Sujeto 23061

Capitulo DIEZ

Dormir era algo tan perfecto, casi tanto como los spaghettis y la noche, algo que no merecía ser interrumpido nunca.
Así que no me sentí para nada culpable cuando, por lo bajo, le dirigí unas maldiciones a quien fuera que me perturbara a media mañana del sábado.
Luego de haberme levantado en la madrugada para correr por el vecindario y haber desayunado, decidí que no mataría a nadie dormir otro rato. Tenía planeado tomar un curso de repostería cuando me despertara naturalmente.
Suspiré cansada, envolviéndome más en las sabanas. Quería hundirme en ellas hasta que dejara de oír el timbre.
Pero ese molesto Ding-Don no veía la hora de callarse. Así que, a regañadientes, me paré de la cama, con mi pijama mal puesta. Bostecé mientras me la acomodaba y caminaba a la puerta. Pase la muñeca distraídamente por el panel y esperé a que se abriera la puerta.
Del otro lado, Axel tenía un folder de oficina, con una etiqueta que no alcancé a leer. Rodeé los ojos cuando Axel vio mi pijama y contuvo una risa.
— ¿Unicornios?
—Cállate.
Lo dejé pasar haciéndome a un lado. Me arreglé la cola que me sostenía el cabello y me di cuenta de que Axel no se había sentado. Luego volví a ver el folder que llevaba.
— ¿Qué es eso?—Axel me tendió el folder y leí en la etiqueta Cenizas de nuestros Cimientos, el título que le había dado a mi noticia.
—Ya la aprobaron—Lo miré atónita y deje salir aire que no sabía que estaba conteniendo. Una gran sonrisa empezó a formarse en las comisuras de mi boca pero se detuvieron al instante.
— ¿Estaba suficientemente censurada?—Axel se encogió de hombros.
—No iban a aprobarla si no lo estuviera—Cerré los ojos por otro momento, aliviada, pero no del todo—Lo hiciste bien.
¿Lo hice? Cuando recién me dijeron que debía censurarla, no creía que fuera lo correcto. Luego de ver los escombros, causados por personas de sangre fría, dude más de lo que podría admitir. Estaba mal ocultarle algo tan horrible a la gente, aunque fuera por un bien mayor. Y mis dudas respecto a la moral de Synapse no ayudaron para nada. Porque, al fin y al cabo, era a ellos a quien defendía con esto. Defendía a Athena Mitter.
Me senté en el sillón, sentía que la cabeza me daba vueltas. Estaba ya cansada de todo esto. Cuando salí de mi ¨Archivador¨ solo planeaba vivir una vida feliz y normal. En mi burbuja de admiración, ¿Quién diría que explotaría al llegar aquí?
— ¿Kalila? ¿No estas satisfecha?—Abrí los ojos para reunirme con los suyos, quien me miraban con algo más que preocupación. Tal vez esa evaluación natural de ellos.
— ¿En serio esto era…lo correcto?—Axel abrió la boca pero no dijo nada— ¿En serio esto es lo que es correcto? La gente merece saber, ¿No? Y yo…se los estoy escondiendo directamente—Axel se sentó a mi lado, pero no pude mirarlo.
—Es lo que tenías que hacer.
—Los rebeldes son peligrosos, viven entre nosotros—Axel tragó saliva y noté como su nuez de Adán subía y bajaba—Pero…en cierta forma, ¿Podría ser posible que ellos sean los que realmente estén en lo correcto?
—No deberías decir eso—Axel tomó mi barbilla para que lo mirara—No digas eso en voz alta, se podría tomar como rebelión.
—Pero…Esto está mal—Dije con firmeza—Recuerdo lo que dijiste, si se rebelan, probablemente deben tener una buena razón. ¿Y si…todo esto es su razón? Synapse nos miente cada día, nos oprimen, separan familias, y son autoritarios aunque clamen lo contrario…—Axel me puso una de sus manos en la boca, para que me callara y me miró con reproche.
—Alguien podría oírte—siseó—Tienes que parar de decir eso—Una lágrima cayó de uno de mis ojos.
—No me importa, pronto volveré a Erlogen, a pretender que todo está bien. Que nunca hubo algo mal o algo mejor—No me atreví a mirarlo a los ojos—Y tendré que sobrellevarlo sola. Así que, Axel, creo que tengo todo el derecho de decirte lo que pienso.
Axel me miró fijamente, apretando los labios y miró al techo, probablemente buscando paciencia. Cuando al fin volvió a bajar la cabeza, no me miró antes de susurrar:
—Cámbiate, debo mostrarte algo.
Fruncí el ceño, pero obedecí. Me puse unos jeans y una blusa manga larga y lo seguí sin vacilar cuando me llevó a su auto.
Me picaban los dedos con las ansias. Me mordí las uñas durante todo el camino—que solo duró diez minutos—hasta darme cuenta de que íbamos a Synapse. Fruncí el ceño pero no dije nada. ¡Que emocionante!, me susurró una parte de mi cerebro. Le rodeé los ojos y me mordí el labio para evitar sonreírle.
Axel se bajó del auto, y me llevo a rastras hasta el interior del edificio.
Todo parecía relativamente normal hasta que tomamos un ascensor al subnivel 19. Lo miré desde abajo y carraspeé.
— ¿Qué estamos haciendo exactamente aquí?—Pregunté— ¿Si quiera tienes permitido estar aquí?
Axel me miró como si ambas respuestas fueran obvias, lo que no eran y resoplé por lo bajo. Tratando de mantenerme serena, casi fallando, me quedé observando la pared brillante del ascensor. Me recordaba mucho a la vez en la que me escabullí en la CUI. Ese sentimiento de familiaridad me hacía estar alerta y emocionada. Como si me fueran a atrapar estando al borde de algo importante.
Miré a Axel de soslayo, ¿Se sentiría así? Si era así, no lo demostraba. Su rostro era impasible, tal vez incluso aburrido.
Cuando el ascensor se abrió con un chillido, Axel caminó a grandes zancadas por un pasillo que se bifurcaba y se estrechaba, hasta dar con una pared blanca y sólida.
Me quede viéndola con desconcierto.
— ¿Querías que viera una…?—Axel me silenció y sacó una tarjeta de acceso de uno de sus bolsillos. Eso sí que me confundió. Axel trabajaba aquí, así que su MI debía estar configurado en todos los lugares importantes, ¿Por qué necesitaba una tarjeta aquí…en una pared? A menos que…—No se supone que debamos estar aquí—Susurré con asombro y sonreí.
Axel no se molestó en callarme y pasó la tarjeta por un panel que pareció haber surgido de la nada. Por una fracción de segundo, pude leer parte de la información de la tarjeta. Propietario: Athena Mitter.
— ¿Se la robaste?
—Athena la perdió, yo solo la encontré.
—Y no la devolviste—mi sonrisa se iba anchando.
—Míralo como quieras—Estuve a punto de reírme, pero Axel me volvió a tapar la boca con sus manos—Ya lo dijiste, Kalila, no deberíamos estar aquí, así que sería de bastante ayuda que te callaras—Me susurró y asentí, algo ruborizada por su cercanía.
Axel se separó de mí y señaló con la cabeza la pared. Volví mi cabeza a ella y ahogué un chillido al ver que ya no estaba, en cambio, unas escaleras oscuras y antiguas descendían sin un final visible.
— ¿Pero qué…?—Axel tomó mi mano y me jaló adentro, para luego cerrar la puerta detrás de nosotros. Oí un sonido de cierre hermético y me sentí dentro del poema que Axel me había leído una vez. Sueño con perderme en la noche.
Aún con mi mano entre las suyas, Axel bajó las escaleras, peldaño tras peldaño, de vez en cuando pronunciando mi nombre como una pregunta, para
saber si seguía con él. Unas pocas veces no respondí, me hallaba divagando y sintiendo la oscuridad. Hacia frio y podía sentir motas de polvo rosando mis mejillas o sienes. Sentía como si esta escalera fuera a llevarme a una tierra a la que Synapse nunca llegaría, donde nunca me encontrarían. Y ya en sus oscuros rincones, conseguirme algo de luz.
El mundo que Synapse había formado ya no se sentía tan perfecto, y tenía la sensación de querer sacudírmelo de encima, como las motas de polvo que se adherían a mi cara. No como de la que huyo, esa es una bella frialdad.
Hubo un momento—no sé exactamente cuándo—en donde dejamos de bajar. Y de un momento a otro, una bombilla vieja y gastada se encendió por encima de mi cabeza. Vi el brazo de Axel estirado hacia un interruptor, antes de que lo bajara.
Lo seguí durante cinco pasos antes de que el rubor me subiera a la cara, al notar que no había soltado mi mano. Ya no era necesario, pero no dije nada al respecto, a sabiendas de que si él lo notaba y la apartaba, iba a ser muy incómodo.
Alejé esos pensamientos de mi cabeza y los seguí a una pequeña habitación con bastantes archivadores. Al abrir la puerta, eso fue lo primero que noté. Archivadores polvorientos y oxidados, como si nadie hubiese entrado allí en más de una década.
Al fin, Axel me soltó y alejé la decepción que tuve por un segundo, mientras él sacaba un folder amarillento y me lo entregaba.
— ¿Qué es esto?—elevé la mirada y lo enfrenté— ¿Qué hacemos aquí?
—Léelo—fue todo lo que dijo.
Bajé la vista y vi el título que llevaba la etiqueta. Meningitis Mutada.
Supuse que era uno de esos viejos informes de cómo esta había matado a más de un cuarto de la población, tal vez incluso de esos en los que se hablaba de como Synapse había hallado la milagrosa cura.
Negué cerrando los ojos y tomando una respiración.
—No necesito leer esto, Axel. Sé exactamente lo que dice…lamento haber dicho todas esas cosas malas de Synapse, yo…—Axel negó y me instó a que lo agarrara.
—Léelo.
Abrí el folder y mis ojos registraron una fecha y un subtítulo, bitácora 001 del doctor Mitter.
Elevé una ceja, no era un archivo oficial, era una bitácora. Era el diario del padre de Athena, Konnen Mitter. El primer doctor en tratar la Meningitis Mutada. Fue su hija quien halló la cura y quien escaló al crear la CUI y Synapse, pero eso no le restaba importancia a los hallazgos de Konnen.
Bitácora 001
Hoy ha sido un día muy productivo, el virus ha reaccionado adecuadamente al suero y a los estímulos químicos que le suplo. A este paso, a pesar de que suene muy optimista, en un año o algunos meses, ya estaría bien distribuido en la población.
Nunca había oído de ese suero, pero no me sorprendió. Hubo bastantes ensayos y error antes de que se hallara la cura para el virus.
Bitácora 015
Oí vi una diferencia, la Meningitis reaccionó adecuadamente. No mostró signos de debilidad o de resistencia al suero, como si no le hubiese inyectado nada.
¿Qué? ¿Cómo podía llamar eso como una reacción adecuada? Miré a Axel en busca de respuestas, pero él no me miraba. Esperaba pacientemente sentado en el piso a que acabara.
Me salté un par de bitácoras más.
Bitácora 240—bueno, tal vez unas doscientos veinticinco.
El virus ya esta listo para ser distribuido. Ya no muestra dificultad para anular cualquier tipo de medicamento en su contra, exceptuando la que mi
hija ha estado desarrollando. Mañana será el gran día. Dejaremos libre uno de los sujetos infectados y amnésicos para iniciarlo todo. Pronto, el plan mayor podrá empezar a moverse, aunque para eso aún falta algún tiempo.
Dejé de leer, confundida. ¿De que hablaba? ¿Listo para ser distribuido? No hablaba de una cura, hablaba de un virus…la Meningitis Mutada.
Mi boca cayó al suelo y miré a Axel con horror.
— ¿Qué quiere decir esto?—Dije apenas en un susurro. Axel me miró suficiente tiempo como para decirme que yo ya lo sabía.
El doctor Konnen Mitter no había trabajado en una cura al virus, había trabajado en el virus. Los Mitter lo habían creado, así como su respectiva cura. Supuse que solo sacaron la cura al mercado luego de haber ejecutado el plan mayor. ¿Pero cual era ese? Sentí que mi cabeza iba a explotar cuando pronuncié las siguientes palabras:
—La cuarta guerra mundial—susurré—todo fue parte de su enfermizo plan. Ellos incitaron la Catástrofe y…y aprovecharon el caos para subir al poder.
Axel solo asintió, ausente y me dejé caer en el suelo.
— ¿Cómo…cómo es posible?—hundí mis manos en mi cabello—Esto esta muy mal, muy, muy mal—Alcé la vista para verlo—¿Hace cuánto lo sabes?—Axel alzó la tarjeta de acceso.
—Desde que la tengo.
Mi mirada se perdió en la pared, tratando de digerir todo. Todo lo malo que sabía de Synapse colisionaba con esto. Habían asesinado a más de un cuarto de la población mundial para incitar una guerra. Habían seguido con la guerra hasta que el mundo estaba en sus cimientos, solo por poder.
Cuando Axel me trajo aquí, pensé que era para hacerme recapacitar sobre mis pensamientos negativos, pero, luego de leer esto, me quedé pensando que podía haber sido justo para lo contrario.
— ¿Por qué me muestras esto? Estoy segura de que está escondido por su ilegalidad.
—Querías toda la verdad, aquí la tienes—Hundí mis manos en el cabello de nuevo y me cubrí la cara con ellas.
— ¿De qué me sirve si tendré que afrontarla sola? ¿Si tendré que vivir el resto de mi vida sabiendo que todo esto esta mal, entre personas que lo ven como la tierra de la perfección?—Farfullé.
Axel se levantó, solo para sentarse a mi lado y me apartó las manos de la cara, tomándome por las mejillas para que lo mirara.
—No estás sola, Kali.
—Me voy a Erlogen, ¿Recuerdas? Y tú no estarás allí—decir esas palabras en voz alta me agrietó el corazón. No me había dado cuenta de lo mucho que de verdad me dolía.
Axel me miró, con esos ojos azules, irónicamente cálidos y no dijo nada. Tensó los labios, sabiendo que era cierto y solo me abrazó. Me abrazó de improviso, jalándome hacia el y fui a ese pecho sin titubear. Solo ahí dejé que todas las lágrimas salieran. Dejé que él trazara círculos en mi espalda mientras me estremecía. Sentía como si fuera a enfermarme.
Sabía todo lo que habían hecho y no podía decir nada a la gente. Al pueblo que lo merecía. Y para darle otro toque de gracia, yo era reportera. Me enfrentaría a las cámaras cada día sin falta, con esas palabras en la punta de mi lengua y al borde de mis pensamientos, sin poder decir nada ligeramente acercado.
Toda esa presión iba a ahogarme.
Así que lloré y lloré, deseando no tener que hacer lo que sabía que debía. Pararme, volver a Erlogen y casarme con Willen, olvidando a Axel para siempre. Tal vez incluso dejando ir a Noah y a Joule también.
Quiero una cálida, a la que como fiel amiga pueda abrazar.
Quería algo mejor, no quería tener que vivir así. Con palabras impronunciables en mi lengua y pensamientos indebidos en mi mente.
Y aun más, quería quedarme con Axel.
Y que me susurre como un secreto; ¨Cae en paz, pues yo te tengo¨.

Luego de lo que parecieron años, Axel me apartó y me secó los restos de lágrimas, me ayudó a levantarme y me dijo que había que irnos, en italiano—por supuesto—consiguiendo que esbozara una minúscula sonrisita.
Subimos de nuevo por la escalera empolvada y salimos de Synapse como si nada. Antes de volver a mi apartamento, Axel pasó por el restaurante clásico y me compró una porción extra grande de spaghettis. Iba a extrañarlos tanto cuando volviera. Lloré mientras me los comía en mi sillón con Axel a mi lado, leyéndome algún libro suyo. Este trato de aligerar el ambiente, diciéndome que fácilmente pude haber sido su molesta hermanita menor con lo mucho que lloriqueaba. Me reí de eso y le lancé algo de mi bebida.
Axel me miró con espanto, comprobando si su libro estaba bien. Y se sentó en la mesa indignado, aunque poco a poco volvió a mi lado.
La hora de su visita rutinaria a Adelaide ya había pasado para cuando me dormí, cayendo en su regazo, como otras veces. Definitivamente, extrañaría esto. ¿Quién iba leerme hasta dormirme? ¿A fingir las voces para que me riera? ¿O me hablaría en italiano cuando me sintiera mal?
Todo había acabado, se había ido, desvaneciéndose en la noche perfecta.
Sellado con la carta que me llego al día siguiente, instándome a desalojar mi apartamento antes del mediodía. El chofer me esperaba afuera desde el mismo segundo que desperté.
Y lo pospuse lo más que pude, con tal de verlo una última vez, con tal de despedirme. De decirle arrivederci por última vez. Un último abrazo, una última broma o algo…
Sin embargo, Axel no llegó nunca, haciéndome dudar si él lo hubiese querido así. Y las lágrimas empañaron mis ojos cuando pasé mi muñeca por el panel. Mi pie chocó con un paquete en el suelo, bajé la vista y se me encogió el corazón al darme cuenta de que no tenía ninguna dedicación o destinatario.
El chofer me apuró para subirme al auto y tomó mi maleta.
Me apoyé en la ventana, en la parte posterior del auto. Recordé el paquete y aproveché que estaba sola para abrirlo.
Me eché a llorar, por milésima vez en el día, apretando el ejemplar de Romeo y Julieta contra mi pecho. Tenía un par de páginas marcadas y lo abrí en el primer marcador que se me ocurrió.
Ahogue un gemido cuando leí la reprimenda de Julieta a sus Ama por no apurarse con las noticias que traía. Era el mismo fragmento que me había leído cuando se había quedado en el hospital conmigo toda la noche.
Y llore aún más cuando leí la nota que tenía pegada.
¿No habéis oído decir que dos pueden guardar un secreto cuando uno se va lejos?
Esa era su forma de decirme que todo estaría bien. Que separarnos era lo mejor, lo que debía suceder. Y que a pesar de todo, ambos podríamos quedarnos con esta pequeña parte de nuestras vidas, oculta en un cajón que solo conocíamos nosotros dos. Porque todo había sido un secreto, uno que guardaría.
Yo me iría lejos, ¿Qué mejor forma de cuidarlo?



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En el texto hay: distopia, romance

Editado: 21.09.2020

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