Los días en el palacio le parecían muy aburridos, a pesar de cuidar de los príncipes y las sultanas, no se sentía feliz, al menos no como cuando el príncipe Cihangir venía de visita y hablaba por horas con el príncipe Bayezid, podía pasar horas escuchándolo hablar.
Para algunos, él no era una persona hermosa, más que nada por la joroba que cargaba en su espalda, pero para ella, era un ser hermoso, pero debía conformarse con verlo y escucharlo, sabía muy bien que no tenía oportunidad alguna con su alteza, el príncipe.
No se podía quejar, ya fuese que él viniese o ellos fuesen al palacio imperial, podía verlo, las otras criadas se burlaban de ella por no poner sus ojos en los otros príncipes, para ellas era un castigo ir a sus aposentos, ella siempre las reñía y terminaba por largarse enojada, suponía que en cierto modo, estar en Edirme era mejor.
Cierto día, mientras los príncipes practicaban con las espadas y las sultanas hacían coronas de flores, de reojo alcanzó a ver a un hombre caminar a los príncipes, sin pensarlo mucho, corrió hacia los príncipes.
- Vayan dónde las sultanas, corran –gritó empujando a los príncipes–, corran adentro y pidan ayuda –dice mirando a su alrededor, notando por primera vez que los Ağas no estaban, los niños corren y ella coge una de las espadas de madera, había visto a los príncipes entrenar muchas veces, esperaba poder defenderse.
Su vista viajaba del hombre que se aproximaba a sus altezas, esperando que no hubiese otro bandido escondido.
- Estúpida mujer –dice un hombre arremetiendo contra ella, con dificultad logra bloquear el ataque, escucha a una de las sultanas chillar asustada, seguro se había caído. El hombre aprovecha la distracción para cortar su vientre, ella chilla del dolor y antes de caer consigue propinarle un golpe al hombre, dejándolo mareado el tiempo suficiente para que la pequeña Sultana pueda escapar.
Mira al hombre maldecir antes de comenzar a correr, podía escuchar pasos apresurados, seguro eran Ağas corriendo, se alegraba tanto, sus pequeños estaban a salvo, incluso si moría, lo habría hecho protegiéndoles.
El dolor era cada vez más insoportable, y en algún punto perdió la inconsciencia; cuando despertó, estaba en la enfermería de palacio.
- Has tenido mucha suerte mujer, por suerte no fue profunda la herida –dice la doctora aplicando un ungüento extraño en su vientre, se queja bajo debido al escozor, suspira cuando coloca un trapo sobre la herida.
- Allah no podía permitir que algo les pasará a sus altezas –dice con algo de dificultad.
- Descansa muchacha, lo vas a necesitar –dice la doctora suave, asiento dejando que el medicamento me arrastre a la inconsciencia.
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Bayezid o Bayaceto, es la pronunciación en la novela.
Cihangir o Yijanger sería la pronunciación más cercana.
Ağas: noble u oficial del ejército en la antigua Turquía.