Summer

Capítulo 1


Doy un respingo. Algo me ha sobresaltado y no sé muy bien que ha sido pero...

 

¡Tim! ¡Boom, Boom, Boom! ¡Tim!

 

Claro, ha sido la tormentoza alarma, pero que tonta.

 

No es una novedad, querida.

 

Vale, me lo merezco consciencia porque ni siquiera sé qué hora es ni a qué día estamos.

 

Creo que es Miércoles...

 

No...

 

¿Por qué soy tan despistada?

 

Porque Dios te ha creado así y a mi me toca aguantarte porque soy parte de ti.

 

Bueno, ni yo misma me soporto. Que genial.

 

Malhumorada me froto los ojos para espantar el sueño que hay en ellos pero es en vano. Me siento al borde de la cama y estiro mis músculos perezosamente, ahogo un bostezo mientras rasco suavemente alguna parte de mi cuero cabelludo.

 

Me levanto y camino al baño para tomar una ducha fría pero voy con tanta lentitud que pareciera que mis propios pies se pidieran permiso mutuamente para avanzar...

 

Permiso, adelante. Permiso, adelante. Permiso, adelante...

 

Bueno, duro bañándome más de lo previsto porque mi cuerpo no está de ánimos hoy.

 

¿Sólo hoy?

 

Vale, lo admito. Mi cuerpo nunca está de ánimos para enfrentar al mundo, y mucho menos cuando se está desangrando por tres benditos días. Vamos ¿A quién rayos le gusta la sangre?

 

Claro, sacando de esa lista a mis queridos Poe, Damián, Mason, Heist y otros esposos ficticios.

 

Tú y tus personajes literarios.

 

Respeto, consciencia. No son personajes, son esposos.

 

Claro, maníaca.

 

Sonrío ligeramente, de seguro que a ellos no les molestaría en lo absoluto que lo fuera. Pero es hora de volver  a la triste realidad tomando mi mochila y acercándome hasta la cocina para tomar el desayuno.

 

-Bueno días- digo cuando miro a mi mamá tomando de su café mañanero con pan mientras yo me voy más por el cereal de chocolate con leche.

 

-Hola hija... ¿Cómo has amanecido?- pregunta mirando mis movimientos con cautela.

 

-Ya sabes, despierta- contesto al terminar de servirme y tomo asiento frente a ella- como todo el mundo- agrego sin mucho interés y doy el primer bocado.

 

La señora Emilia Stroessner es mi progenitora, madre soltera con tan solo 38 años de edad y acupante estable como gerente en una reconocida panadería de la cuidad.

 

No es la madre del año, pero tampoco es una desconocida para mi. Solo me da mi espacio y aunque a veces se lo agradezco... otras no, porque esa falta de comunicación me hace sentir sola.

 

La quiero, la admiro y le doy las gracias por todo lo que ha logrado ya que ha sido para mi bienestar.

 

Cuando era pequeña, la comparaba con una súper heroína. Sé que puede sonar muy repetido pero es la verdad y solo ahora puedo comprender los sacrificios que hizo para salir adelante. Conmigo. Por mi.

 

Y lo mínimo que ella merece es una hija con buenas calificaciones y con un futuro prometedor.

 

Terminamos en silencio, me despido con un simple adiós y cuando salgo de casa, visualizo ese auto negro.

 

Me siento feliz al verlo pero no lo demuestro, no soy capaz. Solo me limito a subir y saludarlo como hice con mamá hace unos pocos minutos.

 

-Buenos días a ti también- murmura con una sonrisa y quita el croche para comenzar a avanzar, me imagino que hacia la casa de Pamela.

 

Durante el trayecto no hablo y Max no trata de entablar conversación conmigo pues sabe que le saldré con mi artillería pesada.

 

Veo por la ventanilla la conocida casa de mi amiga y ella ya nos espera en la acera, claro. Cuando sube al auto nos regala a cada uno un beso en la mejilla pero yo hago una notable mueca al sentir su contacto pues no me gustan las muestras de cariño. Y Pamela lo sabe, por eso lo hace, para molestarme pero supongo que ya me he acostumbrado.

 

Los do comienzan a parlotear, claro, y yo me permito ignorárlos categoricamente.

 

Se supone que hoy es mi primer día de inducción en la universidad, solo son tres días que tengo que asistir antes de comenzar las clases de mi carrera como tal para conocer a mis compañeros, profesores, salones y más.

 

Pero claro, justo hoy me tengo que sentir con sueño, con dolor y con el chorro abierto en mi... Bueno, eso. Cosas de chicas. Ni siquiera existe una llave para cerrarlo y volver a abrirlo cuando se esté de ánimos, aunque no creo que en algún momento se esté de ánimos para sentir que tus caderas se abren y que te martillan el útero. No, una nunca está preparada.

 

Vale, me calmo. No seguiré pensando en eso, solo me coloca de peor humor.

 

¿Y qué no te coloca de peor humor?

 

Exacto, así que cierra el pico.

 

Já, pesada.

 

Solo pasan unos pocos minutos más cuando Max se estaciona frente al edificio de ladrillos, que hace un mes, había elegido como mi nuevo lugar de estudio.

 

-Gracias, cariñito- canturrea Pam regalándole otro beso en la misma mejilla y se dispone a bajar del auto antes de escuchar el de nada que le responde mi amigo.

 

-Si, gracias... Maximiliano- digo también bajando.

 

-¡Que me llames Max... plomo!- escucho como se queja antes de cerrar la puerta y sonrío con malicia. Me gusta sacarlo de quicio.

 

Pero no te gusta que te saquen de quicio a ti ¿No?

 

Exacto consciencia... ¡Enhorabuena! Te has ganado un Oscar.

 

Agh... plomo.

 

-¿No estás emocionada?- cuestiona Pamela caminando a mi lado dando ligeros saltitos.

 

-Si, por supuesto que lo estoy... ¿Qué no me ves? Estoy que brinco en una pierna- hablo neutra y continuo con la caminata. Ella me mira mal.



#16427 en Otros

En el texto hay: amigos, novelajuvenil, amor

Editado: 08.01.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.