Sunny

TREINTA Y NUEVE

Sunny miró la imagen en su celular y sonrió. La selfie de Kristal y Betty en el acuario sonriendo frente a un montón de peces rojos era la cosa más adorable que había visto esa semana, pero ni loca lo diría en voz alta. Le envió un Emoji genial a la niña.

—Entonces ¿Qué dices?

Levantó la vista de su teléfono y miró a Venus sentada frente a ella y luego a Patrick que parecía estar en cualquier sitio menos allí. Ahora que su amigo estaba bastante enterado de la relación de la chica con Kristal, no parecía tan asustado de encontrarse, aunque igual no estaba prestándoles nada de atención.

—Tengo una foto de tu novia en el acuario —murmuró Sunny.

Venus la miró sin expresión por unos segundos.

—Sí, ajá. Pero no te estaba hablando de eso.

—Lo siento, me distraje. ¿Podrías repetirlo?

La chica suspiro, cansada. Sunny debía admitir que estaba bastante distraída esa mañana.

—Trabajo. Con mi mamá. En el Exploratorium. ¿No oíste nada?

Lo cierto era que no, pero no estaba segura de que a Venus le gustaría escuchar eso.

—No tenía idea de que tu mamá trabajara allí —Ni de que tuvieras familia, completó su cerebro. Por suerte fue lo suficientemente rápida para contener la lengua.

—Ya te conté que es la directora, ¿Dónde tienes la cabeza hoy?

Prefería no responder a esa pregunta.

»¿Qué dices? Kristal me contó que ya no trabajas en casa de los Taylor y ayer le hablé de ti a mi madre —dijo Venus, mientras le lanzaba miradas esperanzadas֫—. Dijo que podrías pasar el lunes y conversar un poco, sin compromisos, solo para ver qué tal.

Sunny ladeó la cabeza. Suponía que debía al menos agradecer a Venus por las molestias, aunque ella no le hubiera pedido que se las tomara.

—Bueno… Hmm, gracias, iré el lunes —murmuró, algo incómoda.

Ella no estaba buscando por un trabajo, lo de los Taylor había sido una etapa entre ella y Vivi que gracias a todo lo sagrado ya habían superado y ahora que ese ciclo estaba a pocas semanas de terminar y el próximo sería su último, no estaba segura de aceptar un empleo fuera lo más adecuado.

Por otro lado, le dijo la voz en su cabeza, era una oportunidad maravillosa y no había duda de eso. Ella no podría estar a expensas de su madre toda la vida y el trabajo era la oferta perfecta para ella. No podía darse el lujo de solo rechazarla. Aunque aún no hubiera pensado en si se quedaría en San Francisco luego de terminar la universidad, indudablemente aquel era el único al que podía llamarle casa. Por raros que fueran, tenía amigos allí. Amigos de verdad y ella no quería pensarlo, pero su cerebro traicionero se lo arrojó de todos modos: allí también estaba Max.

Y claro que era una tontería pensar en ello. Como había dicho Patrick, Max era un revolcón de un par de días y siendo objetiva, era muy probable que de allí a su graduación ni siquiera se hablaran. O eso quería pensar ella, porque lo cierto era que en esos momentos ninguno parecía demasiado incómodo en la compañía del otro.

—Ya verás, seguro te encanta mamá —agregó Venus, ajena al lio de pensamientos que Sunny tenía en la cabeza—. Siempre le agrada a todo el mundo.

—Pensé que tus padres estaban lejos, digo, cómo vives sola y eso —comentó, intentando pensar en otra cosa.

—Papá está viajando por el mundo con su nueva esposa o lo que sea, y mamá siempre ha vivido en Nob Hill, está a un par de cuadras de mi departamento, en realidad. Es que nos llevamos mejor si solo nos vemos un par de horas a la semana.

Sunny se limitó a asentir, podía entender bastante bien esa situación.

» ¿Entonces irás a verla el lunes? —sonrió la chica mientras se ponía de pie y tomaba sus cosas. Sunny asintió—. Le diré, entonces. ¿Te veré esta noche? Es posible que terminemos embriagándonos en casa de Mike, a su mamá y su hermano no le importará.

Ella negó.

—Lo siento, creo que me quedaré con Patrick esta noche.

—Oh, no te quedes conmigo por pena, Sol —murmuró su amigo, permanecía en la misma posición de antes, sin siquiera mirarla.

—Puedes venir también a casa de Mike, Pat, te encantará —sonrió Venus, pero Patrick no pareció muy emocionado.

—Lo siento, tengo que hacer mi maleta esta noche.

Ambas voltearon hacia él en menos de un segundo y sus miradas le hicieron el millón de preguntas que ninguna de las dos pudo formular antes de que él enarcara una ceja y volviera a hablar.

—Perdón por no contarte, Sol. Es que has estado de aquí para allá toda la semana.

Esta vez fue el turno de Sunny de enarcar las cejas.

—Vivimos juntos.

—Te he visto como tres minutos en los últimos cinco días, Sol.

—Bueno, ¿y a dónde irás?

—Visitaré a una amiga.

Sunny ladeó la cabeza.

—Yo soy tu única amiga.

—Y yo — dijo Venus.

Sunny asintió.




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