Sugar Daddy Libro 1

CAPÍTULO OCHENTA Y OCHO

Apago el coche y cargando las mochilas de mis dos hermanos, mi bolso, mi cartera y unas compras del supermercado, salgo del carro.

—¡Ahora juego yo! —chilla Alexandra, que entra corriendo a la casa.

—¡Jugaste en la mañana! —se queja Cristopher, mirándome con el ceño fruncido.

—A mí no me veas —digo, alzando las dos cejas—. Soluciónalo con mamá. 

Gruñendo, entra a la casa. Mientras Liam es quién se para a mi lado y tironea las bolsas de Walmart, para agarrarlas.

—Yo te ayudo Lotte —cedo y se las entrego. Me vino bien la mano extra.

—Gracias Li.

Caminando despacio, también entramos.

—Oye... Jessica se cambió de escuela —dice en voz baja. 

Dejo las mochilas de los niños en la mesilla del recibidor y seguimos hacia la cocina, para apoyar los víveres en la mesada.

—¿Y... Cómo te sientes? —pregunto con cautela.

—¿La verdad? —se encoje de hombros—. Es que me gusta otra chica.

Trato de no sonreír y parpadeo, simulando sorpresa—. ¿En serio?

—Sí, pero es más grande que yo. Está por entrar a la universidad.

Con cariño le revuelvo el pelo. Una gruesa maraña de ondas doradas.

—Si es buena onda la edad no debería ser un pero —abro la heladera y guardo leche, huevos, mantequilla y carne.

—Es que no sé —se lamenta—. Creí que iba a dolerme que Jessica se fuera, y no me dolió. Me gusta otra chica, pero también la hija del director, que está en el mismo grado que yo sólo que en otro salón.

Sin poderlo evitar me río.

—Eso no está mal.

—¿No?

—No. Es lo lindo de tener quince años —le guiño el ojo y salgo de la cocina—. ¡Te enamoras, Liam! —canturreo—. ¡Te enamoras hasta del aire y luego te desenamoras como si nada! El amor lo vives, lo sientes, lo disfrutas pero no te duele, no te lastima.

Le observo por encima del hombro. Se ha quedado pensativo, aunque con menos sensación de culpa.
Puedo asumir que cumplí con la tarea de hermana consejera, del día.

Sí.

Subo la escalera para ir a mi cuarto, pero al tercer escalón mamá me sorprende.

—Llegaron más temprano que de costumbre —me dice.

—Hay poco tránsito —en sus manos lleva ropa seca. La repartirá en los dormitorios de los chicos. Huele rico; como a lavanda y suavizante.

—¿Qué tal el día? —pregunta, adelantándose y subiendo la escalera, lentamente.

—Bien —levanto una ceja—. Pero mamá, no es necesario que hagas ésto. Todavía tienes que recuperar...

—No digas tonterías, Charlotte —se queja, haciendo caso omiso a mis palabras.

Suspiro y sin más, la imito.

Es una mujer condenadamente obstinada cuando se lo propone. Si dice sí, es sí, y si dice no, pues es no. No hay manera de contradecirle.

—Nicolas vendrá a cenar —dejo mi cartera colgada en el perchero y pongo mi celular a cargar.

—Me parece bien —abre las puertas de mi armario y guarda mi ropa limpia—. Es un buen muchacho y me agrada. A pesar de todo me agrada muchísimo.

—Que lo digas es importante para mí —murmuro, agarrando una muda deportiva y una toalla.

—Voy a preparar la merienda de tus hermanos —termina de acomodar mis prendas y camina hasta el umbral del dormitorio—. ¿Quieres comer algo? —me lo pienso un momento, y niego—. ¿Café, té? —me mira, enarcando una ceja—. ¿No?

—Un té —me decido.

—Entonces, si vas a bañarte no demores en la ducha. El té tibio es horrendo —da varios pasos, pero un profundo suspiro que escapa de mi garganta la frena de salir—. ¿Qué pasa? —pregunta.

—Que... —aprieto mis dedos entre sí—. Es que... —muerdo mis labios. Hablarlo con ella me cohíbe un poco. No sé cómo se lo va a tomar—. Nicolas...

—Charlotte, no balbucees —se impacienta—, que no te entiendo nada.

—¡Nicolas me invitó a viajar a París, el viernes! Volveríamos el domingo a la noche —hago una pausa y al cabo de unos segundos sentencio—. Y yo le dije que sí.

Arrugo la frente, inquieta y aguardando escuchar un sermón de su parte, sin embargo y para mi sorpresa, me regala una gran sonrisa.

—Hiciste lo correcto —me dice—. Considero que es una idea fenomenal.

—¿Ah si? —pregunto con extrañeza. De todas las respuestas posibles, esta era la única que no me esperaba.

—Sí, ¿por qué no? —se da la vuelta y cruza el marco—. No estoy tan chapada a la antigua —bromea—. Te mereces un descanso, disfrutar y pasarla bien.

Con esa última frase repitiéndose en mi mente, se marcha. Me ha dejado contrariada. Contenta por un lado, pero pensativa por otro.
Tal parece, en esta casa no fui la única que cambió su manera de ver las cosas porque hace un tiempo atrás, mamá habría puesto el grito en el cielo si le llegaba a comentar algo semejante.

«Sin lugar a dudas, los cambios abruptos y que vienen como sacudones, traen resultados positivos»

Paso por la mesita de noche, agarro mi teléfono y le mando un mensaje a Ámbar.

*¿Cómo estás? 👀💞 ¿Te llamo en la noche?*

Antes de apagarlo y dejarlo donde estaba, recibo un whatsapp de Orianna.

*Pronto se viene Halloween 👿!!!!

Quiero hacer una fiesta de disfraces 👻🤖

¡Y tú me vas a ayudar a organizarla! Quiero usar la casa de papá para eso 💣🔥🔝🔝🔝

Jejejeje*

Ruedo los ojos.

*Tener la casa de Don Henderson para una fiesta va a ser una misión imposible

Pero igual cuenta conmigo*

Voy a la pantalla de inicio y entonces otro mensaje en el chat aparece. Es Nico.

*Carne, pescado o pollo?

Auxilioo 😩😧😓😭*

Esbozo una sonrisita.

*Cualquiera de las tres estará bien💕*

Enseguida cae un nuevo mensaje.

*¿Pasta, ensalada, ensopado?*




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