Los días en el palacio ya no me parecían aburridos, pasaba la mayor parte de mi tiempo con el príncipe, a veces paseábamos por los jardines, incluso lo hacíamos con los príncipes de su alteza Bayezid.
Sin embargo, esa tarde había encontrado a su alteza alterado, caminaba de un lado a otro.
- ¿Le ocurre algo, su alteza? –pregunto acercándome a él, suspira y toma asiento, hago lo mismo. Comienza relatarme la pelea que tuvo con su hermano, el príncipe Selim.
- Estoy cansado de esto –dice apretando los puños con rabia.
- Estoy seguro que no quiso decir aquello –digo tomando suave su mano.
- No estoy tan seguro –dice apartando la mano con algo de brusquedad–, hable con el Sultán sobre ir a la guerra, mi madre incluso trato de detenerme, ¿también lo harás tú? –dice en tono frío, miro al suelo.
- Claro que no su alteza, ¿quién soy yo para decirle que hacer? –había colocado mis manos en mi regazo. Había estado tan emocionada unos minutos antes, me había estado sintiendo mal, así que fui con la doctora, gracias a Allah no tenía nada malo, al contrario, era una noticia que la puso muy feliz, estaba embarazada. Pero ahora debía guardar silencio, no podía decirle a su alteza, lo conocía tan bien que sería capaz de quedarse para hacerse responsable, eso si no decidían que abortará–, soy solo su humilde esclava –digo con la cabeza gacha.
- Lo lamento, no quise ser tan brusco –dice tomando suave mi mano–. Eres más que una esclava Aysel, te has vuelto alguien importante, es sólo que hace tiempo que deseo esto, ir a la guerra como mis hermanos –dice con pesar, acaricio su mejilla.
- No se preocupe alteza, rezaré a Allah porque pueda ir –tomo su mano y la beso, él me abraza suave. Nos quedamos así por un buen rato, seguía con la misma idea de no decirle, si llegaba ir a la guerra, suponía no tendría más opción que decirle a la Sultana Hürrem, quizás le obligaría a abortar, en realidad no le importaba mucho ahora, su querido príncipe se iría.
- Necesito hablar con mi padre, el Sultán –dice él de repente–, así que ve a tus aposentos Aysel –asiento y me pongo de pie, hago una reverencia y salgo.
Camino lo más rápido que puedo hasta mis aposentos, me dejo caer en la cama y comienzo a llorar, temía tanto por mi querido príncipe, también estaba lo del embarazo, y quizás lo que era más peor, su corazón se encontraba roto, había creído que él la quería al menos, jamás se atrevería a soñar con su amor, pero sí con su cariño, pero ni siquiera eso había conseguido. No entendía que había hecho mal, había intentado ser todo lo que él necesitará, y la hacía sufrir pensar que no era suficiente, que jamás lo sería.