El viento agitaba la nube de polvo, revelando el desastre. El asfalto estaba agrietado. Una farola caída. Parte del puente había cedido un poco por el impacto final. Y en medio de todo… ese hombre de traje caminaba tranquilo, como si acabara de salir de una cafetería.
No había sirenas todavía. Ni drones de seguridad. Solo el eco del golpe, que aún parecía flotar en el aire.
El hombre se detuvo por un segundo, miró hacia un costado, y habló como si lo hiciera con alguien invisible.
—Listo. Pueden venir a limpiar.
Una pequeña luz azul parpadeó en el borde de su solapa. Una señal de comunicación. Una respuesta en clave que solo él entendió.
Se sacó las gafas con calma, revelando unos ojos marrones e intensos. Los frotó un poco con el pañuelo, más por costumbre que necesidad, típicamente de alguien duerme poco.
—La próxima vez me llevo el espresso antes de venir —murmuró para sí, como quejándose del trabajo de oficina.
Mientras tanto, el villano empezó a resoplar. Como un animal herido que no aceptaba la derrota.
—M…maldición… —logró escupir, con sangre entre los dientes—. ¿Quién carajo… eres maldito…?
El hombre giró apenas la cabeza. No se molestó en acercarse. Su voz se mantuvo suave, pero no había nada amable en su tono.
—Alguien con clase.
Se encendió una pantalla holográfica frente a él. Una proyección con el logo del gremio Suits y un identificador.
“Confirmada neutralización de amenaza nivel A. Intervención clasificada. Identidad del sujeto:Igris Kraven. Reporte enviado al Nodo S.A.”
El hombre deslizó el holograma hacia un lado con un gesto. Acto seguido, sacó un pequeño reloj de bolsillo de oro. Lo abrió, miró la hora, y lo guardó otra vez.
—Cinco minutos y medio… Estoy lento.
Varios curiosos empezaban a asomarse. Algunos drones de prensa volaban ya en dirección al desastre.
El hombre suspiró. Odiaba a los drones.
El viento agitaba el saco impecable del hombre de traje mientras se acordaba de cómo Axel se alejaba, llevando a la niña de la mano. Se quedó de pie entre los escombros y el polvo, mirando en silencio.
—Ese niño tenía miedo —murmuró para sí—. Pero aun así se puso al frente. A veces el valor no es la ausencia de miedo… sino actuar a pesar de él.
Metió las manos en los bolsillos del pantalón, con gesto relajado. Luego frunció los labios al recordar algo.
—Olvidé darle mi tarjeta… Qué lástima.
Pero entonces notó el escudo bordado en la parte inferior del uniforme de Axel, apenas visible bajo su ropa civil. Sonrió.
—Así que iba a la Academia... Seguro volveremos a vernos.
Se giró por última vez hacia el cuerpo colgado del villano y dejó una última frase, como una lápida verbal:
—Si alguna vez te levantás de ahí… ven a buscarme si te atreves.
Y con esa despedida, caminó hacia un elegante auto negro que lo esperaba flotando a baja altura junto al borde del camino.
Las puertas se abrieron solas. Subió. Y desapareció.
Como si nunca hubiera estado ahí.
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Editado: 20.05.2025