Vaya forma la tuya!

—¡No entiendes! —Refunfuña empecinado en tener la última palabra.

—No te preocupes. —Advierto ignorándole, —Tendrás tiempo de explicarme a la noche.

—¡Pero Charlie! —Rechista.

—¿Ellos siempre están allí? —Intercede el hipnótico hombre arrogante, ganándose miradas curiosas de Liam.

—¿Y tú quién demonios eres? —Viborea arrugando el ceño molesto. Irritado cuál hermano posesivo, tras verme acompañada.




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