Muerdo mi labio inferior e inhalo hondo.
Si a él le gusta jugar., pues hoy, a mí también me gustará.
Hoy, y por unas horas seré otra mujer. Ya no quiero verme como la tonta Charlotte, la inocente Charlotte, la prohibida Charlotte.
Durante ésta velada, éste escape de mi vida, voy a ceder ante mis caprichos. Y el primero, es demostrarle al cruel, manipulador y sexy hombre que me acaricia con su índice por la abertura del vestido, a lo largo de la espalda, que no me arrastraré.
Que fueron tres días de horrible incertidumbre, como para que ahora venga a cautivarme nuevamente, y yo acabe cayendo.
Me remuevo de forma casi imperceptible, y los dedos de Niko dejan de tocarme. Alzo el mentón con orgullo y giro para quedar frente a él.
Abro la boca y recurro a algunos segundos de autocontrol evitando así, mostrarme insegura, dubitativa, engatusada gracias al porte siempre sensual del príncipe moderno, y también, un experto en desplantes.
¡Aunque imposible me resulta, el no reparar en su cuerpo, su aura masculina que irradia sexualidad y virilidad desde kilómetros de distancia!
Realmente imposible, es no asumir que luce magnífico. Que el calor de California le ha dorado su piel trigueña, que el aspecto informal que presenta le obliga a resaltar del resto de los invitados.
¡Porque definitivamente Nicolas sabe cómo captar la atención de los presentes! ¡Sabe ser elegante, sin requerir de tanta etiqueta!
—¿Tengo tu aprobación? —Sonríe arrogante, enarcando una ceja y cruzándose de brazos.
Enormes brazos, que amenazan con explotar la tela de la camisa negra que lleva puesta.
—¡Eres un mentiroso! —Escupo disimulando la excitación que me produce verlo, escuchar su voz ronca, y apreciar esa inmaculada soberbia que ponen las bragas de cualquier mujer por el piso.
—Qué interesante objeción. —Reflexiona irónico. —Y cuéntame, muñeca: ¿Por qué sería yo un mentiroso?
Cierro los puños con fiereza.
¡Encima se hace el desentendido!
¡Bendito hombre que me vuelve loca!
¡Constantemente loca!
—Porque... Porque... — <<¡Te ofreciste a recogerme en el aeropuerto y me dejaste plantada, a último momento y con las ilusiones hecha mierda, estúpido!>> Pienso.
Larga carcajadas bajas y se adelanta algunos pasos instándome a dar la vuelta otra vez.
—Recuerdo habértelo dicho bastante claro, —Sopesa mirando al frente, y yo, embobada, mirándolo a él. —Y lo cumplí. O al menos eso intento.
Ruedo los ojos y escudriño el perfil adornado en una barba cuidada, que le aporta enigma su rostro anguloso.
Sencillamente, Niko está infernalemente apetecible. Y empiezo a detestarlo por ello.
Por ponerme difícil la tarea de provocación.
—¡Ah! —Exclamo arrebatada. —¿Cumplir qué? —pregunto irritada.
Tantea los dedos en el bolsillo de su pantalón negro, y retira una golosina. Quita el envoltorio y de una forma sutil, muy sensual se la lleva a los labios.
—El alejarme de ti. —Confiesa con una repentina indiferencia, que aumenta mi cabreo. —Hasta ahora lo vengo consiguiendo, aunque ¡joder Charlotte! —Hace una pausa y las orbes verdosas, inundadas de picardía se detienen tras un leve análisis en el escote de mi vestido. —Eres como un imán. Desde cualquier ángulo, verte me atrae. Y no quiero.
Ésta ocasión, me toca a mí alzar una ceja inquisitiva. Relativamente ruborizada, a causa de su desfachatado escrutinio.
—¿No quieres? —Ironizo. —¡Guau!
Niega y sus ojos brillantes, al parecer todavía ofendidos, chocan con los míos.
—No. —Resopla., —Quiero que sientas lo mismo que siento yo. —Confiesa serio.
Trago saliva.
Evidente fue que sí. Que probé la horripilante sensación de la falta. De comprender que a quién deseo, no pude verlo, escucharlo, percibirlo.
—Pues no tienes ni idea. —Mascullo. —Ni idea de lo que pasé gracias a tu ofensa de niño caprichoso.
Ríe sarcástico, y el crujir del caramelo en su boca logra hipnotizarme.
—Bueno, si vamos al caso sé mucho más de lo que supones. Sé que anduviste de compras., sé que estás tomando clases de conducción con el chófer del capullo Henderson. —relame los labios puntualizando, —Clases por cierto que estaría encantado de darte, yo. Y sé, que ni de asomo, me extrañaste como yo te extrañé a ti.
Ahogo un jadeo frustrado e impacto el zapato derecho contra el piso.
La noche inicia de una forma que no esperaba.
—¡Y qué carajo pretendes de mí! —Siseo enojada. —No te complace el hecho de haberme sentido miserable, después de tu escena en la universidad. Tampoco satisface el aseverarte que no dejé de pensar...
—Quiero que te la juegues por mí. —Corta tajante, observando la sala poblada de invitados. —Como te dije en Washington: sabré cuán metida estás conmigo, Charlotte, el día que rompas tu esquema y me busques. Pero que me busques de verdad. No para histeriqueos, sino para ser mía.
El corazón late desbocado y reformulando mentalmente una oración coherente con la cuál responderle, un tercero en discordia interrumpe el intercambio de frases.
—¡Nicolas! —Anuncia un veterano sujeto aproximándose a nosotros., siendo Niko quién marcha en dirección al que aparenta ser uno de los anfitriones, y lo envuelve en un abrazo frío, típico de negociantes. —¡Qué gusto tenerte por aquí! ¡Creí que luego de ultimar detalles del nuevo lanzamiento regresarías a Washington!
—¡Gustav! —Le oigo decir a unos pasos de distancia. —Al parecer algo de la cata de vinos ha llamado poderosamente mi atención. —Sentencia, e inmediatamente la vista del desconocido se posa en mí.
Sonríe con complicidad y la vergüenza empieza a embargarme.
—¡Debo darte la razón! —alude el llamado Gustav, caminando a donde me encuentro parada, pasmada y con la seguridad hecha mierda. —¡No todos los días recibimos invitados tan deslumbrantes como usted! —Recalca tomando mi mano y besándome el dorso una vez lo tengo delante. —Es un grandísimo honor —añade educadamente. —: soy Gustav. Gustav Chapellete. Uno de los acreedores del viñedo, y socio de Henderson Wine Enterprise.