Abro la boca y achino la mirada.
Lleno mis pulmones de oxígeno y decido callar.
No responder absolutamente nada ante esas palabras que lejos de proporcionarme tranquilidad, aumentan mi contrariedad.
Una vez que creo estar un paso adelante, él se aparece todo sonriente, avasallante y lanzando mensajes que ni de asomo suenan a felicitaciones por no haber metido la pata sino lo contrario; aparentan frases especialmente recitadas para condecorar lo que hice mal.
No sé porqué, pero la leve sospecha de que sabe la verdad, empieza a martillarme la mente y, no es ese hecho el que me desconcierta; lo que llama mi atención, es la mueca de triunfo que surca sus facciones definidas, implicando que... ¿Me pone a prueba, o realmente se esperaba ésto? ¿Acaso tenía prevista mi falla en el contrato?
Parpadeo sin demostrar un ápice de nerviosismo y quito de mi cabeza las interrogantes que no paran de reproducirse una y, otra vez.
No obstante, por mucho ahínco que le ponga es imposible. Son sus frases mencionadas una semana atrás, las que hacen eco dentro.
<<"Te convertiré en una mujer fuerte, Charlotte. En una mujer determinada, fría y fuerte, para que después de seis meses, cuándo el mundo pretenda reducirte a cenizas, sepas cómo obrar".>>
¿Y si quiere inculcarme la pequeña dosis de malicia, de perspicacia, de experiencia para algo más que una simple compañía?
¡Dios!
Y eso que me dije, muy convencida que no hurgaría en los secretos de David. Que no le daría tanta vuelta al asunto.
¡Justo! Justo cuándo voy a cumplir lo que me prometo; su actitud lo manda todo al caño.
Sus artimañas; los misterios que esconde tras una sonrisa fiera, de dientes blancos y parejos; y la cantidad de historias que habrán de ocultar sus ojos caoba, hoy; más verdes que marrones.
Hoy, más similares a los de Nicolas.
Mis iris se dilatan, acerco mi torso al filo del escritorio y, observo detenidamente las retinas del magnate.
¡Son espectaculares!
¡Espectaculares e idénticas a las de Niko!
Chasqueo la lengua y es entonces que el ceño masculino se frunce con preocupación.
Ni siquiera yo entiendo porqué demonios la comparación. ¡Estoy volviéndome una completa demente!
—No sé si preguntar... ¿Estás bien? —carraspea y golpetea suavemente, el puño derecho en la mesada—, o ¿por qué no dices nada? —breves segundos de silencio inundan el ambiente—. ¿No vas a decirme nada, bebé? —insiste, mirándome con intensidad.
Suelto un suspiro y levanto el mentón. Retiro un poco la silla giratoria y me cruzo de piernas. La tela del vestido se alza por encima de la rodilla al ejecutar el movimiento y, el detalle no pasa desapercibido para el daddy.
—David —digo olvidando el formalismo de llamarlo como él me ordenó hacerlo en primera instancia —¿Por qué no quieres tener sexo conmigo? —cuestiono suprimiendo por un momento la enorme vergüenza que amenaza embargarme y, aprovechando el instante para saciar la curiosidad con una interrogante trivial. Una que puede responder perfectamente, sin necesidad de develar lo que no desea.
Se atora con su propia saliva y nervioso; evidentemente muerto de nervios, se arregla el cuello de la camisa. —¿Podrías... Repetir eso? —pide ronco; llevando a cabo un proceso reiterativo de acomodarse la camisa y, alisarse el cabello con las manos.
Me remuevo en el asiento, rozando mi espalda contra la tela mullida. Desconozco su material pero es una delicia al tacto.
—¡Charlotte! —advierte en un rugido felino.
—¡Eso! —espeto, arrepintiéndome de haber formulado semejante pregunta; tan privada, personal e indecorosa—. No te lo tomes a mal, por favor —me disculpo de antemano—, pero es frustrante en cierto modo, ver que no puedo mantener un amorío y tampoco... Coquetear con quién solicitó de mis servicios. —hago un mohín y la lámpara interior del drama y actuación se enciende. Si él, por alguna extraña razón sabe lo que en verdad hice, e incluso así finge; pues yo también le seguiré la corriente. A fin de cuentas posee el poder de dejarme en la ruina, únicamente chasqueando los dedos y yo en tanto, ya me arriesgué; me metí en el lodo desde los pies hasta la cabeza.
—No... Consigo entenderte —confiesa resoplando. Buscando con la mirada algún objeto cercano que le permita descargar la ansiedad.
—Amaste y, amarás siempre a tu esposa —inicio precavida—, pero... Dime, ¿por qué no quieres tener sexo conmigo?
Se limita a tomar varias bocanadas de aire, antes de responder con retórica —¿Tú quieres tener sexo conmigo?
De pronto siento mis mejillas a punto de explotar. Conociendo mi cuerpo, de seguro estarán tan rojas como un tomate.
Esa no era la respuesta que esperaba. ¡Maldición con David Henderson!
—No —susurro negando; ocasionando que graves carcajadas salgan de sus cuerdas vocales.
—Pues yo tampoco quiero una relación sexual contigo —declara poniéndose de pie—. Tracé grandes planes para ti, Charlotte. Planes que cuándo menos lo esperes y te juro, en la circunstancia que menos imagines, averiguarás —se dirige a un dispensador de agua fría, situado en un extremo del despacho y añade, dándome la espalda —. Planes que van desde un estatus monetario envidiable; hasta una personalidad de acero. Una frialdad que junto a tu belleza e inteligencia, pondrán el mundo a tus pies. Simples planes que te brindarán en bandeja lo que alguna vez soñaste tener —llena un vaso plástico con el líquido helado. Agua mineral sin gas; su preferida—. Por eso te quiero como muñeca de porcelana en una vidriera —masculla girando sobre los talones, bebiéndose el contenido de un largo trago—. Como una pieza invaluable que todos admirarán, pero solamente quién haga méritos, podrá adquirir.
Ladeo una sonrisa y aunque debería estar maldiciéndole, es mi admiración la que crece. —Las verdades bien disfrazadas, ¿no es cierto? —indago.