Sunny

TREINTA Y UNO

Tan pronto como el taxi se puso en marcha, Sunny sacó el celular de su bolso y pulsó la marcación automática. Al otro lado el teléfono timbró tres veces y media antes de ser contestado justo cuando ella estaba pensando en colgar.

—Hola… —La voz al otro lado del teléfono sonaba un poco adormilada y aunque era casi medio día, a Sunny realmente no le sorprendió.

—Lo siento mucho —murmuró—, he sido una idiota, por tanto, tanto tiempo y ahora me siento peor…

—Susu, cariño… —el tono de Vivi cambió casi de inmediato— ¿Pasa algo malo, mi amor?

Sunny carraspeó. ¿Cómo decirle a su madre lo que tenía en mente en ese preciso momento? Cuando tomó su celular y marcó, hacerlo había parecido una buena idea, pero ahora no estaba tan segura.

—Cielo —insistió su madre— ¿Pasó algo malo?

—No, no. Todo está perfecto. Yo solo… vine a visitar a papá este fin de semana…

—¡Ese hijo de perra! —exclamó, y Sunny pudo imaginarla frunciendo el ceño sin importarle las arrugas. Solo Frank podía lograr eso— ¿Te hizo algo? Solo dímelo y yo iré a cualquier agujero en el que esté viviendo a partirle la cara.

Con todo y el batido emocional que había en su interior, Sunny tuvo que contener una carcajada.

—Por favor, mamá, tú no puedes partir una nuez. Yo solo quería disculparme y este me pareció un buen momento.

—¿Disculparte exactamente por qué, Susu?

—Es que he sido una idiota contigo y nunca te he pedido perdón por eso —susurró—. Solo quería hacerlo.

—Mi amor, no tienes que disculparte por nada. Está bien, me conformo con que ya no peleemos más.

Sunny se mordió la lengua mientras miraba por la ventana del taxi para no dejar escapar que no podía prometerle eso a su madre. Con Vivi, lo que las hacía ellas mismas era precisamente la capacidad de convertir cualquier tontería en una batalla campal.

Su madre rio.

—Olvídalo, Susu. Sé lo que estás pensando —murmuró y Sunny escuchó cómo se movía por la habitación, tal vez por la casa— ¿Cómo estuvo la visita a tu padre?

Sunny no lo pensó antes de contestar.

—Horrible. Tiene una novia, se llama Andrea, debe tener como 25, no lo sé. Olvidó buscarme en el aeropuerto, me hizo pagar la cena…

—Es tan típico de Frank. ¿Por qué no me dijiste que irías a verlo?

—Porque intentarías evitarlo.

—Y puedes ver que tengo razones para ello —señaló su madre.

Sunny vio como el taxista la miraba de reojo por el retrovisor, el hombre debía estar pasándoselo bomba con sus dramas familiares, pero a ella ni siquiera le importaba.

—¿Por qué no me dijiste que era un imbécil de ese calibre, mamá?

—Te lo dije, Susu, un millón de veces, pero no me creíste nunca; tenías que ver por ti misma a Frank siendo Frank para que me entendieras.

Si, definitivamente también tenía razón en eso.

» Hablando de todo un poco, amor, ¿Vendrás a la fiesta de disfraces?

Sunny contuvo un gruñido. Claro que no tenía ganas de ir a esa fiesta de disfraces. Las fiestas que organizaba Vivi siempre eran acontecimientos que terminaban saliéndose de proporción de una forma que para ella no era muy atractiva. Pese a haberse criado con Vivi y por ello rodeada de personas, a Sunny no le gustaban las multitudes y menos le gustaba ver a su madre pretendiendo tener veintidós, pero decir todo eso la convertiría en peor persona de lo que ya era.

Acababa de usar el dinero de madre para pagar un boleto e ir a visitar a Frank, Vivi se merecía que fuera a su bacanal y fingiera ser feliz.

—Por supuesto que iré, mamá.

—Fabuloso —chilló—. Creo tener tu disfraz y el de Susan en algún lugar, me pondré a buscarlos y los enviaré a la tintorería.

—Mamá, no voy a disfrazarme…

—Claro que lo harás, cielo —La interrumpió Vivi, de repente sonando más animada— Bueno, mi amor, tengo que dejarte, pero te veré en unas semanas. Ten un bonito vuelo. Llámame cuando estés en casa.

—¿Así que la visita a Frank fue espantosa, tal como te dije que sería?

Sunny le lanzó una mirada de desprecio a su mejor amigo. Sí, sabía que se había prometido no contarle el desastre que fue la visita a su padre, pero al final, ¿para qué servía Patrick si no era para agobiarlo con sus problemas y sus dramas familiares?

—De hecho, fue peor que espantosa; olvidó recogerme en el aeropuerto, hizo comentarios de lo más estúpidos, te llamó Peter…

—Ese hijo de… —Sunny no lo dejó continuar.

—¿Y puedes creer que ni siquiera ha llamado para saber cómo llegué? Ese taxista pudo haberme secuestrado y él ni siquiera se enteraría —se quejó, tomando un trozo de melocotón directo desde la lata—. Por suerte el hombre solo tenía complejos de terapeuta e intentó psicoanalizar mi relación con Frank y Vivi.

Patrick comenzó a reírse mientras se movía de un lado a otro, tomando su teléfono, un libro, unas gafas… Parecía incapaz de mantenerse quieto. Claro que era mucho mejor así, porque en ese momento lo que Sunny quería era golpearlo con su lata de melocotones en conserva, puesto que parecía estar divirtiéndose de lo lindo con su fallida visita a su padre.




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