Capítulo 3

  Mi vida se ha convertido en nada, sólo en vagar sin rumbo por las silenciosas calles. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que aislaron la ciudad? No lo sé. ¿Qué sucedió con mi familia? Tampoco lo sé. No sé, ni estoy seguro de nada. Estoy tan confundido. 

  La tristeza ya se me refleja en la cara al igual que a los otros, parezco uno más. Soy como ellos, un abandonado.

 Camino observando el entorno. Paso por una casa roja con un bonito balcón. Otra azul que parece muy fina.

 Una tienda llama "Mis bellezas", vendían ropa y accesorios para mujeres, yo acompañé a mi mamá algunas veces a comprar aquí, no lo hacía por gusto, pero alguien se te tenía que ocupar de cargar las bolsas de compras y ese era yo.

 Estuve perdido en mis pensamientos tanto así que caminaba sin fijarme a donde llegaría. En el momento que me di de cuenta… no reconocía el lugar ¿dónde estaba? Era un sitio de la ciudad en donde no he ido.

  Observaba altos edificios, grandes y lujosas casas. Una urbanización de ricos, eso era lo que fue, pero ya están todos abandonados al igual que las casas pobres, ya no hay distinción. 
 

 Como los suicidios, tanto ricos como pobres, no importaba que tanto dinero poseías la muerte llegaba igual, no puedes comprar una vida.

  Algo se acerca a toda velocidad, es un chico, parece mayor que yo, pero no por mucho debe de tener unos 18, su cabello corto castaño se desplegaba hacia atrás por la presión del viento por correr a gran velocidad. 

  Llega cerca de mí, tropieza su codo con el mío, pero no se detiene y continúa corriendo. ¿De qué estará corriendo? ¿Huirá de algo? 

  En su rostro observé algo que no había logrado ver, poseía expresión y era de miedo. No como muchos que no emiten ningún sentimiento. 

  Esa persona estaba cuerda como dijo aquel señor, al quien no he podido encontrar. ¿Habrá más personas conscientes?

  Observo a lo lejos una figura conocida. Lo veo. Lo encontré por fin, a ese hombre. Ese que me dejó con la duda. Necesito respuestas, explicaciones. Corro hacia él.

—¡OYE! -grito y él se detiene.

—Hola chico veo que no has caído en ese estado -dice señalando a una chica que parecía que miraba a la nada, estaba recostada de una pared a punto de destruirse.

—¿Qué es lo que no sé? ¿Qué está pasando aquí?

 Se ríe con fuerza. <<¿Se reirá de mí o de mis preguntas?>> pienso.

 Él deja de reírse y dice —¿No has escuchado las noticias? la ciudad ha quedado completamente abandonada y aislada.

—Eso ya lo sé...

—Ninguno de lo que estamos aquí somos sobrevivientes. Estamos aquí porque ya no podemos morir, porque ya estamos muertos.

—¿Muerto yo?... Claro que no... yo no... -No se que decir. <<¿De qué está hablando este señor?>>.

—Todos aquí ya nos suicidamos. Somos sólo almas en pena -responde como si fuera muy obvio.

—Yo no me suicidaría...

—¿Tú crees que yo me quería suicidar? Tenía un gran empleo, una esposa y un hijo.

—Pero... Yo... ¿cuándo?

—Eso no lo puedo saber, no soy adivino.

—¿Por qué pasa esto? ¿Los suicidios?

—No lo sé. Y menos ellos -señalando a las personas que caminaban por las calles sin expresión alguna en sus rostros.

  Descubrí algo que me inquieta. ¡Estoy muerto! pero ¿cuándo? ¿dónde? y ¿por qué? ¿qué está pasando?

  Ahora que lo pienso ¿quién soy? ¿cómo me llamo? Mis recuerdos están borrosos. Hay muchas cosas que no recuerdo de mi vida. 

  Mi familia... sí, la recuerdo, mi madre era baja, cabello corto negro igual que el mío y se llamaba... se llamaba... 

 No recuerdo ¿cómo pude olvidar el nombre de mi propia madre? pero si la tengo, recuerdo su rostro, ¿y si ella... está muerta? No, no, no. Si ella estaría muerta estaría aquí y no la he visto así que debe haberse ido, sí, ella tiene que estar bien. 

 Aunque está ciudad es grande y ella quizás esté vagando por ahí. No, no lo quiero aceptar, mi mamá está bien, yo lo sé. Es lo que quiero pensar.