Sujeto 23061

Capitulo ONCE

Mi casa estaba fría cuando llegué.
No sabía si era porque diciembre ya estaba al acecho y consigo traía el invierno. Mi primer invierno fuera del Archivador.
Lo que antes había sido ¨La Navidad¨ ya no se celebraba, solo sabía de ella por las clases de historia. Luego de que la CUI y Synapse tomaran el mando, ese tipo de celebraciones carecían de sentido. Si había prestado atención, la Navidad era sobre la familia, pero en Wandel y el resto del mundo la familia no era lo que había sido.
Así que eso se pasaba por alto, sin embargo, año nuevo era algo totalmente distinto. Synapse se enorgullecía más con cada año que pasaba desde la Cuarta Guerra Mundial y todos los demás de haber pasado ya aquella temporada de crisis. Este sería mi primer año fuera del Archivador y sería un día muy…inusual. Y no solo por celebrar que al fin concluiría todo este año, sino porque iba a casarme ese mismo día.
Cuando recién llegué, me sorprendí a mí misma sin reconocer nada. Mi habitación se sentía extraña y el vecindario se sentía más calmado—a pesar de que no lo era. Mi trabajo se sentía más como una obligación, no como lo que había soñado, después de todo, siempre me tocaba hablar de la explosión y dar actualizaciones de la reconstrucción de la sede. Durante toda la hora que me tocaba al aire, sentía un miedo paralizante. Miedo de que la voz me temblara al decir algo bueno de Synapse o que el impulso de rodar los ojos pudiera conmigo al acabar con su lema; Cuando se está con quien se debe estar, se es quien se debe ser.
A mediados de diciembre, me di cuenta de que me estaba amargando. Y ni siquiera los paseos en bicicleta o el sentir la noche podían calmarme. Sentía que ya toda mi antigua rutina era demasiado tonta y complaciente con el gobierno. Vivía en la casita que me habían asignado, comía lo que me habían provisto, trabajaba lo que me habían dicho, decía lo que querían que dijera, y me dormía a la hora que me indicaban. Estaba consciente de que sonaba horrible, como si le hubiese perdido el sabor a la vida, pero no se trataba de
eso. Le había perdido el sabor a su vida. A la vida de Kalila 23064, esa no era la mía.
Chris Alte había notado mi desazón, pero no me presionaba para hablar de ello. Un día me di cuenta de por qué no lo hacía. Me di cuenta de algo que debí haber sabido hacia bastante ya. Chris también se sentía así. Tal vez porque esto no era lo único que él conocía, o tal vez porque lo veía igual que yo. Me di cuenta de que Chris había sido amable y sociable porque yo era nueva y porque quería seguirme el ritmo, y ahora que no lo llevaba, Chris se veía más apacible y apagado. En parte me sentí culpable por eso, pero algo me decía que al fin y al cabo, él se habría cansado en algún momento y se habría mostrado así en algún momento u otro.
Por otro lado, mientras que mi corazón empezaba a marchitarse y a podrirse, y mi trabajo empezaba a ser la peor tortura de mi día, veía a Willen cada día, a la hora de la cena. Cada día.
Y podía ser que me estaba volviendo loca, como una cascarrabias de las montañas, pero cada vez más tenía menos deseos de verlo. Cada día, luego de volver cansada y exhausta de oír toda esa basura comercial, Willen me esperaba en el escalón de mi casa con algún tipo de flor—diferente cada noche—y tenía que invitarlo dentro a cenar. Los primeros dias, cuando tuve que ir a hacer las compras al supermercado, traté de comprar pasta para las cenas con Willen, pero sencillamente no podía. Así que sencillamente compraba como veinte paquetes de sopa instantánea.
Además, Will empezó a saturarme del tema de la boda—que sería el primero de enero, día que él había elegido ya que le había parecido especial—, llevando cada tema a ella. ¨ ¿Compraste sopa para la cena? Cuando nos casemos cenaremos puré¨ o ¨ ¿Llevas un lindo vestido verde? Cuando nos casemos te comprare otro igual, pero en azul¨ o ¨ ¿No te gusta el country? Bien, nuestro primer baile será un vals entonces¨.
No tenía nada en contra de Will, como persona. Si nos hubiésemos conocido de otra forma, creo que hubiésemos sido amigos. Pero como pareja ya era otra historia.
Y poco a poco, mi vida perfecta se volvió intolerable.
Mi ánimo iba bajando bastante con forme los dias me acercaban al primero de enero, y sentía que mi corazón se volvía más amargo con cada día que pasaba. Mi falta de respeto a Synapse y a Athena me carcomía por dentro, ya que no podía mostrarla a nadie, ni si quiera a Chris o a Will. Y eso me consumía en mi soledad. Además, en consecuencia a eso, me fui tornando indiferente a bastantes cosas importantes. A mi persona ya no lo eran, pero por alguna razón, para los demás sí.
¨ ¿Cómo quieres que sea tu vestido de boda? ¿Marfil o champagne? ¿Diadema o lazo? ¿Pendientes o perlas?¨.
No me interesaba nada que tuviese que ver con mi boda y una pequeña parte de mí tenía miedo de casarse con Willen. Sentía como si cierta puerta fuese a cerrarse al hacerlo, metiéndome en algo que no sería capaz de cambiar después. Aunque no era como si tuviera alguna opción al respecto.
Al fin y al cabo, la cuestión que más me importó de todo el asunto, fue una pregunta que Willen me hizo durante una cena. ¿Tu casa o la mía? No quería ninguna. En su casa sería una intrusa y en la mía lo era él. No quería cruzar esa línea con él, sencillamente no podía. Así que no respondí esa noche, ni la siguiente. Willen pareció entender que ya me había acostumbrado a esta rutina y la semana antes a la boda, me dijo que le había devuelto su casa al gobierno. Casi me ahogué con la sopa y le pedí que me explicara lentamente. Me dijo que se estaba quedando en un motel hasta que nos casáramos, para mantener la magia—o algo así, que provocó un escalofrío en mi estómago— y que estaba esperando con ansias que llegara el día en el que pudiera llamar a mi casa ¨hogar¨.
Vomité toda la sopa cuando se fue.
Me sentía enferma la mayor parte del día, pero la mañana se volvió la parte menos ajetreada del día, irónicamente. Desayunaba tranquila, fingiendo que seguía en Geld, dónde Axel tocaría la puerta en cualquier momento y me leería. Pero luego, cuando me montaba en mi bici, eso sencillamente se desvanecía.
Porque ese era otro tema. Llegué a leerme Romeo y Julieta unas cuarenta veces en todo el mes—bueno, tal vez exagero, pero fueron bastantes—hasta
que me lo supe de memoria. Sobre todo la línea con la que Axel se había despedido. Me ponía triste solo pensar en él. Pensar en que, realmente, nunca le había dicho adiós. Pensar en que, tal vez, ya estuviera casado. Y que, tal vez, ya me habría olvidado. Y parecía injusto debido a que yo no podía olvidarlo a él. Aún lloraba por él, cuando nadie podía verme. Recordando todas las veces que estuvo para mí. Cada vez en la que podía ser totalmente honesta con él o cada vez en la que no tenía que decir nada. Cada vez que me dormí en su regazo o en el piso, con su voz resonando lejos. Y tenía tanto miedo de que su recuerdo me acosara hasta que muriera, tenía tanto miedo de…de quererle aun cuando no se suponía que fuera lo correcto, que traté de olvidarlo. Seriamente.
Dejé de hablar en italiano conmigo misma o de comer pasta si Willen no se aparecía o no tocar a Romeo y Julieta. Sin embargo, esa decisión no duraba más de una hora, ya que siempre volvía llorando a la nota que él me había escrito. Y sabía que sonaba como un patético enamoramiento infantil, algo que superaría con el tiempo.
Así que, a sabiendas de que me consumía la tristeza y la negatividad, decidí que todo eso iba a acabarse ya el día de mi boda.
Iba a esforzarme por volver a ser la yo de antes. Iba a ponerle todas mis ganas, volvería a ser como era y todo empezaría disfrutando mi boda.

Las bodas en Wandel eran bastante tradicionales y sencillas. Ya que no había familias como antes, sencillamente invitabas a un par de amigos a una capilla, donde un ministro casaba al novio y a la novia. Luego de eso, el grupo iba a un restaurante o algo así y cenaban algo especial, comían pastel y brindaban diciendo ¨Ya estoy con quien debo estar y al fin podre ser quien debo ser¨—lo mismo que decían en la capilla, en vez del acepto. La cosa era más bien como, “Ámense en la salud y enfermedad…y más que nada, muéstrense el camino, el uno al otro, por el que Synapse los ha encaminado.” Y la repuesta de la pareja era; “Así será”, decían al unísono, “ya estoy con quien debo estar y al fin podré ser quien debo ser.”
Así que pensé que debía ponerle más ganas a eso de la boda. Compré un vestido sencillo blanco, que pasaría más por un vestido veraniego y planeé recogerme el pelo en un par de trenzas que se unirían en mi coronilla, dejando el resto suelto. También invité a Chris, quería que por lo menos hubiese alguien con quien me sintiera cómoda allí. Will me había dicho que muchos amigos suyos vendrían, junto con sus padres. Sí, Will había tenido suerte de ser hijo de otros Amin. Y a pesar de haber sentido un pequeño gramo de envidia inicial, me sentí honestamente feliz por él, yo hubiese querido esa oportunidad pero, ¿Quién sabe? Tal vez al casarnos podría llevarme tan bien con sus padres como si fuera su hija.
Unos dias antes, Will y yo habíamos acordado que nos veríamos en la capilla a las cinco en punto. Por lo que realmente no era sorprendente que a las cuatro siguiera durmiendo.
Sin embargo, tan pronto mi alarma sonó—a las cuatro y quince—me di un baño y me cambié de ropa, poniéndome el vestido blanco y peinándome. Me miré al espejo, sintiéndome ajena a mi reflejo. Yo no podía ser esa chica que estaba a punto de casarse. Pero lo era. Y estaría lista. Mi mirada cayó en el ejemplar de Romeo y Julieta que había dejado en mi gavetero. Tendría que guardarlo antes de irme.
Pero entonces, todo me chocó de golpe. Me quedé inmóvil un rato, y fui consiente de como el terror me recorría la espalda hasta llegar a mi pecho, volviéndose un dolor punzante que acabó en llanto. Me iba a casar con Willen y ya nunca vería a Axel. No de la misma forma que antes, y si lo volvía a ver, sería con Adelaide colgando de su brazo o conmigo de la mano de Will y ambas imágenes me espantaban.
Me recompuse tan rápido como pude y antes de guardar el libro, le di un besito a la tapa. Me sentí ridículamente mejor luego de hacer eso y me dirigí a la puerta, donde sabía que un chofer debía estarme esperando. Sin embargo, no había llegado y para las cuatro y cincuenta, empecé a impacientarme. Iba a llegar tarde a mi propia boda.
Entonces oí el sonido de un carro aparcarse frente a mi casa y me dirigí a la puerta, preparada para soltarle todo tipo de palabras— que admito no eran las
más propias de una muchacha de mi calaña, precisamente— y pasé la muñeca por el panel.
— ¿Es que había tanto trafico…?—Alcé la vista al chofer y mi corazón dejó de funcionar cuando vi su rostro. No era un chofer. Era Axel.

En el breve curso de enfermería que hice en Geld, vi síntomas clave de una congestión asmática. Y a pesar de que yo no fuera asmática, creía saber cómo se sentía tal falta de aire.
No lo sabía, no realmente.
Cuando vi a Axel, parado frente a mí, fuera de mi casa, el corazón me dio un vuelco, y no solo eso. Empecé a sentir que el aire no entraba a mis pulmones. Me sentía como se sentiría alguien asmático, como si las respiraciones fueran superficiales, sin llegar al fondo.
Mis labios se entreabrieron, como si quisiera decir algo o buscara aire.
Axel estaba tan relajado como siempre, de pie en la puerta y con las manos en los bolsillos de sus jeans. Con el pelo despeinado y el azul de sus ojos vibrante. Me dio una sonrisa de lado que desequilibró mi pulso constante.
—Como no te imaginas—Pudo haberlo gritado, aunque solo lo dijo, ya que solo lo oía a él, solo lo veía a él.
Mis ojos se empañaron y se me hizo un nudo en la garganta que no ayudaba en nada a mi respirar.
Ni siquiera le respondí apropiadamente antes de abalanzarme a él. Lo abracé fuertemente, rodeándole el cuello con mis brazos. Axel no se demoró y me sujetó por la cintura, enterrando su cara en mi cuello, como lo hice yo. No me di cuenta de que había estado llorando hasta que me aparté un poco él, y sus manos fueron a mis mejillas para limpiarlas.
— ¿Axel…?—Apenas pude pronunciar su nombre, con lo que me dolía la garganta— ¿Qué…?
—Necesitaba verte antes…oí que hoy te vas a casar—Tragué saliva, sintiendo una punzada de culpada en cada punto en el que estábamos en contacto—Y te ves muy bien—me sonrió con melancolía—Me alegra…
—No seas tonto—dije chasqueando la lengua. Volví a abrazarlo y pude oírle susurrar en mi oído.
—Necesito hablar contigo, Kalila.
Me separé de él, con el corazón vibrante y asentí, conduciéndolo a mi sala, donde ambos nos sentamos en el sillón.
Axel desentonaba tanto en mi sala que mi mirada no paraba de encontrarse desviándose a él. A diferencia de mi apartamento en Geld, el sofá de mi casa era más grande y cómodo. Aun así, me hallé a mí misma justo a su lado. Como siempre, como todo había sido.
No me puse a pensar en que haría cuando llegara el chofer o que haría con Axel durante la boda o después. Solo me concentré en oírlo.
—Te extrañé bastante—me ruboricé un poco—pero no solo vine por eso.
— ¿No viniste a traerme un regalo de bodas?—Pregunté dándole algo de humor. Axel torció el labio.
—No, Kali, lamentablemente no te traje nada, excepto mi compañía—Miré al techo y bufé dramáticamente.
—Como si eso fuese suficiente—Axel me dio una sonrisa de lado.
—Rompes mi corazón—Me encogí de hombros y lo miré por encima de mi nariz, con altanería fingida solo para hallarme que Axel había vuelto a la seriedad—Vine porque quería decirte un par de cosas antes de…—Apartó la mirada y supuse que quería decir antes de la boda—Vengo a advertirte.
— ¿Qué?— ¿Advertirme? Me picaban los dedos por las ansias. Axel, sin saberlo, había despertado ese lado de mi cerebro que llevaba tanto tiempo durmiendo. También sentí un pinchazo de desilusión, no era una visita romántica.
—Mira, Kalila, todo se va a poner feo a partir de aquí…
— ¿De que estas hablando? No entiendo nada…—Axel me sostuvo la cara para que lo mirara fijamente.
—Kalila, los rebeldes—mis ojos casi se salen de sus orbitas, mientras el pronunciaba cada palabra lentamente, para que entendiera—van a atacar Geld.
Se me secó la garganta, que en adición a mi nudo se sentía fatal e increíblemente incómodo.
— ¿Qué? ¿Cómo lo sabes? ¿Qué harán?—No lo entendía, mi cerebro parecía no ser capaz de procesar algo tan simple como que los rebeldes atacarían Geld.
—Yo…no lo sé—algo en su mirada vaciló, delatándolo, sí que lo sabía. ¿Por qué no me lo decía?
— ¡Mentiroso! ¡Dímelo! No puedes soltarme algo tan chocante y dejarme así—Demandé.
—Así que no salgas de Erlogen, quédate con Willen—Siguió, ignorándome expresamente. Fruncí los labios, haciéndole ver mi enojo, pero no lo tomó en cuenta— Cuando la cosa se ponga fea, busca a Noah y a Joule. Para entonces, no estarán en su Archivador, estarán en tu viejo apartamento en Geld. Y si eres cuidadosa, podrás traerlos aquí, a Erlogen. Si todo sale bien, podrán quedarse aquí sin problemas.
— ¿De qué hablas? ¿Cuándo la cosa se ponga fea? ¿Noah y Joule fuera de su Archivador? Solo tienen quince… ¿Si todo sale bien? ¿A qué te refieres? ¿Si los rebeldes pierden?—Tanta información me mareaba, no entendía nada. Nada.
—Si ganan. Esa será la señal.
— ¿Qué?—Sacudí la cabeza, librándome de su agarre para aclararme la mente. Axel volvió a agarrarme suavemente por las mejillas, haciendo que lo mirara.
—Kalila…
—No entiendo nada, Axel. ¿Qué va a pasar?
—Los rebeldes atacarán Geld…
— ¿Y cómo lo sabes? Si Synapse lo sabe, entonces todo estará bien…
—No lo saben…—Parecía como si tratara de ser paciente conmigo, fallando épicamente, o tal vez lográndolo olímpicamente.
—Pero tú…
—Kalila, concéntrate. Cuando ataquen, todo se volverá confuso y caótico. Quédate aquí los primeros dias, con Willen. Luego, cuando el caos no sea tan malo, ve a Geld y busca a Noah y a Joule en tu viejo apartamento.
— ¿Cómo es posible que vayan a estar fuera? —La cabeza me daba vueltas y tuve que cerrar los ojos un momento.
—Yo los mandé a sacar.
Eso me chocó más que cualquier otra cosa.
— ¿Qué? ¿Tú…tú qué?
—Y cuando los rebeldes ganen, vuelve. Erlogen será seguro.
— ¡Deja de ignorarme y explícate bien!
Una pieza de información encajó en mi mente en ese instante. Yo los mande a sacar. Cuando los rebeldes ganen. Y abrí los ojos tanto como dos lunas, mirando a Axel como si no lo conociera.
Porque no lo hacía realmente.
—Voy a suponer que aún hay muchas otras cosas que ignoro de ti, Axoso—Axel me dio una sonrisa de lado y mi corazón dio un vuelco.
—Muy lejanas a lo que puedas imaginar, Kali.
Axel trabajaba para Synapse, pero nunca había dicho que su lealtad fuera para con ellos.
Axel era un rebelde.
Y me di cuenta de que realmente había habido muchas señales. Como lo que dijo de los rebeldes, o eso de la opresión, la tarjeta de acceso robada y el hecho de haberme mostrado la evidencia de los orígenes de la Meningitis Mutada.
—No puedo creerlo…—me puse de pie y me llevé las manos a la boca— ¿Eres un…uno de ellos?
Axel se puso de pie también y resopló.
—Puedo explicártelo.
Pero yo no necesitaba explicaciones, en el fondo estaba aliviada. En el fondo, yo misma me había tornado una de ellos. Pero había una sola cosa que nunca entendí de ellos.
— ¿Tuviste algo que ver con la explosión?—Axel me miró por un largo rato antes de solo asentir.
—Yo les dije cómo entrar, conocía esa sede perfectamente. Pero no di la orden—Caminó hacia mí y me metió un mecho detrás de una oreja, buscando mi mirada y alguna reacción positiva de mi parte—Lo siento, yo…
—Cuéntamelo todo—Axel vaciló un poco antes de asentir y se humedeció los labios antes de hablar.
—Todo comenzó con la muerte de mi amigo, ¿Lo recuerdas?— ¿Cómo podría olvidarlo? El amigo de Axel que se había revelado cuando aún estaban en el Archivador—Bueno, luego de fusilarlo, no reaccioné bien. Para nada. Estaba notablemente molesto, y se me olía el rencor a distancia. Pero una noche, alguien tocó a mi puerta. No tuve miedo, pero creí que iban a fusilarme también. Creí que de alguna forma podían oír todo lo que pensaba de ellos y creí que ya me había llegado la hora. Sin embargo, fue la directora de ese Archivador, quién me llevó con ella a su oficina y me preguntó sobre cómo lo llevaba. Le dije la verdad, creía que era injusto y que si pudiera hacer algo, lo haría. Ella sonrió y me dijo que sí había algo. Así fue como me introdujo al mundo rebelde. Cuando cumplí diecisiete, ella me dijo que iban a enviarme a
la base central de Synapse y de la CUI Americana. Sería su agente infiltrado y les supliría toda la información necesaria antes del golpe final.
—Así es como terminaste en Geld a pesar de ser un Serum—susurré.
—Hace meses me comunicaron que necesitarían ayuda en meter a un puñado de rebeldes en la sede secundaria.
— ¿Ese era el golpe final?—Pregunté desconcertada. Axel negó.
—Ni de cerca. Pero entonces llegaste a Geld y tuve miedo, pero vi que eras una novata— lo golpeé en el hombro, arrugando la nariz.
— ¡Oye!—Me dio una sonrisa.
—Eso ayudó mucho, Kali. Fue de mucha ayuda que fueras novata, y aun mejor que empezaras a dudar de Synapse. Nunca planeé usarte o inculcártelas, si eso te asusta y te lleva a desconfiar de mí. Te tomé cariño bastante pronto, eras como un torbellino de preguntas o una niña asombrada. Aprovecharse de ti hubiese sido como usar a una niña de diez años.
—En serio, estás perdido en el mundo de las mujeres—Axel se rio un poco.
—Y ahora, vamos a atacar. El golpe final ya está en movimiento. Y quiero que estés a salvo.
— ¿Qué hay de ti?
—Voy a estar al frente de esto. Así que podría no volver—Entreabrí la boca, con un terror subiéndome por la espalda.
— ¿Qué? No voy a permitirlo…—Axel me sonrió ausente.
—No es algo que esté a elección.
—Pues… ¡Llévame contigo!
—Eso tampoco, es muy peligroso—Chasqueé la lengua.
—He estado marchitándome aquí con cada día que ha pasado desde que me fui. Estoy consumiéndome, Axel. Desde que volví, todo es diferente. Rancio, desagradable, no lo sé, solo sé que hasta mi trabajo, mi trabajo, se siente
como si viviera la vida de otra persona, ni siquiera una vida que quiera vivir. Para ponerle la cereza, hoy voy a casarme con alguien a quien no quiero. Y esa será la gota que colme el vaso, en caso de no estar colmado ya. No voy a quedarme atrás. Iré contigo o sin ti. Te seguiré o buscaré mi propio camino. Pero no voy a quedarme aquí. Prefiero morir en medio de la guerra que consumiéndome poco a poco aquí.
Axel no me debatió, vi en su mirada un dolor que me conmovió.
—Y como si eso no hubiese sido suficiente, por tu culpa he estado perdiendo la razon. Y hubiese dado cualquier cosa por volver a verte y ahora que lo hago… ¿Crees que voy a ir como si nada a casarme? ¿Mientras tú diriges una rebelión?
—Técnicamente, yo no la dirijo.
—No me importa, voy contigo—Axel me examinó durante un rato antes de asentir levemente.
—No vas a venir con eso, ¿O sí?
— ¿En serio?—No me podía creer que lo aceptara tan fácil. Al parecer, yo podía ser más elocuente de lo que creía.
—Vine aquí para asegurarme de que estuvieras bien, Kali. Porque eso es lo que importa. Y si dejarte atrás va a matarte, te llevaré conmigo.
Salté sobre las puntas de mis pies, como si le hubiesen dicho a un niño que conocería a Santa y no como si me acabara de decir que me llevaba a mi probable sentencia de muerte.
Lo abracé con alegría y él envolvió sus brazos alrededor de mí a regañadientes. Cuando me separe de él, le di un rápido y repentino beso en la mejilla, sin darme cuenta realmente. Axel elevó una ceja pero lo ignoré. Podría haber jurado ver cierta picardía en su mirada.
—No te arrepentirás—Canturreé antes de correr a mi habitación y meter mi ropa y otro par de cosas en una mochila, incluyendo la copia de Romeo y Julieta.
Salí de esa habitación con el ánimo de una niña exploradora y apuré a Axel al llegar a la sala.
— ¡Vámonos!
— ¿Sabes que vamos a un levantamiento rebelde?
—Sí, ¿Entonces…?
— ¿Por qué tanto animo?—Lo dejé a su imaginación dándole una sonrisa misteriosa.
Nos subimos al auto de Axel y revisé la hora antes de irnos. Estaba tan tarde para mi boda, y el chofer no había llegado aún. Si de verdad hubiese planeado ir, habría llegado el dos de enero, con lo tarde que estaba. Por un momento, me sentí triste y culpable por Willen. Pero me obligué a mí misma a olvidarlo. Cuando todo se calmara, se lo explicaría. No pude evitar pensar que Willen se había librado de mí. De una Kalila amargada y rebelde en el interior.
Y sonreí al pensar que Axel me había salvado del matiz que mi vida había empezado a tomar.
Me había salvado de la vida de Kalila 23064.
Y a pesar de no entender todo lo que conllevaba lo que estaba haciendo, me sentí feliz de formar parte del Golpe Final, fuera cual fuera.



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En el texto hay: distopia, romance

Editado: 21.09.2020

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