Imposible es no hacerlo. No esbozar una sonrisa descomunal, que seguramente habrá de llegarme hasta los ojos.
Incluso no puedo siquiera responder, o al menos quitar de mi rostro la mueca ridícula, que se refleja en la mirada divertida de Ámbar.
—Baby —vuelve a hablar David—, ¿me escuchas?
<<¡Fuerte y claro!>>
<<Él estará esperándome, no necesito oír más.>>
—Sí. —Digo sin lograr ocultar la alegría que me embarga. —Sí, sí., te escucho.
—A las nueve, Charlotte —Dicta recobrando la frialdad del inicio—. Owen detesta la impuntualidad.
Pongo los ojos en blanco.
Ya no sé que es peor, si el daddy prepotente, o el cascarrabias de Owen, quién dos de las tardes en la semana, se prestó a darme pequeñas lecciones de manejo. Una hora después de la oficina, acatando la orden de David, para familiarizarme con los automóviles antes de iniciar las clases pagas.
No obstante debo asumir que me familiarizo mejor con la sopa de pollo, a que los coches. Pues encenderlo y combinar embrague y acelerador, fue un casi trabajo de parto. ¡Ni mencionar el regular la velocidad!, o la cantidad de calambres que me produjo la tensión muscular, y la planta del pie, ligada al pedal.
En conclusión: un auténtico desastre de extremidades abarrotadas, y la paciencia del chófer hecha añicos.
—Tus silencios me preocupan. —intercede nuevamente Henderson resoplando.
Al parecer está de malas, o por el contrario, los próximos cincuenta y uno, le contagia las rabietas de Owen.
—¡No te alteres! —Exclamo mofándome. Utilizando el sarcasmo que sé, al daddy le agrada.
—Charlotte. —Advierte burlesco, despertando en la morena jadeos propios de una adolescente con las hormonas alborotadas. —No te burles de mí.
Niego y suelto una risita.
Río porque no dejo de pensar en que lo veré. Después de tres miserables días, veré otra vez a Niko.
—¡Nunca! —confieso—. Y si no te importa, daddy, debo terminar de organizar algunos asuntos personales. El tiempo vale oro. —Siseo, recitando la frase que tanto le caracteriza al magnate. Una que repite en el despacho, a lo sumo veinte veces.
Chasquea la lengua entretenido.
—¡Aprendes rápido! —Ironiza, —En cuánto llegues al avión, me comunicaré contigo. —Escucho cómo de fondo el pasar de páginas resuena y redondea —¡Ah! Ansío sugerirte algo, si es que aún no preparaste tu maleta.
Trago saliva y las dos contenemos la respiración. Reggins expectante, yo precavida.
—A-adelante. —Tartamudeo.
—Porque aún no la preparaste, ¿cierto?
—No.
Las risadas secas, roncas, cortas inundan el auricular.
—¡Te conozco tan bien —Se festeja—, que debería recibir un monumento! ¡Mira que me haces reír!
<<Y mira que a mí me haces querer mandarte directo a la mierda.>> Reflexiono.
—Daddy...
—Lo siento. He tenido un día odioso., terrible, y tu inocencia levanta mi humor. —Suelta un suspiro y prosigue, —. Como decía —anuncia adoptando el matiz serio. —: Te recomiendo que al momento de elegir vestimenta, optes por lo neutral. No vayas a los extremos, pues me pondrás en ridículo delante de los asociados en California.
Frunzo el ceño mientras veo a Ámbar taparse la boca, reprimiendo carcajadas.
—¿Neutral? —Pregunto contrariada.
—Exacto. Busca lo sensual, sin rayar en lo vulgar. Lo delicado, sin pasar la línea hacia lo infantil. Lo sofisticado, sin que sea extravagante. —Carraspea, y no puedo sentir más que admiración ante ese hombre que siempre posee la palabra justa, para la situación que sea. —Vas ir en mi nombre, Charlotte. E ir en mi representación engloba clase, diplomacia, pero sobre todo distinción.
Parpadeo con inquietud, y la morena a mi lado, prendida a la conversación con embeleso.
—D-descuida. —Murmuro. —Haré una minuciosa selección.
—Confío en ti, mi diamante en bruto. Mañana empezará tu pulido y el brillo real, el de una dama elegante se comenzará a visualizar. No me falles.
Cierro los ojos.
¡Qué difícil es no comparar el pedido suyo, con mi anhelo de romper las reglas!
—No fallaré. —Prometo, mordiéndome el borde inferior.
—Me tranquiliza saberlo. —Espeta aliviado, —Entonces, no tengo más que acotar. Nos hablamos en la madrugada. Creo que después de leer los documentos tendrás algunas preguntas y apuntes qué realizar.
Rechino los dientes.
<<¡Ni el fin de semana me salvo de los benditos apuntes!>>
—Bien. —Declaro—. Hasta la noche. —Sentencio alejándome el teléfono de la oreja, y colgando la llamada.
Estoy sumamente ajustada de tiempos, gracias a la tarde de compras que absorbió mi rutina. Y eso que todavía resta la ducha, una catarsis personal con la cuál aplacar los nervios que Nicolas, David, Owen, el primer viaje en avión, la temperatura incierta de California y el dejar a mi familia dos días, me generan.
—¡Bendito papito experto en modas! —chilla Ámbar abriendo las bolsas, colocando las prendas estiradas sobre la cama para iniciar el proceso de elección. —No puede ser más... ¡Más!
Alzo una mano en su dirección cortando de tajo lo que será una gran babosada.
—Sí, asumo que dio en el clavo, pero no empieces. —Aprisiono la toalla contra mi pecho y con los dedos libres de tela, deposito el móvil encima de la mesilla reanudando la carga de batería.
—¡Yo no empiezo! —Masculla en tanto abro la puerta del baño, y me acerco al grifo. —¡Únicamente, hay que reconocer que es un manjar ese hombre!
El agua templada cae y gracias a Dios, la lengua libidinosa de Reggins se bloquea.
Quitándome la indumentaria, cojo los pomos de shampoo y acondicionador, junto al dentrífico, y el cepillo de dientes.