Sunny: Así que al final si te invitaron al desayuno.
Envió el mensaje y se mordió el labio inferior para contener las ganas de reír. Ni siquiera estaba segura de por qué sentía ganas de hablarle, pero no se pondría a analizarlo en ese momento, sobre todo cuando Max ya estaba a punto de responder.
Max T.: Tu sorpresa me ofende, Sally.
Sunny ladeó la cabeza, ni siquiera sabía qué era lo que le parecía gracioso de esas pocas palabras. Levantó la vista hacia Patrick una vez más; que ahora no estaba escribiendo en su teléfono, sino que solo lo miraba fijamente y sonreía como idiota. Ella eligió no hacerse preguntas al respecto y continuar con lo suyo.
Sunny: El secreto es que Patrick siempre está de humor.
Max T.: El secreto es que soy demasiado amable como para no invitarme a unas tostadas.
Ella puso los ojos en blanco. Lo cierto era que Pat era un cocinero orgulloso y siempre que preparaba algo sentía unas ganas espantosas de atiborrar de comida a todo el que estuviera cerca, ella se le había escapado esa mañana, así que era muy fácil deducir que Max sería su víctima.
¿Pero quién era ella para arruinar la ilusión del pobre Max? En lugar de hacer eso y sin poder explicarse el por qué, se encontró escribiendo una vez más.
Sunny: A mí me preparó un sándwich para cenar.
Ese era un dato totalmente irrelevante y desde luego que a Max no le importaba qué carajos había cenado, así como a ella no le importaba su día, pero como muchas otras cosas en esas últimas horas, ella no tenía idea de por qué las hacía. Bloqueó su teléfono sin mirar la pantalla y lo dejó a un lado. Ya era suficiente de estar tonteando como adolescente.
—Oye, Pat.
—Hmmm…. —Su amigo ni siquiera levantó la mirada hacia ella y Sunny se contuvo para no poner los ojos en blancos.
Se quedó en silencio. No sabía qué pensaba decirle, ella solo quería distraerse de las ganas de seguir escribiéndose tonterías con Max porque aquello iba en contra de sus principios.
—Sol, ¿qué? —insistió su amigo, al fin alzando la vista.
—Olvídalo —murmuró y se puso de pie, de repente se sentía inexplicablemente nerviosa—, estoy agotada, me daré una ducha y a la cama.
Patrick enarcó una ceja y Sunny se detuvo un segundo, hablando sin pensar.
» Hace mucho que no hacemos nada, ¿qué tal si vamos al cine mañana? Están pasando esa del elefante —agregó.
Su amigo se quedó mirándola fijamente, pero tuvo la delicadeza de no hacer ninguno de los comentarios raros que, ella estaba segura, le rondaban por la cabeza. Sonrió y asintió.
—Me parece genial, ¿quieres que me esconda alguna botella de ron en los pantalones?
Sunny sonrió, encantada. En serio, ¿Qué haría sin él?
—Por supuesto, no sería una cita adecuada sin ron —murmuró, desarreglándole el pelo.
Ella recordaba en la adolescencia, cuando ellos dos y Susan se robaban cualquier cosa que Vivi tuviera en el bar para meterlo de contrabando al cine y tomarlo a escondidas. Que Patrick aún tuviera aquellos días frescos en la memoria le parecía un detallazo.
Tomó su teléfono y fue a su habitación. En serio necesitaba esa ducha, así que dejó el aparato encima de su cama y se desvistió, dispuesta a tomar el baño que tanto merecía y luego de meterse a la cama temprano para darle a su cuerpo el descanso que no había obtenido en semanas.
Pensó en llamar a Vivi para contarle que ya no tenía trabajo, pero eso podría hacerlo después. Su madre estaría encantada, después de todo, su trabajo con los Taylor era el único testigo de su pelea más reciente y Sunny estaba segura de que Vivi odiaba el que su bebé estuviera trabajando como la niñera de alguien más.
La ducha no le tomó más de diez minutos, pero cuando salió del cuarto de baño Sunny se sentía un poco menos hecho polvo. Echó un vistazo al salón, donde Patrick continuaba tal cual ella lo había dejado, todavía embelesado con lo que ella podía ver, era alguna conversación de WhatsApp.
Cuando entró en su habitación, lo primero que notó fue como en su teléfono parpadeaba la lucecita que le avisaba que tenía un mensaje. Sunny se sintió estúpida cuando experimentó un extraño vuelco en el estómago ante la idea de que pudiera tratarse de Max.
Se reprendió a sí misma y se obligó a colgar su bata de baño tras la puerta, ponerse ropa interior, luego una camiseta y por último organizar su tocador antes de acercarse a su celular para confirmar que no tenía un mensaje de Max, sino cinco. Se dejó caer sobre su cama mientras entraba a la conversación.
Max T.: ¿Un sándwich? Eso no es una cena en proporciones.
Max T.: Yo diría que después de pasar toda la tarde con Betty, al menos necesitas dos burritos.
Max T.: Con picante extra.
Max T.: Y tal vez una limonada.
Max T.: ¿El postre sería excederse?
Por segunda vez en aquella noche, Sunny sintió ganas de sonreír como idiota y una vocecita en su cabeza le dijo que no sería capaz de contenerse siempre, así que tal vez era momento de admitir que Max no era el inútil que había visto cuando lo conoció y que podía llegar a ser un tipo gracioso, agradable e incluso, en ocasiones contadas (y que Dios la perdonara) inteligente.