Sunny

VEINTICUATRO

Escondida en un rincón oscuro, sobre un mullido sillón, Sunny observó a su alrededor. La fiesta parecía divertida, sí, pero para ella había sido pasar cuarenta minutos huyendo de Venus Berrycloth. Su “amiga” Venus había estado a sus espaldas toda la noche y era consciente de que además de Max, era la persona que más conocía en aquel lugar, pero también era la más desesperante de todos.

Sunny había llegado al triste extremo de fundirse con el sofá esperando no ser encontrada por la chica, mientras daba pequeños sorbos a su botella de club soda y, ¿Para qué mentir?, espiaba a Max con el rabillo del ojo.

Porque sí, continuaba estando en una especie de shock después de que su cerebro le arrojara a la cara, sin ningún tipo de delicadeza, la idea de que Max Taylor en realidad era un tipo atractivo. Aunque lo más shockeante de todo era que esa idea no le provocara nauseas.

Era, además, muy preocupante que ella misma casi al instante agregara mentalmente la idea de que también era gracioso, de alguna forma desesperante.

Max se encontraba a unos pocos metros de ella, pero gracias a la oscuridad del lugar y a que justo en ese momento estaba de espaldas, él no podía verla espiándolo un poco de vez en cuando. Parecía estar teniendo una conversación interesante con algunos amigos entre los que estaba, como siempre, Mike. Y Sunny lo miraba esperando que hiciera algo, cualquier cosa, que volviera a ponerlo en el mismo lugar en el que lo tenía tres días atrás. Con que se sacara un moco sería suficiente para ella, pero no, el señor parecía estar demasiado entretenido para complacerla.

—¿Distraída, Sunny?

Ella no necesitó girarse cuando sintió el asiento hundirse a su lado, con aquella voz chillona y aquel perfume demasiado dulzón Sunny sabía que Venus había vuelto a encontrarla.

Contuvo un suspiro y respondió sin girarse hacia su acompañante.

—Estoy descansando un poco.

La risilla que escapó de los labios de Venus le causó un cosquilleo desagradable.

—¿Qué? —inquirió.

—¿Crees que me engañas, linda? Sé que estás mirando a Max.

Sunny la observó con el rabillo del ojo por un segundo.

—¿Max…? Ni siquiera había notado que estaba ahí —mintió dando un trago a su botella.

—Créeme, soy una experta en miradas de deseo y tu una muy mala mentirosa —Sunny se giró hacia ella justo para ver cómo una sonrisa se desplegaba en los labios de la chica—. Te gusta.

Sunny se quedó en silencio unos segundos. ¿Qué carajo tramaba Venus? ¿Por qué sonreía ante la idea de que a ella le gustara Max cuando Sunny sabía muy bien, o más bien intuía con casi total seguridad, que se acostaban?

—Estás ebria e inventas cosas, Venus. ¿No crees que es hora de irte a casa? —replicó, intentando sonar calmada.

—Para tu información, me he tomado una sola cerveza en toda la noche, no te va a funcionar ese truco —dijo, aun sonriendo— ¡Vamos! Puedes contarme si te gusta, no le diré a nadie.

—Te acuestas con él. ¿Estás loca?

Venus se quedó en silencio un segundo, pero no dejó de sonreír. Evidentemente las palabras de Sunny la habían tomado de sorpresa.

—¿Él te dijo eso? —inquirió.

¿Acaso importaba?

—No —Sunny pudo haber dicho que sí y ver qué pasaba, pero prefirió ser sincera— pero tengo ojos, los vi esa vez en el Ruby.

Por primera vez en la historia la sonrisa de Venus se convirtió en una mueca, pero fue un gesto tan breve que Sunny pudo haber creído que lo imaginó.

—Pasó solo una vez —murmuró Venus—. Bueno, tres, pero fue una tontería, nada importante. Estábamos ebrios, fue… la soledad, supongo.

» Pero tú me agradas y ustedes se gustan…

—Páralo ahí, doctora corazón —la interrumpió—. No nos gustamos, estaba mirando al vacío, Max estaba en medio, eso todo. Si quisiera acostarme con él, en un plano totalmente imaginario y repulsivo, por supuesto, no necesitaría que su ligue me haga de cupido. Gracias.

En lugar de responder o siquiera tener la decencia de mirarla, Venus clavó la vista en Max, que seguía estando en el mismo lugar en el que Sunny lo había dejado unos minutos atrás. Y debía haber algo en los ojos de la chica, un láser tal vez, porque justo en ese momento él se giró hacia ellas y les dedicó un asentimiento.

Pero claro que para Venus eso no era suficiente, así que alzó la mano y lo llamó.

—¿Qué diablos haces? —preguntó Sunny, sintiendo una extraña sensación en el estómago.

Esa maldita estaba loca.

Venus no respondió a su pregunta y antes de que a Sunny pudiera ocurrírsele la idea de escapar de allí valiéndose de cualquier excusa barata, Max ya estaba junto a ellas.

—¡Hey! ¿Todo bien? —cuestionó, dejándose caer sobre el lateral del sillón junto a Venus.

Sunny lo miró un segundo con disimulo.

—Sí, la estamos pasando súper, pero le contaba a Sunny lo buen bailarín que eres —las palabras de Venus la hicieron apartar la mirada de Max para fijarla en desgraciada y su maldita sonrisa perfecta—. Hay un montón de gente bailando alrededor de la piscina. Pueden ir.




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