Sunny

VEINTIOCHO

Sunny le quitó los cuadernos a Betty antes de poner el plato con la cena frente a ella. La niña llevaba largo rato alargando sus deberes para huir de la cena y bueno, no era que Sunny quisiera ser hipócrita, ella tampoco se comería esa basura, pero eran las normas y ella ya se había saltado demasiadas en muy poco tiempo.

—Apúrate, Betty, ¿Quieres? Debiste estar en la cama hace diez minutos.

Betty hizo una mueca de disgusto y lanzó una mirada de desagrado a su ensalada de tomate.

—No quiero comer esto, Sunny. Si me das un poco de cereal te juro que no le contaré a Kristal.

Sunny comenzó a negar antes de que la niña terminara de hablar. Ni loca se dejaría embaucar por la pequeña manipuladora, ya había sido suficiente por un día.

—Nada, jovencita —señaló con el dedo, intentando lucir amenazante—. Estuviste comiendo comida basura todo el día, es hora de que comas algo que valga la pena.

—¿En serio no puedes prepararme otra cosa? —pataleó Betty mirando su plato con odio. Pinchó un trozo de queso con desdén y entonces su rostro se arrugó un poco más.

—Está en tu menú, Betty. Come ya.

Sunny se dio la vuelta y comenzó a organizar el pequeño desastre que había hecho mientras preparaba la cena. Ella no tenía demasiada experiencia en el uso de la cocina y por lo general Kristal era quien se encargaba de dejarlo todo preparado para las comidas de Betty, excepto por las ensaladas o los batidos de fruta que la niña debía consumir diariamente.

Escuchó al engendro resoplar a sus espaldas al mismo tiempo que pudo oír el choque de su tenedor contra el plato. Asumió que había comenzado a comer cuando se quedó en silencio por unos cuantos minutos, pero no se giró para comprobarlo hasta no haber terminado de limpiar la encimera.

Cuando lo hizo, los ojos furiosos de Betty estaban fijos en ella mientras intentaba masticar un trozo de tomate.

—¿Qué? —cuestionó, intentando contener la risa. Sabía que Betty estaba comiendo su ensalada solo porque le daba la gana y que no podía obligarla si la niña decidía negarse, pero una parte de ella se sentía vencedora y estaba necesitando mucho autocontrol para no restregarle en la cara que le había ganado esa batalla.

—Mañana no me comeré el cuscús —replicó Betty.

—Mañana te comerás lo que esté en tu menú, Betty Taylor y a cambio puede que te compre un helado después de tus prácticas.

Betty no pareció nada animada y estaba a punto de responderle cuando la puerta principal se abrió dando paso a una agitada Kristal. Estaba diecisiete minutos tarde, pero ella no pensaba mencionarlo, sobre todo porque era la primera vez que pasaba.

—Siento llegar tarde, mi autobús se atrasó —musitó acercándose a la cocina. Se calló de repente cuando vio a Betty— ¿Por qué no está en la cama?

—Se nos hizo un poco tarde con la tarea y la cena —replicó Sunny, lanzándole a Betty una mirada de "Te lo dije. Ahora me has metido en problemas"— Pero Betty ya terminó e iba rumbo a la cama.

Tomó el plato que aún contenía la mitad de la ensalada y le dedicó a la niña otra mirada amenazante para lograr que se marchara sin decir nada más. Y estuvo a punto de suspirar aliviada, pero al girarse se encontró con la mirada seria de Kristal.

—¿Pasa algo? —cuestionó intentando mantener la calma.

—Tenemos que hablar.

Sunny palideció. Ya sabía que Kristal descubriría que Betty no había ido a la escuela aquel día, pero al menos esperaba que le reclamara al otro día, al parecer no tendría la suerte de contar con la noche para pensar en una buena excusa. Y culpar a Max tampoco serviría de mucho; después de todo ella debió estar con Betty y no él.

» Sígueme al salón. No me gustaría que Betty nos escuchara —murmuró Kristal cuando ella asintió.

Cuando se encontraron en el salón, Kristal no esperó antes de hablar.

» ¿Qué diablos crees que estás haciendo, Sunny?

—¿Perdón?

—¿En serio crees que no lo noté? No soy estúpida. Y no quiero que me malinterpretes, mi intención no es meterme en tu vida privada ni mucho menos, pero creo que al menos deberías respetar tu trabajo y el hecho de que Betty ha confiado en ti.

Sunny la observó en silencio unos segundos. Quería estar en la misma página que Kristal, pero no lo lograba. ¿Estaban hablando de que Betty faltara a sus clases ese día? Porque no entendía cómo eso era un irrespeto a la confianza de Betty.

—Lo siento, Kristal, no estoy entendiendo de qué hablas.

—¿No lo entiendes? Bueno, tu auto estuvo aparcado a menos de una esquina de aquí desde el domingo en la noche y desapareció ayer misteriosamente en algún momento de la madrugada, al mismo tiempo Max estuvo metiendo cantidades sospechosas de comida a su habitación y creyendo que yo no lo veía. Ni siquiera intentes inventarte una excusa porque sé que estuviste encerrada en la habitación de Max todo ese tiempo.

Maldijo al menos veinte veces en su cabeza. Con todo lo que había pasado aquel día, la noche del domingo en la que tuvo que escurrirse hasta la habitación de Max parecía tan lejana que apenas la recordaba y en serio pensó que se había salido con la suya y que aquellos sórdidos dos días podían continuar siendo un secreto solo entre Max y ella.




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