Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

—¡Ay, te estoy bromeando! —Chilla palmeándome el hombro., estallando en carcajadas que bien podrían despertar a todos los huéspedes del hotel. —¡Cambia esa cara, Charlotte!

Sintiéndome la más patética mujer del planeta, esbozo una sonrisita tímida y poco a poco, el nerviosismo inicial desaparece.

—Yo... —Balbuceo sonrojándome, —Yo sólo estaba... Bueno... Estaba...

Las risas de Orianna se intensifican y rezo porque Niko no salga del cuarto.

—¡No me des explicaciones! —Exclama negando varias veces, con ese carisma suyo tan fresco, explosivo y sincero. —Aquí no vi nada. —Dice tapándose los ojos, pasándome por al lado, y caminando en dirección contraria a la mía. —No escuché nada, y menos que menos, me topé con Charlotte saliendo de otra habitación que no era la suya.

Abro los ojos impactada ante la liviandad con que habla.

Ella, la hija del daddy, que si lo quisiera y sin dudarlo destrozaría mi vida en cuestión de segundos, únicamente al llamarle por teléfono y contarle lo que acabó de ver.

—No es lo que aparenta. —me justifico muy tontamente.

—¡Charlotte! —Murmura rodando los ojos. —Somos grandes ya. —Insinúa—. ¡Tranquila!, pienso que la vida se hizo para gozarla, más que vivirla. —Enarca una ceja con picardía sentenciando—: Papá no sabrá de ésto, te lo juro. Orianna será una tumba.

Mi boca forma una o gigantesca a causa del asombro y, mis mejillas hierven.

Orianna lo sabe. Sabe del vínculo que me une a David., y eso únicamente aumenta la vergüenza.

Intento gesticular palabras que al menos me devuelvan la compostura, pero no lo consigo. Es tal el bochorno, que mis labios parecen sellados con pegamento.

—No diré nada. —Asevera con amabilidad, la cobriza de hermosos y brillantes ojos grises. —. Como te comenté la otra noche, mi papá necesita internarse en un psiquiátrico., sus actitudes no son propias de una persona muy cuerda.

Suelto lentamente el aire de mis pulmones aliviada.

Estoy confiando a ciegas en la que podría ser mi peor enemiga. Pero qué va, hay algo en ella, algo que la asemeja tanto a Nicolas, que solamente me insta a creerle.

—Gracias Orianna. —Musito adoptando una postura relajada.

—¡Ahg! —Espeta chasqueando la lengua, —No hay nada más hermoso para una amante del romanticismo, que apreciar el encuentro clandestino de dos enamorados, linda Charlotte.

Frunzo el ceño, debido a la indirecta que difiere de la realidad. Niko y yo no estamos enamorados.

—Ori...

—¡Ya! ¡Ya! —Anuncia dándome suaves empujones hacia el umbral de mi habitación. —Mejor descansa algunas horas. —Sugiere guiñándome el ojo, —Después de una noche de pasión, se duerme como una roca y, a ti te noto bastante despierta.

Con dedos temblorosos, deslizo por la ranura la banda magnética de la tarjeta, que guardé en los bolsillos del short, (una que casi pierdo en el cuarto contiguo), y cruzo la entrada. 

Aprovecho los segundos de compañía y observo su figura enfundada en leggins y una camiseta deportiva. Lleva una tirante coleta y calzado acorde a una mañana de ejercicio.

Aparenta muchísimos años menos de los que tiene, y sin dudas, libre de tacones, maquillajes, o prendas extravagantes, la hija del daddy pasaría por una adolescente con suma facilidad. 

—¿Sabes cómo debo vestir para el recorrido? —Pregunto luego de escudriñarla de pies a cabeza. 

Posa el índice en sus labios y los golpea pensativa. —Usa algún vestido corto, de lino, o algodón. —reflexiona. —Sandalias bajas, o zapatillas. Hará calor. —Recalca.

—Excelente. ¿Y a qué hora te espero?

Carcajea con diversión ante la interrogante y situándose bajo el marco niega —Yo no iré, Charlotte. ¡Estoy de vacaciones en éste viñedo maldito! Ni loca caminaré, padeceré las altas temperaturas, o escucharé retóricas de vinos que no me interesan. —Pone los brazos en jarra, sentenciando victoriosa, —Tengo un suministro de cerveza en el frigobar de mi recámara. Ellas y yo, nos quedaremos todo el día en la piscina.

Sonrío radiante.

¡De verdad que me cae bien, Orianna!

—Qué pena, hubiese sido cómico tenerte al lado. —Confieso.

—Bueno, tendrás al gerente al lado. ¡Y eso más que divertido, es caliente! Así que mi ausencia no la extrañarás demasiado. — Muerdo el labio inferior avergonzada y ella ríe. —Once y media preséntate en recepción, allí mismo te esperarán el guía y, demás gente aburrida.

—Gracias por el dato.

—Dos puntos importantes, no lo olvides. —Advierte antes de marchar. —El desayuno, es con servicio a la habitación, al igual que el almuerzo, —Suspira destacando—: dudo que estés despierta a las ocho así que recuerda, a las once el botones golpeará para traerte el menú. —Alejándose los mechones ligeramente color caramelo agrega—. Por otro lado: átate el cabello y no uses maquillaje. Te recomiendo ir lo más natural y ligera posible, California a ésta altura del año se caracteriza por sus temperaturas sofocantes.

Afirmo con la cabeza en claro gesto de comprensión y, Orianna entre ademanes me lanza un beso propio de estrella de Hollywood, desapareciendo por el pasillo.

—¡Menudo susto! —Bufo mientras paso seguro, y me dispongo a buscar una toalla, junto al camisón sexy, elección de Ámbar.

Con una mueca de jolgorio estampada en el rostro, dirijo el trajín al baño y abro el grifo de la ducha.

Me quito el conjunto de pijamas y en tanto aguardo por obtener la temperatura perfecta del agua, observo mi reflejo desnudo en el espejo.

Nada ha cambiado en mi fisonomía eso es lógico, pero de una forma inexplicable me siento distinta.

Me siento otra mujer.

Literalmente y corrigiéndome, me siento una mujer.

Una que se entregó a un hombre, que hizo el amor y que ahora, se visualiza diferente.




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