Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

Estrujo los dedos en el asa de la taza que Niko se encargó de preparar, adelantándose al hecho de que mi café batido a mano sería un rotundo fracaso y también, dejando en evidencia su plan erótico de tocarme en el descanso del pent house.

<<Buena jornada.>>

Aliso la falda negra con la mano libre de infusión, como si ella fuese la fiel prueba del arrebato caliente, minutos atrás. Estiro las arrugas imaginarias en la tela y cuando finalmente me siento segura de alejarme del hombre impulsivo, que hace lo que se le antoja, giro sobre mis talones y le doy la espalda.

<<¡Cómo si fuera posible tener una buena jornada después de haberme llevado al limite de la locura entre índices, caricias, algunos besos y palabras! Hipnóticas palabras.>>

—¿Así que piensas irte sin siquiera decirme muchas gracias, Rapunzel? —Pregunta Niko con ronquera. Lanzando un gruñido que, ¡Dios! Empieza a elevar rápidamente mi temperatura corporal y ese deseo que él se encargó de despertar y satisfacer a medias. ¡A medias porque quiero más!

Relamo los labios y corto la serie de cuatro pasos que logré llevar a cabo, frenando el andar y ladeando la cabeza a un costado. Volcando el perfil hacia la izquierda, y mirando de soslayo al príncipe moderno que cruzado de brazos espera la respuesta.

—Agradecer... ¿Por el café? —indago con una petulancia que jamás en la vida, afloró en mí. —¿O por extender mi atraso laboral? Porque si es la primera, ¡muchísimas gracias!

El rostro anguloso, de piel trigueña y mirada verdosa se distiende y una radiante sonrisa que muestra su hilera de blancos dientes surca las facciones bien definidas que tanto me atraen.

Te estás volviendo una bruja. —Dice mordiéndose el borde inferior. —Pero para qué mentir: me fascinan las mujeres malas, disfrazadas de angelitos.

La mueca provocativa se me contagia e imito su sonrisa. ¡Qué caótico sería si en el mundo existieran millones de Nicolas Cooper! ¡Cuántos problemas nos traería esa labia profesional y maravillosa!

—Pues estás confundiéndote un poco. —Espeto dando reversa. Pensando que ya que me retrasé media hora, unos minutos más no harán la diferencia. Dos vueltas del segundero no enfriarán el café sin azúcar que hierve dentro de la cerámica. —Porque yo no soy una mujer mala., y menos una que aparenta lo que no es.

—¿Ah no? —Incita enarcando una ceja. —Y dime entonces: ¿cómo te defino muñeca? Si me quieres lejos, me inventas excusas y las más inocentes justificaciones pero cuando me tienes cerca, no te puedes resistir. —Coloca los brazos en la hebilla del cinturón que sostiene su pantalón de etiqueta y adoptando una postura sumamente varonil puntualiza —: Tu lengua malvada dice que no., y tu cuerpo divino me ruega que sí. Eso, eso es ser una chica muy mala. Una diabla.

Río por lo bajo, e interiormente me sorprendo: <<¿Desde cuándo disfruto ésto? ¿Desde qué momento me gusta el flirteo, verdaderamente provocar a alguien?, o peor aún, ¿Cuál fue el instante justo donde perdí el eje de lo que en realidad vengo a hacer aquí?>>

La respuesta mental y rápida es sencilla: <<Desde que un hombre me ha hecho el amor con sus dedos, en la oficina, a media tarde, y con mi jefe a pocos metros de distancia.>>

Precisamente algunos minutos atrás, en los que entendí que si deseo, lo puedo tener todo. Que puedo disfrutar de todo y complacerlos a todos, incluso a mí misma.

¡Sin dudas un reto difícil, complicado!

Pero de pronto el sabor de la adrenalina, la lujuria, el aguijonazo de ambición y el anhelar el mundo a mis pies empiezan a moverme el piso seduciéndome., murmurándome al oído que si juego bien las cartas, y en silencio, en bandeja de plata tendré servido lo que guste.

Y ahora mismo lo que gusto, es de besar a Nicolas. Es, de en una moderada medida sucumbir a la tentación. Empezar a ceder ante el impulso.

—Nuevamente te digo —siseo plantándome frente a él., y pillándole desprevenido tomo su quijada entre mis dedos —, que te confundes un poco. Yo simplemente soy una chica que no te conviene. —Hinco las uñas en el mentón y lo acerco a mí, —Y eso es peor. Porque que una mujer no te convenga...

Es un reto que me vuelve loco. —Corta inclinándose, rozando intencionalmente sus labios en los míos.

Deslizo la mirada desde sus ojos verdes que brillan, resplandecen y me idiotizan, hasta su boca gruesa, carnosa, tentadora. Repito el proceso varias veces y lo beso. De una manera fugaz, estampo mis labios en los suyos y me separo.

—El que avisa no traiciona. —Confieso alejándome. Caminando marcha atrás guiñándole el ojo.

—Veremos quién termina cayendo primero, linda. No vaya a ser que acabes enamorándote locamente de mí. —se burla con arrogancia.

—Será interesante de presenciarlo. —Suelto extasiada. Totalmente eufórica gracias al arrebato repleto de sensaciones. —¡Ah por cierto! —exclamo desinteresadamente, —Muchas gracias. —espeto retomando el paso hacia la oficina de David. —Hasta el viernes.

Ríe soberbio y a modo de despedida masculla —Ni creas que me voy a contener tres días. Cuándo los vicios te vuelven adicto, a lo sumo soportas algunas horas el estar lejos de tu droga preferida. —suspira con virilidad añadiendo, —y tú eres mi jodida adicción, mujer. Así que grábatelo: nos veremos mucho antes de lo que te imaginas. Ténlo por sentado.

Reprimo una carcajada e ignorando su frase impulsiva recorro el pasillo aún percibiendo la mirada de Niko fulminarme la espalda, o bueno, tal vez cada ápice de mi cuerpo.

Me paro delante de la oficina presidencial y ya sin reparar en el gerente general, golpeo suavemente la puerta.

Alzo el mentón con seguridad y espero por escucharle la voz permitiéndome el ingreso.




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