Sultana de mi corazón

VI

Lo veo abrir los ojos desconcertado, seguro era porque no estaba en la cama junto a él.

- Buenos días su alteza –digo haciendo una reverencia–, estaba preparando la mesa con el desayuno –señalo la pequeña mesa, me acerco y tomo la bata, él se pone de pie y le ayudo.

- Creí que te habrías ido a estas alturas –dice con calma, niego sonriéndole.

- A menos que usted me lo pida u ordene, aquí me quedaré –hago una pequeña reverencia con la cabeza.

- Acompáñame a desayunar –dice señalando la mesa, toma asiento, hago lo mismo.

- Gracias su alteza –le sonrío mientras le sirvo un poco de agua–, muchas gracias por lo de anoche, fue muy gentil –digo suave sonrojándome.

- Sin importar si tu visita me agrada o no, no sería cruel con nadie –dice con calma, asiento. Comenzamos a comer, para aligerar el ambiente comienzo a platicarle de las cosas que escuchaba en el palacio de Edirme, se sorprendía mucho con cada cosa que recordaba, poco a poco podía ver que comenzaba a confiar en mí, incluso podía ver como se relajaba y se abría a mí, hablándome sobre temas que me habían gustado.

Verlo sonreír y hablarme con naturalidad era algo que me llenaba de felicidad, al fin podía estar cerca de él como tantas veces imagine.

- Me retiro su alteza, gracias por todo –digo haciendo una pequeña reverencia, habían venido otras criadas para recoger la mesa, les había ayudado y ahora debía volver a mis actividades.

- Aysel –dice mi nombre con una suavidad que logra que mi corazón lata errático.

- ¿Sí, su alteza? –pregunto alzando la vista, me sonreía, ¿alguien le había mencionado lo guapo que se veía al sonreír?, ¿sería muy atrevido de mi parte decirle aquello?

- Espero que puedas acompañarme en la noche también –dice sin apartar la vista de mis ojos, no puedo evitar la sonrisa que aparece en mi rostro.

- Un placer venir, su alteza –digo haciendo una reverencia antes de salir. Caminaba por el pasillo ya casi parecía flotar, reía bajo y suspiraba al recordar cada momento.

Si lograr que me abriera su corazón me hacía feliz, saber que deseaba que fuese a sus aposentos esta noche, me tenía eufórica, ¿debía reportarle esto a la Sultana Hürrem?

- Ahí viene la chica a la que le gustan los monstruos –escucho decir a una de las muchachas, me paro en seco, veo como las demás se ríen.

- No se olviden que hablan de un príncipe de la dinastía otomana –digo apretando los puños a mis costados.

- Eso no quita que sea un monstruo –dice una de ellas, podía reconocerla, era la mujer que había estado antes con él, «agradecía debería estar, después de todo, fue la misma Sultana Hürrem la que la envió», pienso con molestia, pero ya verían esas mujeres.



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En el texto hay: principes, amor, sultanas

Editado: 04.02.2022

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