Sunny miró la hora en su teléfono por tercera vez y puso los ojos en blanco. ¿Qué era aquello? ¿Una especie de prueba para ver qué tan lejos la llevaban antes de que explotara en una nube de palabrotas y mal humor? Si era así, casi lo lograban.
Lanzó una mirada a la puerta entreabierta de su habitación y tuvo que apretarse las sienes con las manos para que el dolor de cabeza no incrementara.
Si había algo peor que Vivi acaparando su baño y amenazando su horario de llegada a casa de los Taylor, era Susan dormida en su habitación. Tendría que irse al trabajo y luego a sus clases en la universidad y dejar a su madre y a su hermana husmeando en su departamento. Esa sola idea logró que su cabeza amenazara con explotar.
—¡Mamá, necesito que salgas ya! Tengo que ir a trabajar.
Vivi canturreó un ya voy, pero algo le dijo que no era sincero. Su madre podía tardar horas en el baño, esa era información de dominio público. La pregunta era ¿Por qué allí? ¿Por qué en ese momento?
La explicación de que la extrañaban y por eso ella y Susan habían viajado de sus respectivas residencias —que no al azar estaban bastante lejos— solo para estar juntas en sus cumpleaños eran puras patrañas, eso también era de dominio público, pero al menos podía vivir con eso. Con lo que no podía vivir era con el hecho de que eligieran quedarse en un departamento pequeño de dos habitaciones. ¿Por qué no un hotel? Eso habría sido fantástico.
Al menos debía agradecer que no llevaran a Ian con ellas.
Sunny golpeó la puerta del baño sin importarle ser demasiado brusca. Si los planes de Vivi eran lograr que la echaran tendría que esforzarse mucho más.
—¡Mamá!
La puerta se abrió de golpe, dando paso a Vivi elegantemente envuelta en su albornoz color cielo y con el pelo húmedo cayendo sobre sus hombros. Su madre le dedicó una sonrisa y se hizo a un lado para dejarla pasar. Sunny no dijo nada más, se metió en el baño como una exhalación y dio un portazo a sus espaldas.
—No frunzas el ceño, Susu, te van a salir arrugas en la frente —escuchó a su madre decir a través de la puerta—. El secreto de mi cutis es mantener mi sonrisa en todo momento.
Sí, eso y el Botox, pensó Sunny. Igual ella no podía mantener su sonrisa en todo momento cuando Vivi se adueñaba de su baño y Susan permanecía desparramada en el sofá de su habitación.
» ¿Quieres que te prepare algo para desayunar, cielo?
—No —replicó casi de inmediato—. No tengo tiempo.
—Bueno, entonces para la cena será. ¿Sabes que he estado tomando clases de comida Thai? No he cocinado muchas cosas, pero tal vez esta noche podamos intentarlo. ¿Qué crees?
Sunny volvió a poner los ojos en blanco. ¿Qué acaso una mujer ni siquiera podía tomar una ducha rápida en silencio? ¿Vivi pretendía quedarse frente a su puerta todo el tiempo que tardara en el baño?
—Llego tarde, lo siento. De seguro Patrick estará encantado.
Su madre continuó cacareando frente a la puerta mientras Sunny se duchaba. Comentó sobre sus clases de cocina mientras ella se lavaba los dientes; habló de las ganas que tenía de ir a un Spa en tanto Sunny se secaba el pelo con rapidez. Cuando salió del baño, Vivi todavía seguía hablando.
Se cambió con prisas para lograr huir de todo el bla bla bla y salió corriendo del departamento sin siquiera atarse bien los cordones de sus zapatos. Patrick se burló durante todo el camino mientras Sunny le lanzaba miradas asesinas que por desgracia no lograban mucho.
La noche anterior fue una de las más incómodas de su vida. Iniciando desde el momento en el que Vivi y Susan pasaron el umbral e intentaron unirse a "la fiesta". Por alrededor de cuarenta minutos tuvo que soportar a su madre intentando —con muy poca sutileza— saber de dónde habían salido sus acompañantes, o Max, siendo más específica.
No sabía qué había llevado a su madre a sospechar que tenían o podían tener algo, como tampoco tenía idea de qué la llevó a notar que Max no le agradaba a su madre. Quiso gritarle que por primera vez estaban de acuerdo en algo, pero no lo hizo; primero porque ella no le preguntó, segundo porque era Vivi.
Su madre estaba a punto de casarse con Ian por encima de la cabeza de cualquier persona pensante que la rodeaba, no tenía derecho a emitir juicios acerca de nadie. Además, Sunny por alguna razón no pudo evitar defenderlo en su mente de las maquinaciones de su madre. Max apenas había abierto la boca en toda la noche, tomó con prudencia; incluso había sido quien propuso marcharse llevándose a Venus.
Si era sincera, no veía una razón para que su madre lo mirara de reojo como si llevara algo apestoso en el bolsillo, tal vez por eso había ignorado todas sus indirectas cuando los chicos se marcharon, en lugar de decirle a la cara que a ella tampoco le agradaba Max Taylor y que ni siquiera habría estado allí si hubiera podido evitarlo.
Llegó a casa de los Taylor ocho minutos tarde, Kristal y Betty ya estaban esperando en el porche cuando bajó del auto de Pat. Como siempre, Kristal le dedicó una mirada de reproche, esta vez seguro era por la tardanza, pero por lo general no necesitaba una razón para hacerlo.
Betty le entregó las llaves, como hacía siempre; la diferencia en estos últimos dos días era que había menos maldad en el rostro de la niña, ya no parecía querer apuñalarla en cualquier descuido, eso era bueno. De haberlo sabido antes Sunny se habría pegado un cartel en la espalda que dijera: No me gusta Max Taylor. Eso le habría ahorrado algunos dolores de cabeza.