Suicidios Consecutivos

Capítulo 2

  Vago sin rumbo por las calles casi vacías. Mi familia y toda la gente me ha dejado aquí a mi suerte. 

 

 Aunque no soy el único hay otras personas aquí a quienes también dejaron. No me lo explico ¿Por qué nos dejaron a nosotros? ¿Qué tenemos que no nos quieren afuera? 

 

 Ya no hay noticieros, ya no hay periódicos porque ya no hay nadie. Sólo unas cuantas personas vagando sin rumbo al igual que yo, parecemos zombis sin nada que hacer.

 

 —Oye niño -me llama un hombre de unos 30 años o más. Era raro, nadie hablaba aquí, aunque nos viéramos no decíamos nada. Hace mucho que nadie me decía nada, pero ¿desde cuándo?

 

 —¿Qué? -respondo sin interés.

 

 —Veo que estás más cuerdo que muchos aquí.

 

—El aislamiento de la ciudad los debió haber afectado. Nos abandonaron a todos, es normal que estén así.

 

 —¿Para qué? Nosotros no podemos salir de todos modos.

 

 —No podemos salir porque las cuidad está cercada.

 

 —Tú estás igual que ellos -el señor se ríe- No saben nada.

 

 —¿Y usted sí?

 

  El señor se alejó riéndose sin contestar a mi pregunta ¿Qué es lo que tenía que saber? ¿Qué sabía él que los demás no? 

 

 Traté de seguirlo porque la duda me estaba matando, quería saber que era lo que ocurría. Pero lo perdí de vista. Lo busqué hasta que cayó la noche y no pude encontrarlo en ninguna parte.

 

  Sus palabras rondaban por mi mente ¿Por qué dijo que no podemos salir? ¿Tendríamos algo? ¿Acaso un virus o algo así? Pero me siento bien, no estoy enfermo ¿Cuándo fue la última vez que me enfermé? No me acuerdo. 

 

 Ahora que lo pienso hay muchas cosas que no recuerdo bien, es como si hubiera lagunas en mi mente ¿Habrá sucedido algo que no recuerdo?

 

 Ya era de día. Mientras vagaba por las calles me detuve cerca del que era mi colegio. Y me viene a la mente un recuerdo, estaba en el salón de clases con dos chicos, uno moreno gordo y otro blanco, ambos de cabello negro, no recuerdo sus nombres, pero eran mis amigos, nos reíamos y bromeábamos hasta que llegaba el profesor. 

 

  A los profesores no le gustaban vernos juntos porque hablamos mucho. 

 

 Eran buenos tiempos que ya no volverán. ¿Qué habrán sido de ellos? ¿Se mudaron o murieron? Noto que siempre estoy haciéndome preguntas que nadie escucha ni contestarán. 

 

  Ahora el colegio está abandonado, ya no hay clases, pero veo algunas personas adentro sentada en las sillas y otros tirados en los suelos. 

 

 Decido seguir mi camino, aunque no sé a dónde llegaré.

 

  Encontré a una mujer extraña de cabello ondulado, decidí hablarle. Ver si ella sabía algo de lo que sucedía, pero sólo me ignoró. 

 

 Su mirada era distante, lejana, como si no se encontrara allí. No hablaba ni emitía ningún sonido. Continuó caminando como si yo no existiera. 

 

 Así intenté hablarles a otras personas, pero con la mayoría fue lo mismo, otros no tenían idea de nada. Esto me parece extraño, la mayoría parecen que no tuvieran vida ni mente.

 

—Hola -dije acercándome a un chico de unos 14 años.

 

—Hola -me respondió. Una de las pocas personas que me responden. Esto es un avance. Él parece un poco consciente, no al estilo zombi que todos tienen por aquí.

 

—¿Sabes lo que sucede aquí?

 

—Todos se fueron -me responde con tristeza.

 

—¿Y sabes por qué?

 

—La ciudad está maldita...

 

—¿Pero sabes la razón?

 

—¿Razón? ¿Existe una?

 

—No lo sé, pero tiene que haber una razón por la que suceda todo esto -respondo tratando de hacerlo pensar.

 

—Estamos malditos, todos, esa es la única razón. ¡ESTAMOS MALDITOS! -comenzó a gritar como un loco.

 

  Me alejé y seguí mi camino, pero ¿a dónde? ¿A dónde puedo ir yo? ¿A dónde llegaré? ¿Qué pasará con mi vida? ¿Qué haré?

 

 Me siento desesperado. Ya no tengo un lugar donde regresar. No tengo familia, ni amigos, ni siquiera conocidos. Estoy solo. Completamente solo, rodeado de extraños que se encuentran tan traumatizados que ni siquiera pueden pensar, tampoco hablar.




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