—¡NO ME SUBESTIMES MALDITO IMBÉCIL ARROGANTE! —gritó el villano, con una vena hinchándosele en la frente.
Como un misil humano, descargó una ráfaga de golpes. Puños como martillos, codos como cuchillas, patadas giratorias. Cada ataque generaba ráfagas de viento, vibraciones en el suelo, grietas en el asfalto. El tipo se movía como una bestia rabiosa… y sin embargo, nada impactaba.
El hombre de traje no retrocedía. No se esforzaba.
Solo se movía lo justo.
Un paso a la izquierda, la palma abierta para redirigir un golpe. Una ligera inclinación del torso, como esquivando la brisa. Su rostro permanecía neutro, casi aburrido, como si ya supiera todos los pasos de la coreografía.
—Tus golpes son duros —comentó en tono casual mientras bloqueaba otro ataque con el antebrazo—.
—¡CALLATE! —vociferó el villano, escupiendo saliva.
Sus golpes se volvían más erráticos, más desesperados. Su técnica, si alguna vez la tuvo, se estaba desmoronando bajo la frustración.
El hombre de traje suspiró.
—Oye, si tienes algún ataque especial, es el momento de usarlo. —Y luego, añadió con una sonrisa sarcástica—. ¿Realmente esto es todo lo que tienes?
—¡CIERRA LA BOCA, CALLATE, CALLATE, CALLATE! —rugió el villano, alzando ambos brazos y descargando un puñetazo doble hacia el suelo.
¡BOOM!
El impacto partió el concreto como si fuera cartón mojado. Una nube de polvo envolvió la zona. Los edificios cercanos vibraron con el eco del choque.
Por un instante, no se vio nada.
Y luego, en medio del humo, se escuchó una voz tranquila:
—Creo que es hora de ir finalizando con esto.
Cuando la nube se despejó, el hombre de traje estaba justo detrás del villano.
Sin hacer ruido. Sin levantar polvo. Como un fantasma.
El villano giró apenas la cabeza, y sus ojos se agrandaron al ver lo cerca que estaba.
—¿Cómo…? Con un miedo indescriptible, sintió su muerte inminente, algo que nunca había percibido, era la primera vez que sentía miedo real desde que era un niño pequeño, por lo que estaba totalmente desconcertado y lleno de miedo al mismo tiempo
—Sorpresa —le susurró al oído.
Un solo golpe.
El puño del hombre se movió como un latigazo recto al costado del cuello del villano. No fue un golpe con energía brutal, ni con efectos especiales… pero el cuerpo entero del agresor voló.
Fue como si lo hubiera atropellado un meteorito. El villano salió disparado hacia el cielo como una piedra catapultada, girando descontrolado.
¡CRACK!
Impactó con una columna de concreto de la autopista, que se fracturó con un sonido seco. El villano quedó incrustado ahí, temblando, con sangre en la comisura del labio y los ojos en blanco.
El silencio fue absoluto.
El hombre se quitó el polvo de los nudillos con un pañuelo blanco, que sacó de su bolsillo interior.
—Nunca falta el loquito con complejo de supervillano los lunes —murmuró, suspirando.
Y sin mirar atrás, se giró para marcharse.
Pero antes, bajó levemente sus gafas de sol para mirar con sus propios ojos el cuerpo colgando, apenas consciente.
—Eso te pasa por tocar a un niño delante de mí, escoria.
Y se fue, como si nada mientras el villano perdía la conciencia y miraba aterrado sus piernas en la calle, como seguia la mitad de su cuerpo parado chorreando sangre.
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Editado: 20.05.2025