Sunny

TREINTA Y SEIS

—No sabía que fumabas.

Sunny levantó la vista y clavó los ojos en Kristal. No tenía idea de lo que le estaba pidiendo, pero ¿no se suponía que ahora eran algo más cercano a la amistad? Se había enrollado con Venus la noche anterior, eso tenía que contar. ¿Por qué no dejaba de mirarla con esa media sonrisa diabólica mientras Betty la interrogaba?

»¿Acaso no escuchas cuando dicen en la televisión que es perjudicial para la salud? —agregó el pequeño demonio.

Sunny se obligó a mirarla a los ojos por primera vez desde que se habían sentado en aquella heladería.

—Lo sé, pero yo no fumo todo el tiempo, solo a veces.

Como cuando tus preguntas me ponen nerviosa, por ejemplo.

—Bueno, a mí me gusta sentarme dentro y por tu culpa no puedo, ¿puedes terminar esa cosa ya?

Ella se contuvo para no lanzarle una mirada asesina porque había que ser benevolente cuando acababa de acompañar a la niña a visitar la tumba de su padre. Se revistió de paciencia y le dedicó una sonrisa a la pequeña.

—¿Por qué no van tú y Kristal adentro y yo iré… en cuanto termine? —No decir “en cuanto me calme” le costó horrores, porque eso era precisamente lo que necesitaba— Esos juegos se ven súper.

Betty puso los ojos en blanco y le lanzó una mirada expectante a Kristal, pero esta tampoco hizo amago de moverse.

—Mejor ve a mirar los sabores de helados y elige uno para mí, yo tengo que hablar algo con Sunny.

Sunny se contuvo para no gruñir. Lo que menos necesitaba en ese momento era a Kristal dándole algún sermón. Sí, sabía que no debería fumar frente a la niña, pero carajo, ni siquiera era su niñera ya y ambas la estaban poniendo nerviosa con sus miradas y sus preguntas y ella no podía dejar de pensar que Betty se había enterado de que había pasado la noche con Max y ahora le cortaría un dedo en cualquier descuido.

Si no estuviera fumando en ese momento, estaría entonces tirada en medio de aquel lugar con un ataque de pánico. Había que tener prioridades en la vida.

Betty obedeció a Kristal sin patalear, que era más de lo que Sunny podía esperar de ella y en menos de veinte segundos la perdieron de vista.

—¿Qué? Si vas a decirme que no debo fumar frente a ella, mejor…

—Se te notan los nervios a kilómetros —la interrumpió, enarcando una ceja— ¿Puedes disimular tu culpabilidad al menos un poco?

Sunny miró de Kristal al cigarrillo que sostenía entre sus dedos y de vuelta a Kristal.

—Tengo resaca, Kristal, e hice justo lo que le prometí que no haría, así que tengo derecho a fumar como chimenea y a no estar del todo cómoda —susurró— ¿Tú cómo puedes estar tan fresca después de anoche? Estabas tan ebria que no te conocía.

Kristal se encogió de hombros.

—Tengo alta tolerancia al alcohol, no estaba ebria.

—Claro que sí, te vi, sonreías de los chistes y besaste a Venus.

De los labios de la chica escapó una risita burlona que le generó a Sunny ganas de golpearla.

—Reírme no me hace estar borracha, es solo que tú no me conoces. Y besar a tu amiga tampoco, Sunny, me gustan las chicas.

Sunny recordó aquella vez que Betty le había contado que Kristal tenía “gustos distintos”, no le había puesto mucha atención porque en general las preferencias sexuales de su ex compañera de trabajo no eran su problema, pero ahora al menos le brindaban una distracción. Le dio una última calada a su cigarro antes de aplastarlo contra la mesa de hierro que estaban ocupando.

—No quiero que Betty se entere, le juré que no me interesaba su hermano.

—¿Y no estabas mintiendo?

—¡Claro que no! —Aquella pregunta la hizo sentir un poco ofendida.

Kristal volvió a reír. ¿Desde cuándo era tan risueña?

»¿Qué?

—Es que eres buena, tanto que te mientes a ti misma y te lo crees.

—Y por Dios no me digas que te vas a poner poética y epifánica.

—¿En serio vas a decir que Max te comenzó a gustar mágicamente anoche porque estabas tomada?

Sunny se quedó en silencio unos segundos. No podía decir eso del todo, pero sí podía asegurar que no mentía cuando se lo dijo a la niña.

—Lo que quiero decir es que…

—Ah ah —Kristal la detuvo—. No olvides que te he estado viendo todos estos días. No me voy a meter en tu vida, por supuesto, ese no es mi problema, pero se fueron juntos en ese viaje al museo y al regresar te encerraste en su habitación por días. Honestamente pensé que llevaban semanas acostándose.

» El punto es que, supongo que Betty no tiene que enterarse, al menos que quieras tener una relación seria con Max y llevar un pie para las cenas con su madre —se burló.

—Yo no quiero tener una relación seria con nadie.

—Entonces ya está. Tu ya no eres la niñera de Betty, puedes acostarte con Max hasta que te dé la gana, uno de los dos se canse o mate al otro, no sé. Solo mira todo lo que han estado haciendo a sus espaldas.




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