Capítulo 5

  Me encuentro aquí detrás de estas negras rejas y rodeado de espíritus como yo. No podemos salir, estamos atrapados. 

 Nunca me imaginé que estaría preso. Esto es una locura. Todo esto. No duermo tampoco puedo morir ¿Estaré aquí toda la eternidad?

—Te veo muy preocupado -escucho una voz y al voltear veo una chica que se ha sentado cerca de mí. Es bonita, de cabello castaño largo y ojos marrones. Su mirada es dulce, pero también observo tristeza.

—Al igual que tú -le respondo.

—Por supuesto, estamos aquí y no podemos hacer nada y además estamos... muertos. Eso no es fácil de comprender.

—Te entiendo. Morimos tan jóvenes y... 

—Deberíamos estar en el cielo no aquí.

—No creo que esto sea el cielo más bien parece el infierno.

—Nunca hice nada malo para estar así -dice la chica decepcionada.

—Esto no tiene nada que ver con nuestro comportamiento. Esa mujer... es la culpable.

—Pero ¿qué es lo que quiere?

—No lo sé, pero algo... algo va a pasar.

—Eso me preocupa. ¡Oh! Mi nombre es Deisy, se me había olvidado presentarme.

—Yo no recuerdo mi nombre -respondo apenado.

—¡Oh! qué mal. Con el tiempo te acordarás. En un principio yo tampoco me acordaba de mi nombre, luego lo recordé.

—¿Recuerdas toda tu vida?

—No estoy segura si toda, pero creo que gran parte de ella. Recuerdo a mis padres, mis amigos, mis profesores -le salió una risita- Yo era muy mala en inglés, castellano, física y geografía

—¿No se te daba bien los estudios?

—En esos no. La profesora de castellano era muy amargada y mandaba a hacer muchos trabajos, no me daba tiempo terminarlos todo. Aunque se me daba bien la química, me gustaba, y el profesor explicaba muy bien. Educación física, estaba inscripta en una academia de baile y el ejercicio me ayudaba a estar en forma.  

 Conversamos un rato. Me ayudó bastante para olvidarme de lo que ha estado sucediendo. 

 Era como un día normal charlando con una amiga sobre el colegio. Hace tanto que no me sentía... ¿cuál es la palabra? Vivo, quizás.

  Percibo que alguien me observa, miro por el rabillo del ojo y me doy cuenta que es aquel pelirrojo que trataba de intimidarme cuando me lanzaron a esta celda. 

  Hay otros tres tipos a su lado que también me miran. El pelirrojo se me acerca con una sonrisa peligrosa. 

—¿Te encanta como quedó la ciudad? -pregunta extendiendo los brazos y me susurra- Tu madre y perrito se largaron después de tu suicidio.

—¿Qué sabes de mí? -Él me conoce, sabe quién soy.

—Nada -responde fingiendo inocencia.

—Sabes algo -insisto. Tengo que conocer la verdad sobre mí.

—Yo no sé nada. Sólo lo que saben todos -y me empuja.

—Sí que sabes algo.

  Sus ojos reflejaban puras mentiras. El inició la pelea, y en mi mente lo tenía claro, pero no hallaba como obligarlo a delatarse. 

 Nos golpeábamos, pero ninguno de los dos sentía dolor. Esta era mi primera pelea y muy distinto a lo que podría imaginar que sería. Golpearme con un hombre mucho mayor que yo, en una cárcel y siendo ambos espíritus, no era algo que podría adivinar.

  Los demás nos observaban sin saber qué hacer, si ver o separarnos, decidieron hacer lo primero. Hasta que José Gregorio lo empujó separándolo de mí.

—Dejen la estupidez -y me arrastra con él- ¿Qué haces?

—Él sabe quién soy. Me conoce.

—Conozco a ese tipo. No cuando vivía sino después aquí. Como sea, él no te va a decir nada, aunque lo sepa. Le gusta hacerse el importante y el que lo sabe todo.

—Quiero saber sobre mi vida -mi voz es tan débil que dudo que me haya escuchado, pero sí pudo oír.
 

—Lo sé y te entiendo, pero así no arreglarás nada -me habla como un padre consolando a su hijo. Me hizo sentir mejor extrañaba ese amor de padre. No tengo recuerdos de mi verdadero padre sólo de mi madre ¿Qué habrá sido de él? ¿Murió o nos abandonó?