Suicidios Consecutivos

Capítulo 4

  La palabra muerto ronda mi cabeza como si fuera un eco sin fin. 

 

  Voy caminando por las calles sin un rumbo fijo. Me detengo frente a un negocio de comida rápida. Golpeo una mesa que se encontraba afuera con la palma de mi mano. 

 

  Me doy de cuenta de algo que no había notado antes. No me duele. No siento ningún tipo de dolor.

 

 Es verdad, estoy muerto. Sólo soy un espíritu. No duermo, no bebo agua, no como, ¿Cómo es posible que no lo haya notado antes? Es imposible para alguien vivo no comer ni dormir por tantos días.

 

  Ahora me siento como un completo estúpido. Cosas tan cotidianas y vitales para la vida, que por supuesto ya no tengo. No pensé que estar muerto sería así.

 

  Por años las personas han investigado tanto cómo es después de la muerte. Y mi opinión personal a estas dudas es que es soledad. Nada más que soledad.

 

 Pero todavía hay cosas que no entiendo. Los suicidios tan extraños. Esto no es normal. Aquí pasa algo más. Esto no puede ser lo que hay después de morir. 

 

  Estoy seguro que hay algo detrás de todas estas muertes y de estos espíritus vacíos. Y lo descubriré. Tengo que sacar todas estas dudas de mi cabeza. Y de todas formas no tengo nada más que hacer.

 

  Me separé de José Gregorio. Decidimos investigar cada uno por su lado y cuando vuelva a salir el sol por tres días (ya que no poseemos noción del tiempo) nos reuniremos en la hermosa casa en las que nos quedamos hablando. 

 

 Mientras tanto recorreríamos la ciudad de algún indicio de algo anormal, bueno más anormal de lo que ya es.

 

 Entré y salí de bastantes casas, la mayoría de ellas totalmente vacías y otras con ciertos objetos, puede ser que no eran necesarios para los habitantes de las viviendas o se fueron tan apurados que no les dieron importancia, su vida era lo más importante.

 

  Entro en una panadería lo sé porque solía comprar aquí. Venía con mis amigos de clase, la pizza que hacían era deliciosa, pero de seguro ya montaron otro negocio en donde sea que se hayan mudado, si es que no han muerto los dueños. 

 

  El letrero de la tienda esta tapado. Decido entrar y recordar viejos momentos, pero la puerta está cerrada. Qué problema. Trato de forzarla, pero es imposible. Camino un poco y al otro lado está el vidrio partido con un agujero suficiente grande para poder entrar. Escucho el sonido de los vidrios rotos que voy pisando al caminar. 

 

 Adentro todo estaba vacío, los dueños se habrán mudado con sus objetos o puede ser que fueron saqueados. Eso ya no tiene importancia. Me acuesto en el piso y pienso en todo lo que ha sucedido.

 

  Después de algunas horas salgo y sigo mi recorrido. Algo me inquieta, veo el lugar solo, más de lo que debería. 

 

  No están las personas vagando las calles como los propios zombis. Tampoco los que se la pasaban sentados o acostados. Me siento como el único sobreviviente en el mundo, claro está que estoy muerto y que es sólo una ciudad.

 

  Al salir de una tienda que era de joyería me tomaron por sorpresa. Un grupo de personas (una palabra más ideal sería espíritus) me sujetaron y me llevaron a rastras en contra de mi voluntad. 

 

  Grito para que me suelten. Pateo y jalo con todas mis fuerzas y nada de eso funciona. No comprendo que ocurre. Quienes me sujetan parecen zombis, no muestran ningún tipo de emoción ni sentimiento, como muchos de los que vagaban por ahí. Reconozco a uno de ellos, me parece haberlo visto antes, mi vecino, ya lo recuerdo. Ya no me contengo más, no tiene caso.

 

  Me llevan hasta un edificio llama "Roca Soleada", un nombre extraño que por alguna razón me resulta familiar ¿Habré estado alguna vez aquí? 

 

  Me siguen arrastrando por una recepción en donde la decoración se basa en vidrios y espejos. Es como si todo fuera de cristal.

 

  Cinco personas y yo entramos en un ascensor. Las otras seis se quedan fuera ya que no podrían entrar. Veo la pantallita y pasan los números de pisos, 1, 2, 3, 4, pasan con mucha rapidez ¿Me pregunto a qué piso me llevarán?

 

 Pasa el 14, 15, no me imaginé que fuera tan alto. Hasta que se detiene en el piso 23, abre sus puertas y ellos me arrastran a una oficina.

 

  Visualicé a una mujer de piel pálida, hermosa, alta, de cabello plateado largo, pero era joven o eso parecía. Con unos ojos grises tan claros que parecían casi blancos. Vestía un amplio vestido blanco. 

 

 Se encontraba de pie junto a un escritorio que probablemente era del presidente de esa compañía.




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