Sunny

CUARENTA

Sunny no abrió los ojos cuando despertó. Por un momento, se sintió espantada de que hubiera alguien más en la cama con ella y necesitó de algunos segundos para recordar que Max se había quedado a dormir la noche anterior. Luego se sintió aún más espantada cuando su cerebro terminó de procesar que los brazos que la rodeaban eran los suyos.

Abrió un solo ojo como si esperara estar equivocada, pero efectivamente, Max Taylor estaba apachurrado contra ella, compartiendo las mismas sábanas y el mismo calor corporal. Y se sentía bien.

Sin poder controlarlo, su cuerpo se tensó ante esa idea. Ella no quería sentirse bien compartiendo sus espacios personales con Max, quería disfrutar del sexo y luego echarlo de su casa, pero al parecer había perdido esa facultad y también las ganas de que le importara.

Extendió el brazo hasta su mesa de noche para tomar su celular. Faltaba muy poco para las diez de la mañana y ella tenía una cita con Betty a las once, así que saltó de la cama sin importarle que Max estuviera desparramado sobre ella. Tenía la esperanza de que se quedara tal como estaba, pero obvio no fue así.

—Buen día a ti también, Sally.

Sunny necesitó hacer un esfuerzo para no ahogarse en lo sexi que era la voz de Max cuando recién despertaba, aunque esta vez no se atrevió a escandalizarse internamente o mentirse a sí misma. A esas alturas debía admitir que, de no ser así, no estaría tan feliz de revolcarse con él cada que tenía la oportunidad.

Suponía que no había peligro en admitir que una parte de ella se derretía en su presencia. Al menos mientras no lo admitiera frente a Betty.

Sacudió la cabeza, intentando apartar las imágenes de como una preadolescente podría arrancarle la piel e intentó poner su mente en orden. Tenía menos de una hora para encontrarse con el motivo de sus pesadillas y no quería darle a la niña ninguna razón para degollarla.

—Hola, Max. ¿Podrías levantarte de mi cama, por favor? Tengo una cita con tu hermana dentro de poco y me gustaría llegar a tiempo.

Él enarcó las cejas.

—¿Al menos podrías cubrirte con algo mientras hablas de mi hermanita?

Sunny no se molestó en seguir el curso de la mirada de Max. Sí, estaba totalmente desnuda y no tenía tiempo para ponerse pudorosa, además de que tomar su camiseta sería demasiado íntimo y arrebatarle las sábanas haría que él se quedara descubierto. Ella podía lidiar mejor con su propia desnudez, desde luego.

—Si, como sea. ¿Puedes dejar de pensar en sexo por un segundo? Tienes que irte.

No se molestó en mirarlo mientras tomaba su bata de baño.

—Me pides un imposible, Poppy —murmuró él—. Estoy pensando en sexo desde la primera... No, desde la segunda vez que te vi. ¿Te acuerdas? Tú estabas pateando el auto de Mike y pensé...

—De verdad no quiero saberlo. Solo iré a tomar un baño.

Y no mentía. Sobre todo, mientras Max se levantaba de la cama, dispuesto a jugar con su paciencia y sin cubrirse las vergüenzas.

¿Alguien podría decirle que aquella no era su casa?

—¿Quieres compañía para ese baño? —cuestionó, enarcando las cejas.

Ella no pudo evitar que se le escapara una carcajada.

—Max, sé que tu lees Cosmopolitan y ves comedias románticas, y lamento ser yo quien te diga esto, pero tener sexo en la ducha no es tan lindo como te lo pintan.

—En la bañera, entonces.

—Por supuesto que no.

Max bufó.

—Bueno, ve a tomar ese aburrido baño y yo veré que hay de comer en esta casa, así me aseguro de que comas algo antes de que Betty te haga papilla en lo que sea que tengan planeado para hoy.

Sunny estuvo a punto de negarse, pero se contuvo. ¿Quién era ella para negarse la oportunidad de un desayuno decente? Más bien debería agradecer que Max estuviera dispuesto a alimentarla, aunque hubiera motivos no tan ocultos tras sus intenciones.

Sunny lanzó una mirada a Max mientras este se adueñaba del radio de su auto. Podría decirle que dejara de tocar sus cosas y poner su música espantosa, pero suponía que se lo debía, sobre todo después de que se tomara la molestia de hacerle el desayuno.

Y, ¿para qué mentir? La música ni siquiera le parecía tan espantosa como quería hacerle creer.

—Dije que te dejaría a un par de esquinas de tu casa — murmuró tan pronto dobló en Ventura.

Max se había aprovechado de que tendría que pasar por Betty para pedirle que lo llevara a casa, pero obviamente lo que menos le interesaba a Sunny era ser vista por alguien llegando con él, así que solo aceptó con la condición de, literalmente “tirarlo del auto unas esquinas antes”.

Max ladeó la cabeza y le sonrió.

—Si...

—Estamos a un par de esquinas —remarcó, intentando hacerse de paciencia.

—Gracias por la información, Sally, eres una dulzurita.

Su paciencia no respondió, así que Sunny se detuvo de golpe en medio de la calle, al menos debía agradecer que aquellas fueran calles muy poco transitadas, sino se vería en la obligación de cortarle las bolas a Max y venderlas en el mercado negro para poder compensar el desastre.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 04.10.2024

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