Suits And Heroes

Capítulo 3 – “No soy un héroe… pero tampoco un cobarde”

La ciudad ardía bajo el sol del mediodía, y Axel caminaba sin rumbo claro por las calles de Nueva Austral, con las manos temblando y el corazón latiendo con una mezcla de nervios y expectativa. Cada tanto giraba la cabeza, atento a cualquier señal de peligro.

—Vamos… alguien tiene que necesitar ayuda —murmuró, tragando saliva.

Pero después de diez, veinte, treinta minutos, no encontraba nada. Ni un accidente, ni un grito, ni siquiera una billetera extraviada. Solo la ciudad funcionando como en cualquier otro día.

Cruzó una esquina y subió por una calle ancha. Más adelante, los pilares de concreto de la autopista elevada se alzaban como titanes de cemento entre los edificios. Era una de esas estructuras antiguas, aún útiles, que cortaban el cielo como un río de asfalto suspendido.

Fue entonces que la vio.

Una niña, sola, caminando a unos cincuenta metros. Tendría seis o siete años. Llevaba una mochilita y parecía perdida, mirando a todos lados con inquietud.

Axel frunció el ceño y aceleró el paso. Pero no llegó a avanzar más de cinco pasos cuando algo cayó del cielo.

¡BOOM!

El impacto sacudió el pavimento. Una figura grande, musculosa, aterrizó frente a la niña, levantando una nube de polvo. Vestía un jogger negro sin camisa. Su silueta podía parecer la de un héroe… pero algo en su actitud no inspiraba confianza.

Axel se ocultó tras uno de los pilares de la autopista y observó desde la sombra.

—¿Un héroe? —susurró.

No podía oír bien lo que decían. El sujeto se agachó para hablarle a la niña, que retrocedió un poco. Axel sintió alivio… hasta que el tipo sonrió.

Esa sonrisa. No era amable. Era torcida, oscura, de esas que congelan la sangre.

Axel sintió una punzada en el pecho. Algo dentro de él, instintivo, explotó como una chispa.

Y sin pensarlo, corrió.

No sabía cómo, pero en un segundo ya estaba parado entre la niña y el hombre. Había cruzado esa distancia como si el mundo se hubiera ralentizado para él, y al mismo tiempo sintió que estaba perdiendo toda su energía de golpe, como si hubiera corrido 10 km sin parar.

El sujeto se sorprendió.

—¿Y este quién se supone que es? —dijo, con desdén.

Axel no se movió.

—No tengo nada que decirte, basura —Respondió firme. El estaba totalmente agotado y sentía que se iba a caer en cualquier momento, pero algo dentro suyo le decía que tenía que estar de pie, que no se podía rendir al cansancio por ningún motivo.

El hombre lo miró de arriba abajo, luego soltó una risa seca y breve.

—¿Estás jugando a ser un héroe? ¿Eres idiota? Eres una pequeña porquería, y aún así, ¿te crees la gran mierda? Vete a casa antes de que alguien te haga daño niño, no tengo ganas de jugar contigo.

Axel apretó los puños, sin retroceder.

—Inténtalo si quieres… pero de aquí no me vas a mover ni un centímetro, loco hijo de puta.

El silencio se volvió denso. El viento soplaba entre los edificios y la autopista elevada, arrastrando papeles y polvo. El tipo frunció el ceño, se tocó el puente de la nariz con dos dedos y cerró los ojos un segundo.

Cuando los abrió, ya no quedaba rastro de sonrisa.

—Tú te lo buscaste, mocoso lleno de mierda, por arruinarme mi jodida diversión.

Levantó la mano.

Y el mundo se tensó.




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