Sunny

VEINTISÉIS

Sunny no necesitó demasiado para ver la figura de Patrick de pie en el portal del edificio. El muy tonto ni siquiera había tenido la cortesía de quitarse el pijama después de dos días sin verla, pero eso no le importaba demasiado, ella misma estaba en pijama; tal vez pudiera considerar aquella intervención de media noche como una pijamada temática.

Nunca admitiría en voz alta que ver a su mejor amigo le causó una sensación muy cercana a la calma, aunque tan pronto él entró en el auto y abrió la boca, aquella sensación se esfumó.

—Sol, te ves espantosa —exclamó nada más cerrar la puerta a sus espaldas.

—Gracias, Patrick, también me siento como mierda.

Sinceramente Sunny no se encontraba de humor para discutir con él o para llevarle la contraria, su aspecto era un tema indiscutible en esos momentos y su condición mental le parecía un tema mucho más relevante, dadas las circunstancias.

—Noche difícil ¿Eh? —murmuró su amigo.

Sunny sabía que no se le ocurría qué decir. Patrick no era una persona que se tomara la vida en serio y por eso prefería burlarse de todo y de todos con tal de no admitir que estaba rodeado de adultos con problemas reales. Su síndrome de Peter Pan era un caso serio, pero para otro momento.

O tal vez no.

Sunny le lanzó una mirada a su mejor amigo, algo pasaba con él y ella andaba demasiado envuelta en sus dramas como para notar que a veces Patrick podía necesitarla de la misma forma en la que ella lo necesitaba a él. Era una amiga pésima y Pat se veía obligado a cargar con ella, sus desastres y sus episodios maníaco-depresivos.

No lo merecía.

Hizo a un lado todas las cosas que la estaban atormentando y se giró hacia su amigo, aunque en el fondo debía admitir que su parte egoísta veía aquello como una distracción de sus propios problemas, también le preocupaba su mejor amigo.

—¿Has vuelto al insomnio, Pat? —preguntó intentando ser sutil, aunque por la mirada de Patrick supo que no lo había logrado.

—Pensé que estábamos hablando de ti.

Su amigo siempre había sido una persona fuerte. La razón por la que se habían convertido en inseparables desde hacía tanto tiempo que Sunny no podía imaginarse su vida antes de él, era porque ambos venían del caos; de familias desastrosas que no parecían tener idea de cómo formar adultos funcionales y los lanzaron al mundo convertidos en dos tontos que no tenían ni querían tener idea de nada.

Patrick había asumido la vida desde una perspectiva más "estoica" y comenzó a fingir que todo era una broma y que nada importaba demasiado. Ella ni siquiera podía recordar en qué momento su amigo había comenzado a ser el tipo gracioso que no tomaba nada en serio, pero había hecho su trabajo de bromista tan bien, que en ocasiones ella solía olvidar que él también tenía problemas, que también cargaba con sus propios dramas y que probablemente se cansaba de escucharla quejarse todo el tiempo sin tener quien lo escuchara a él.

—Hablamos de mí, de que te he escrito en medio de la madrugada dos días seguidos y me respondes al instante, lo que quiere decir que llevas, al menos, dos días sin dormir. ¿Quieres hablarme de eso? —insistió.

Su amigo dejó escapar una risita y se dejó caer contra el respaldo del auto.

—¿Cómo esperas que duerma cuando estoy compartiendo habitación con Susan?

—¿Eso qué quiere decir, exactamente? —inquirió enarcando una ceja.

Patrick dejó escapar una carcajada.

—Sabes lo que quieres decir. Tu eres la gemela malvada, Su es la parlanchina, parece que no puede cerrar la boca — bromeó, aunque Sunny tenía la sensación de que algo en aquel tema lo incomodaba—. La invité a ver Los Simpson conmigo y no pude hacer que dejara de hablar.

Sunny también sonrió un poco. Debía admitir que Patrick tenía razón. Cuando eran niños Susan siempre era la que no cerraba la boca, la que siempre estaba más emocionada que los demás por todo, a la que no podían contarle los secretos a menos que quisieras que todos se enteraran en cuestión de segundos.

Ese breve recuerdo la hizo sentirse un poco culpable. Ella y Susan no habían vivido como perro y gato toda la vida, pero ahora pensar en los momentos en los que su hermana también fue su amiga se sentía muy lejanos, casi fantasiosos. Y ella era el problema, nadie más, porque Su parecían bastante feliz con su vida y ella seguía estancada.

Las opciones eran que su hermana debía estar fingiendo o en realidad era más fuerte y aunque su mente quería irse por la primera opción, sabía que por lo general la respuesta más simple era la correcta.

—Pat, quiero irme a casa —murmuró—. Estoy muy cansada.

Las palabras salieron de sus labios sin que pudiera controlarlas y al mismo tiempo un par de lágrimas descendieron por sus mejillas. Intentó apartarlas de un manotazo, pero en cambio terminó presionándose el puente de la nariz para controlar las lágrimas.

Contra todo pronóstico, comenzó a sollozar sin lograr que las lágrimas se detuvieran. Debía parecer una loca histérica y a eso ninguno de los estaba acostumbrado. Patrick llevaba años lidiando con sus dramas, con sus cóleras, pero nunca con las lágrimas; tal vez por eso la miraba como espantado. Sunny quería decirle que no se asustara, que todo estaba bien, pero no podía hacerlo mientras chillaba y lo único que lograba cuando intentaba hablar era murmullos inteligibles que no hacían más que confundir a su amigo.



#11968 en Joven Adulto
#44489 en Novela romántica
#7141 en Chick lit

En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 09.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.